Menos visible y no menos fascinante que esa poesía que ha publicado sin estridencia –ni mucha abundancia– ha sido la prosa de Ida Vitale. No solo sus varias traducciones, algunas inéditas, incluso una de ellas perdida (Les otages de Durazno, de Benjamin Poucel). Esa prosa resucitó hace poco en un puñado de sus comentarios de libros y ensayos sobre literatura1 y en la memoria de su vida en México (Shakespeare Palace), reseñada en estas páginas.2 Escribir para el periodismo, obligación sistemática para muchos, fue una salida para los «trabajos efímeros», como los llamó Ida Vitale en una nota de Posdata (24-XI-94). Hace más de 70 años, en 1947, apareció su primer texto en prosa en una revista de estudiantes de la naciente Facultad de Humanidades (Clinamen); luego colaboró, en general ocasiona...
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