La religión es generadora de sentido, tiene la capacidad de movilizar sentimientos y opiniones morales y políticas. A su vez, el discurso y el símbolo religioso en la política partidaria se han vuelto un arma de doble filo para candidatos de izquierda y de derecha, y hasta resultan un elemento gravitante en elecciones, como las que se disputaron en Brasil o en Argentina recientemente. Así como sus símbolos, la religión, como práctica individual y colectiva, es un instrumento político poderoso que puede funcionar como elemento de unidad nacional, fervor patriótico o con sentido crítico del statu quo y del orden social.
Las dinámicas de los actores religiosos, políticos y sociales están interconectadas a nivel nacional e internacional. Estas redes generan símbolos, generan ritos y mitos que se adaptan a las realidades locales. Por ejemplo, la idea del mesías de Bolsonaro tiene su origen en un relato bíblico, mítico, religioso, pero se adapta a los sentidos políticos que el relato de Bolsonaro utiliza.
El batllismo buscó resolver este conflicto hace más de 100 años: convirtió fechas como la Semana Santa en la Semana de Turismo y la Navidad en el Día de la Familia, entre otros cambios que no impidieron, ni impiden, las resignificaciones de símbolos religiosos en un sentido laico conservador y las disputas políticas con argumentos religiosos sobre conceptos clave como vida, familia, patria y libertad.
En estos últimos años han vuelto al centro de la escena política conservadora uruguaya dos instituciones clave: la Iglesia católica romana (ICR) y el Ejército, que son las más antiguas del país y también las más tradicionales y jerárquicas. En este regreso, retoman una presencia pública de manera conjunta en actividades como la misa en el Día del Ejército, cada 18 de mayo, en la catedral. Cabildo Abierto (CA) y sus senadores son los principales promotores de este relato de la «nación católica» cada 12 de octubre (Día de la Hispanidad para el relato conservador) o en fechas cercanas a la Semana Santa o la Navidad, en la media hora previa de las sesiones parlamentarias, dando cuenta de esta narrativa en la que la ICR y el Ejército serían las instituciones fundantes de la patria.
Hace pocos meses, la doctora Lorena Quintanas, coordinadora del programa Familias Fuertes del Ministerio de Salud Pública, lanzó dentro de CA el sector Encuentro Nacional Cristiano con una agenda que da prioridad a temas como la lucha contra la «ideología de género», la oposición al aborto y a la legalización de drogas y la defensa de la familia tradicional. En términos religiosos, Quintanas fue formada en la iglesia Misión Vida del pastor Jorge Márquez; desde allí sale a la búsqueda del voto cristiano conservador de perfil pentecostal que CA les disputa a algunos candidatos del Partido Nacional con un perfil similar. Este nuevo sector, sumado a las continuas declaraciones del senador Guillermo Domenech en relación al papel de la ICR y la madre patria en la conformación de la identidad nacional y la recuperación de la hispanidad, le dan a CA una fuerte impronta cristiana conservadora.
En filas blancas, partido que desde sus orígenes ha reflejado los intereses católicos y en el que, según una encuesta reciente de El Observador,1 el 73 por ciento de sus legisladores se identifica con esa religión, desde hace casi 20 años se ha sumado la participación de actores evangélicos, pentecostales y neopentecostales que comulgan con la agenda provida y profamilia. En este sentido, el Herrerismo ha dado en su actual gestión de gobierno un importante lugar al cristianismo conservador en la elaboración de políticas sociales basadas en valores tradicionales. Es de notar que los precandidatos en la interna nacionalista más radicales en lo que refiere a la oposición a la agenda de género y diversidad quedaron marcando sus propios votos en candidaturas indivi-
duales y con pocas chances de sumar importantes adhesiones, como Carlos Iafigliola y Roxana Corban.
Fuera del ámbito estrictamente político, pero vinculado a referentes conservadores que generan opinión política, en estos días está circulando un video en el que el cardenal Daniel Sturla, el pastor Márquez, el sacerdote Juan Andrés Gordo Verde, Marta Grego (fundadora de Madrinas por la Vida), Carlos Páez y Roberto Canessa (sobrevivientes de los Andes), entre otros, participan en una campaña por el Día del Niño por Nacer, que coincidentemente es el día de la Anunciación de la Virgen María y la Encarnación del Hijo de Dios para la ICR. Esta campaña, que también utiliza carteles de fetos en las avenidas de Montevideo, es otra forma de utilizar los símbolos y la religión con un sentido político conservador.
La dimensión cristiana (tradicionalmente presente dentro de la izquierda en el Partido Demócrata Cristiano) es una referencia cada vez más diluida en el Frente Amplio (FA). En la misma encuesta citada antes, el 68 por ciento de los legisladores del FA no se identifica con ninguna creencia religiosa y la mayor parte de los que se identifican como católicos se encuentran en el Movimiento de Participación Popular.
La izquierda uruguaya en sus orígenes, al hablar de justicia social, no temía afirmar que el Jesús histórico fue un gran revolucionario, haciendo referencias al Evangelio y citando a figuras destacadas tales como monseñor Carlos Parteli y el pastor Emilio Castro. Hoy la narrativa de izquierda es magra en mística, símbolos y narrativas utópicas que, sean laicas o religiosas, brinden esperanzas.
En este sentido, una lectura sociopolítica de la Pascua nos brinda diversos símbolos que pueden ser un horizonte ético para el bien común. La salvación de la opresión y la buena noticia de la libertad. No como liberalismo o mensaje libertario, sino en tanto crítica al fundamentalismo económico y religioso que presenta al mercado como una religión y al cristianismo como un orden divino. La Pascua como liberación critica la sacralización de las estructuras opresoras que hemos creado y nos enuncia no justificarlas en nombre de Cristo.
1. «Semana Santa: uno por uno, de qué religión son los legisladores uruguayos», El Observador, 24-III-24.