Cartas, muñecas, fotografías, objetos dispuestos sobre mesas y en las paredes. Estos elementos completan una muestra pequeña, pero que conmueve. Es fuerte; esa es, quizás, la palabra que mejor la define. Lo primero que vemos al acercarnos nos da una pauta de lo que vamos a encontrar: es una funda de almohada pintada. La carta que la acompaña cuenta que, durante su niñez, en una de sus visitas a la cárcel, Francesca Casariego le contó a su madre un sueño que tuvo, y ella lo transformó en ese objeto que la acompañó en su ausencia durante muchas noches. Así son la mayoría de los elementos que vemos en la exposición: mundanos, pero cargados de significado.
El grupo que armó esta muestra está integrado por cinco mujeres: Lucía Aguirregaray, Francesca Casariego (ambas curadoras), Loreley Omar, V...
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