Diciembre es un mes agitado para todos, incluso para la música, porque muchos lanzamientos salen disparados antes de finalizar el año. Por razones obvias, un montón de estos trabajos quedan en las sombras, batallando contra las despedidas, las reuniones, los cierres y los relevamientos. Hay que estar atentos para que las particularidades, que son las primeras en perderse, no se nos escapen, y un buen ejemplo fue el doble lanzamiento de discos de guitarra eléctrica solista que hizo el sello neoyorquino Relative Pitch Records: Document 1, de Chuck Roth, desde Nueva York, Estados Unidos, y Desatornillándonos, de Luciana Bass, desde Rosario, Argentina.
Como es bien sabido, el tan celebrado mundo de la guitarra eléctrica poco lugar ha tenido para mujeres y disidencias. En los listados de los mejores de la historia se pueden contar con los dedos de una mano. Pero la fuerza y la originalidad de estos dos discos no pide permiso: no incluyen ningún otro instrumento acompañante y, además, sus estéticas entran en la vertiente de la improvisación y la música experimental. Es que, con estos materiales, Chuck y Luciana demuestran mucho coraje, porque son dos guitarristas que tienen que llevar adelante su actividad artística en un contexto político bastante aterrador: la creciente ultraderecha reaccionaria de Trump y Milei. Cuando el mundo parece estar al borde del agotamiento, dos personas con historias fuera de la norma parecen listas para revivirlo.
Si bien ambos discos entran, grosso modo, en la categoría de la música experimental, son muy diferentes. En el disco de Luciana, cada tema explora un lugar muy específico, con su propia forma, su timbre –a veces con algún efecto–, su fraseo. Cada tema es una parte de la totalidad, y la personalidad entera puede verse en la suma de todos ellos. Hay un balance entre lo melódico y lo textural, entre un desarrollo más abstracto y uno más cantable, entre la guitarra blusera y la más experimental, entre lo crudo y lo delicado. Y por la especificidad de cada aproximación y la manera en que Luciana distiende el tiempo, su música nos conduce a una sensación paisajística, como si fuera un buen disco para generar un ambiente determinado. Luciana comenta: «Había grabado en enero, es decir, seis meses antes, y deseché todo eso porque era cien por ciento abstracto y textural, y yo quería que el disco tuviera, casi que en partes iguales, ese mundo más abstracto, pero también melodías. Intenté unir esos dos mundos, que son los que me gusta habitar. La mayoría son primeras tomas, improvisaciones, algunas sobre melodías de otros que vengo tocando».
Por el contrario, el disco de Chuck es sónicamente versátil, en una única pero heterogénea aproximación que se despliega a lo largo de los 11 temas. Lo melódico, lo rítmico y lo textural se mezclan y dialogan. Hay una continuidad en los materiales gracias a la cual es posible notar claramente el desarrollo que se condensa en la unidad. La guitarra de Chuck está desnuda, sin efectos, investigando a fondo todas sus posibilidades. Esto hace que tenga sentido señalar que es una Fender Stratocaster. «Creo que el lenguaje que tenía en la guitarra en ese momento era un poco más gris que el que tengo ahora. Las texturas eran más cualidades de notas sonoras o construcciones paralelas de acordes. Así que, incluso cuando no tocaba tantas notas, todavía había un lenguaje muy gris debajo, que se rompía todo el tiempo», afirma Chuck.
Hay un mundo de la guitarra eléctrica, y tiene varias historias adentro. En él, Luciana y Chuck, como guitarristas en nuestra contemporaneidad, tienen que lidiar con sus referencias. Luciana reconoce como punto de partida sus influencias y, de hecho, casi todos los temas de su disco están dedicados a alguien, como Violeta Parra, Charlie Haden, Heitor Villa-Lobos, Toru Takemitsu, Sonny Sharrock, Blind Willie Johnson, Ornette Coleman, Albert Ayler. «Mi mayor influencia en la guitarra es Marc Ribot. Hay algo de su modo de conectar con el instrumento que resonó conmigo desde siempre. Y esto puede sonar muy exagerado, pero en muchos momentos sentí que, sin su referencia, podría haber dejado de tocar. Hay mucho de la guitarra que me aburre. Él es el ejemplo de todo eso que no me aburre», comenta Luciana. Tal vez por dedicar cada tema a una persona en especial, es decir, por tomar aquello que la inspiró y hacer algo con eso es que el disco logra tener una verdadera variedad de aproximaciones. Y es importante remarcar que, en lo de Luciana, la influencia no es tomada como un camino a seguir, sino como una inspiración: lo que hay de cualquiera de estos artistas nombrados no es tanto algo musical en un sentido material, sino algo espiritual que Luciana logra transmitir confiando en su propio estilo.
Por el lado de Chuck, es notorio que todo aquello que ha escuchado y absorbido termina envuelto por la misma telaraña. «Creo que mis referencias para la guitarra están más relacionadas con las cualidades materiales de la guitarra en sí. No me encuentro tratando de emular a la gente o lidiar con algo heredado. Existo dentro de una tradición, pero no la considero conscientemente mientras practico. Me gusta cómo suenan y se sienten ciertos intervalos o técnicas en mis manos. Por lo tanto, las cuestiones de identidad de los intérpretes no son algo en lo que piense. Si tuviera que considerar el género, creo que la masculinidad da lugar a ciertas construcciones de la facilidad en el instrumento, principalmente, la velocidad y el volumen. Esas cosas se valoran en las instituciones, y es probablemente por eso que las evité», asegura Chuck. De esta manera, para Chuck, las influencias denotan algo negativo, algo que está ahí para ser cuestionado desde la práctica con una guitarra que proponga otra cosa.
Lo interesante es que, si bien sus abordajes estéticos son muy diferentes, tanto Luciana como Chuck llegan a un principio en común, uno que supone una definición concreta: qué hacer hoy con la guitarra eléctrica, después de tantas décadas, tanto estrellato, tanto de lo mismo. Sus apuestas como solistas, al frente del sonido, con sus instrumentos despojados y dejando todos los espacios necesarios para que quienes escuchen puedan detenerse, reflexionar y conectar, parecen ir en contra de la estética del ego y la expresión arrolladora. Es aliviador y suena a futuro: lo que Luciana y Chuck tienen en común es que dejan espacio para los demás.