Difícil no padecer una epifanía ante la temblorosa textura de un mousse de maracuyá, una espuma de ese hermano norteño del mburucuyá, mucho más robusto, pero de sabor igualmente delicado. Y la epifanía es inexorable si ese mousse sale de la cocina de la crítica literaria Ana Inés Larre Borges, periodista que honra esta casa. La ocasión de probarlo era la despedida de un investigador japonés, hispanista, que retornaba a sus pagos. Debe de haber sido en 2010. La revelación no solo fue para el paladar. Que el postre fuese lo que fue se debió a que la cocinera pudo hacerse de la fruta fresca. La explicación era que la susodicha pertenecía a una secta de adoradoras del maracuyá que, por mediación de un importador de frutas y verduras conocido, cada tanto, traían para todas una caja.
Después, de...
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