—Es el tercer año que llevan adelante el ciclo y la escuela de poesía. ¿Cómo surgió el proyecto?
Gabriel Richieri —Con Agustín somos fanes entre nosotros, de nuestros laburos. Así nos conocimos, nos gustábamos poética y escénicamente. Y un día, en una charla, salió la idea de la escuela, así como de la nada.
Agustín Lucas —No, eso es mentira. Él me mandó un mensaje y me puso: «Bo, ¿qué te parece esta idea, hacer una escuela de poesía?». La idea era una escuela de todos los días, como un liceo. Entrabas y a primera hora tenías Performance, a segunda hora tenías Instalación… Esa era la idea original.
G. R. —Que algún día tal vez suceda.
A. L. —Y yo dije: «Me encanta esa idea». Y ahí nos juntamos y empezamos.
G. R. —Bueno. No quería personalizarlo. Pero se me ocurre eso y no solo lo llamo a Agustín, llamo a un montón de colegas poetas, porque era una idea amplia. Y a pesar de que alguna de esa gente está hoy en la escuela, el único que la recibe y se la pone al hombro para empujar y proponer es Agustín. Ahí empezamos. Era un delirio, claro.
A. L. —El inicio fue hacia fines de 2020. Hacía calor. Después, al año siguiente, 2021, fue la primera conversación con Malena [Muyala] en el Solís.
G. R. —Ahí se da la coincidencia de que Malena lo había llamado a Agustín porque quería instalar la poesía en el teatro, pero desde un punto de vista más performático. Entonces, Agustín le dijo: «Yo me quiero hacer cargo del ciclo de poesía en el teatro, pero también queremos que haya una escuela». Y Malena compró todo.
A. L. —Pasa que, en realidad, lo teníamos armado. Teníamos una lista de 80 poetas que se iban a presentar en el ciclo, era nuestra condición. Si me preguntás cuáles son los jugadores que van a jugar a los cuadros de la B, yo también lo sé. Y si me decís cuáles son los poetas que están leyendo poesía en este momento, también. Lo sabemos porque estamos ahí, porque vamos y los vemos.
G. R. —Cuando surge esta situación, empezamos a pelotear la idea aquella de la escuela de todos los días, vemos que es un delirio y la empezamos a bajar a tierra. Ahí nos dimos cuenta de que había que llevarlo a un día por semana, los días sábado, cuatro sábados al mes. Cada uno de los talleres con una propuesta diferente y con un resultado o una elaboración final. Y el Solís nos dio todo el soporte, lo que cuesta más: la comunicación, el espacio. Así logramos armar un plan para el primer año, el 2022. Un plan acotado: se inscribieron 15 personas y terminaron el curso siete con una muestra en la Zavala Muniz. El segundo año, nos preparamos con mucho más tiempo, entonces antes de que empezara el año ya teníamos todo organizado, desde el ciclo hasta la escuela, los docentes, todo. Se anotaron alrededor de 60 personas. Ya era un montón de gente para los talleres personalizados a los que apuntábamos, por lo que en un momento pensamos en filtrar: pedimos que quienes se inscribían escribieran una carta de intención. Pero cuando empezamos a leer esas cartas nos dijimos: «Pero esto es una escuela de poesía, no podemos filtrar. ¿Cómo vamos a filtrar?, ¿por qué filtrar?». Entonces, para ese segundo año armamos dos grupos, uno de mañana y otro de tarde. Y empezamos a hacer cosas que no hacíamos el año anterior, como, por ejemplo, al final de cada taller pedir a los estudiantes una devolución. Porque al principio éramos experimentales, y en el desbalance entre alumnos –que eran siete– y docentes conocidos –que eran una cantidad–, más nosotros dos, al final, éramos todos amigos. En esa instancia surgió que dos gurisas quisieron repetir. Y a partir de esa idea surgió, para este próximo y tercer año, la creación del segundo año de la escuela, que tiene como fin profundizar los conocimientos del primero. Entonces, de las 25 personas que terminaron el año pasado (de las 50 que se anotaron), 12 se anotaron para cursar segundo. Este año tenemos dos grupos de primero y uno de segundo.
—En relación con 2022, el año pasado hicieron más espectáculos. ¿Cuál es la impronta con respecto al ciclo de poesía? ¿También lo han ampliado?
A. L. —Trabajar en coordinación con el Solís nos da la posibilidad de nuevas instancias. Como el ciclo de apertura, como La Gallera durante Macondo el año pasado. Los dos primeros años hicimos un ciclo por mes, al final de cada taller. Luego hubo alguna otra propuesta, como la idea del Solís de hacer un ciclo de apertura en la sala grande, y fue un desafío. Este año, para el 17 de febrero a las 20.00 horas, repetimos la idea con otro bagaje, pero también con otro desafío, que es el de poder generar algo igual que aquello, que fue la novedad.
—¿Se replica la misma modalidad?
G. R. —Sí, la idea es que siempre haya una mezcla de poetas solos y de música. Queremos rescatar la voz del poeta solo diciendo, porque esa es la esencia, la base. Hay tres poetas y tres grupos.
A. L. —Van a estar Villanpsico, con una performance musical, Centella F. C. y Ataque Chino, y tres poetas solos. Son todos artistas y poetas distintos a los del año pasado. Siempre tratamos de cambiar. En el cuerpo docente también hay variaciones, que no son variaciones porque no hayan funcionado, sino porque apelamos a la búsqueda de lo nuevo.
