Nimona en Netflix: Yo soy el monstruo - Semanario Brecha
Nimona en Netflix

Yo soy el monstruo

Netflix adaptó el cómic de ND Stevenson que Disney encajonó debido a su subtexto LGBTQ+ y tras su estreno, hace poco más de un mes, se transformó en uno de los contenidos más elogiados de la plataforma.

FOTOGRAMA DE NIMONA

Es muy inusual que los villanos en las narraciones para niños y jóvenes sean la encarnación del mal puro. Corrientemente hay en su centro una herida que los lleva a separarse de la sociedad o una renuncia a seguir luchando por integrarse en un colectivo que los rechaza. Nimona ni siquiera es una villana propiamente dicha: es una niña entusiasmada con la idea de ser la secuaz de un villano y por ello se apersona en el escondite de Sir Ballister Valentoni con la idea de ayudarlo a vengarse del mundo cruel que lo rechazó. Pero esperen: Nimona no es una niña, es un monstruo.

Hace diez años la dibujante y guionista estadounidense Noelle Stevenson comenzó a publicar Nimona, como un webcómic en Tumblr. En un principio, era su proyecto de fin de carrera de sus estudios de Bellas Artes, pero luego se convirtió en una novela gráfica que ganó el prestigioso Premio Eisner y fue nominada para el National Book Award, lo que transformó a Stevenson en el autor más joven en competir por ese premio. Pero hay un cambio de género en este párrafo. Y es que Noelle Stevenson es hoy un artista trans no binario que corrientemente firma ND Stevenson, iniciales que corresponden a Nate Diana. Y eso tiene mucho que ver con Nimona.

En 2011 Noelle tenía 20 años, vivía con una boa y todavía no tenía ganas de dedicarse a la historieta. Se había inscrito en un curso de arte secuencial, pero ni siquiera había sido esta su primera opción. Por entonces solía dibujar piratas y toreras, pero como era la época del furor por El Señor de los Anillos, un día dibujó a los personajes vestidos con ropas contemporáneas. Ya saben, a Aragorn, Legolas y Gimli con gorrito de béisbol, pantalones cargo, leñadora o remera Lacoste. Una tontería que la llevó a tener, de la noche a la mañana, miles de seguidores. Pero es bien sabido que una cosa es dibujar unas pocas páginas y otra muy distinta es guionar y dibujar una novela gráfica. Así fue como nació el webcómic, que poco a poco fue configurando la novela gráfica. Y vaya si le fue bien.

Y es que, desde un principio Nimona tiene lo que hay que tener, como diría Tom Wolfe. No es una niña común: es una cambiaforma, es decir, un ser que puede transformarse en otro, un concepto para nada extraño, ya que los hay en abundancia desde en la mitología y la literatura, en las que dioses, como Proteo o Zeus, podían transformarse en distintos animales, hasta los famosos licántropos y vampiros de la cultura popular. La película de Netflix tiene la virtud de conservar muchas de las características más celebradas de la historieta.

Sin embargo, la actualizaron de acuerdo a lo que los productores piensan que el público está acostumbrado, poniéndole la dosis de énfasis melodramático y clichés surtidos de los que la industria del entretenimiento parece no poder prescindir. Lo bueno es que, al menos, no interfiere demasiado ni con la historia ni con la esencia de los personajes que Stevenson trabajó tan amorosamente (aunque a veces canse ver dibujados los mismos gestos y expresiones, ya sean corporales o verbales para transmitir las emociones según las personalidades). Otra cosa que han cambiado en la adaptación es que dejan claro desde el principio que el subtexto LGBTQ+ ha pasado a ser explícito.

Más allá de la visibilización de personajes gays o no binarios que se ha abierto camino en los cómics y series televisivas desde hace ya bastante tiempo, sigue siendo un tema espinoso cuando se trata de productos pensados para niños.1 Pueden haber pasado 20 años, pero no mucho ha cambiado desde que Stephen Hillenburg tuvo que aclarar que Bob Esponja no era gay sino asexual, como lo son las esponjas marinas. Una declaración cuya necesidad de ser expresada públicamente debe de haber hecho subir a los humanos varios puestos en el ranking de especies más estúpidas y pueriles del universo.

Lo cierto es que la relación amorosa entre los caballeros Ambrosio Pieldorada y Ballister Valentoni2 era más bonita cuando no se la arrojaba a la cara de los espectadores, sobre todo porque era más compleja en la historieta que en la película (pero a eso también estamos acostumbrados) y, sobre todo, era un elemento importante de la trama. En la Nimona de Netflix es más «meh, son novios», mientras que en la historieta hay un trasfondo de celos, competencia y tensión sexual no resuelta central a la trama.

Lo que sí hace muy bien la película tiene que ver con Nimona, que es un personaje mucho más interesante en el contexto de las tramas LGBT que la tonta historia de amor de los caballeros. No es casualidad que el tema del monstruo sea recurrente al tratar la naturaleza queer: es la imagen que nos devuelve el espejo de la normalidad, es la mirada horrorizada de la sociedad ante el desvío. Ese es el título3 del célebre discurso de Paul Preciado ante 3.500 psicoanalistas de l’École de la Cause freudienne, en París. Tampoco es inusual en la historieta. Sin ir más lejos, la mejor novela gráfica de 2017 fue Lo que más me gustan son los monstruos, de Emil Ferris, porque Karen Reyes, la protagonista de la novela de Ferris, se siente exactamente igual que Nimona. ¿Por qué quiere ser secuaz de un villano? Porque está enojada. Enojada a lo Hulk.

Tanto la historieta como la película son inteligentes, graciosas, aventureras y catárticas, es decir, hay peleas y se rompen cosas, como sucede en gran parte de las narraciones que valen la pena, desde la Odisea hasta los Avengers. Y, a pesar del ritmo trepidante que lleva la película, vale la pena detenerse, porque la velocidad no está solamente en la rapidez de las metamorfosis de Nimona, sino, sobre todo, en la rapidez de sus respuestas. Nimona lo tiene todo para ser la ídola de las niñas del siglo XXI: de género fluido, skinhead, enojada, metalera, hiperactiva, superinteligente y muy divertida. Como para ponerse una remera de Nimona que, con espíritu never forget, dijera: «Mirá, de quién te burlaste, Barbie».

1. Cabe recordar que en las vacaciones de julio hubo un pequeño escándalo en Tontovideo respecto a Los cuentos de Juanita Jalea, un espectáculo infantil con textos de María Rosa Oña que fue denunciado porque una niña tenía dos madres y porque la representación de un niño estaba a cargo de «una actriz travestida».

2. Hay que decir que la traducción al español ha hecho estragos en los nombres de los caballeros. En la película se llaman Ambrosio Pieldorada y Ballister Valentoni. En la traducción de Editorial Océano, Ballister se llama Trabuco Negroni, aunque Ambrosio conserva su nombre. Y en la versión de Astiberri, los nombres son Ambrosius Lomodorado y Ballister Negrocorazón.

3. Yo soy el monstruo que os habla, Anagrama, 2020.

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