G. R. —Algo importante a destacar es que de los tres poetas que tendremos, uno es famoso: Pablowski. Pero las otras dos, Martina Peñagaricano y Lucía Fernández Ramírez, son dos poetas alumnas de la escuela: una estuvo en 2022 y otra en 2023. Una de ellas está en pleno desarrollo poético y musical, y otra viene de otra área completamente diferente. Eso es lo interesante de ver, que alguien que viene de otro ámbito llega a la escuela para ver qué onda, para ampliar su terreno poético, y termina actuando en la sala grande del Solís leyendo sus textos. Es increíble.
—¿Qué otros cambios se plantean para el nuevo año de la escuela?
G. R. —Con respecto a los talleres, cambiamos algunas modalidades. Lucas y yo somos más de lo escénico, de eso había bastante. Por las devoluciones que nos hicieron todas y todos los alumnos, nos dimos cuenta de que había que poner más talleres focalizados en lo literario, en la escritura.
—¿Ahí la formación se vuelve más técnica? Por ejemplo, ¿Luis Bravo da, más bien, una clase de literatura?
A. L. —No más técnica, pero sí más enraizada en la escritura, en las formas. No como una clase de literatura, pero sos un alumno de esta escuela y tenés la posibilidad de crear también desde ese lugar del conocimiento más formal. Hoy Luis dijo algo acerca de esto, y es que en su planteo buscaba que el poeta encontrara su universo poético; no su propia voz, porque los poetas no tienen una sola voz.
G. R. —Por ejemplo, en los talleres de Luis se abordan las formas poéticas –qué es un haiku, qué es una décima, qué es aquello y qué es lo otro–, entonces la formación se amplía. Como poeta, tenés más posibilidades.
—¿Con qué criterios eligen a los talleristas?
A. L. —Nosotros organizamos la escuela como si fuéramos nosotros los que vamos a ir. Y los talleristas van cambiando por año. Al principio era un taller por mes, más los externos que hacíamos por fuera en otras instituciones (la Fundación Mario Benedetti, el ISEF [Instituto Superior de Educación Física], el Ánima Espacio Cultural). Este año, la diferencia es que los docentes tienen más tiempo en cada taller. Hay menos docentes, pero cada taller dura seis semanas en lugar de cuatro. Y esos poetas que eran externos ahora van a estar integrados a una modalidad dentro del mismo Solís.
G. R. —Estos talleres van a ser un día de semana, ojalá el lunes, abiertos al público. Son talleres pagos, pero abiertos a otras personas que no integren la escuela y quieran ir. Y son una especie de presentación de la escuela para quienes no pueden ir todo el año y quieren ir conociendo lo que hacemos. Los estudiantes de la escuela los tienen incorporados dentro de la cuota que pagan por la asistencia a los talleres de los sábados.
A. L. —Entonces, para 2024, hay varios cambios. El curso de segundo año es la novedad. Hay un tronco inicial de formación en el que los primeros seis meses están los talleres de Luis Bravo, Alejandro Ferreiro y CRUJE (Claudia Campos y Claudio Burguez), y hay un taller con Estíbaliz Solís, una poeta costarricense, que va a estar partido entre junio y noviembre. Habrá también una serie de encuentros específicos y especiales para los que tenemos confirmados a Hugo Achugar, Silvia Guerra, Roberto Echavarren. Y, por otro lado, dos talleristas más de estas clases, que son Valeria Píriz, que viene del mundo de la performance, y Florencia Dansilio, que viene del espacio del teatro y la sociología.
G. R. —Los docentes de las master classes están representando a una generación particular, lo que nos parecía importante, porque hay como una vuelta. Son personas que están consagradísimas en su mundo, tienen libros publicados, son intelectuales.
A. L. —Y que, con toda esa trayectoria, desde la academia y desde la experiencia vienen a recitar poesía a la par con nuestros alumnos, como pasó con el contrapunto entre Hugo Achugar y Martina (que es alumna de la escuela y tiene 24 años) en La Gallera, de Macondo.
—¿Todo eso es como un título de egreso?
G. R. —Queremos que la gente que asiste a la escuela se lleve la publicación de un libro. En 2022 no llegamos a lograrlo, así que ahora en abril de 2024 sale una edición que nuclea los trabajos de los dos años anteriores. Sale por Editorial Secreta, la nueva editorial de Alejandro Ferreiro. Y, además, se llevan la muestra de fin de año, que comienza con mis talleres.
A. L. —El libro es otro tremendo laburo: trabajo de selección, de edición de parte de la escuela y, después, de la editorial. No lo pudimos sacar ese primer año, pero logramos hacer la edición de un video por poeta.
G. R. —Por eso, para el tercer año, el tercer grado, estamos pensando en un seguimiento de obra que incluya el aprendizaje editorial.
- Toda la información sobre la escuela se puede encontrar en https://www.teatrosolis.org.uy/programacion/Inscripciones-para-la-Escuela-de-Poesia-Mas-Aca-de-Los-Mundos-uc2372.
El lanzamiento de la escuela y el ciclo de poesía será el 17 de febrero, en la sala principal del Teatro Solís.