«Nunca nos vamos a ir de Palestina» - Semanario Brecha
Con el palestino gazatí Ayman Abusharekh

«Nunca nos vamos a ir de Palestina»

Sobreviviente del genocidio palestino radicado en el Río de la Plata, Abusharekh, que perdió a 33 familiares en los ataques que Israel lleva adelante en Gaza, pide en esta entrevista que el mundo confronte la ocupación a la que se somete a su pueblo.

Jabalia, norte de la Franja de Gaza, 17 de Febrero Afp, Bashar Taleb

Este es Fahmi, el desconcierto de su rostro lo dice todo. Acaba de regresar de un paseo matutino y encontró la casa donde estaba refugiándose con su familia en ruinas, demolida hasta los cimientos por cuatro de los misiles «quirúrgicos» que azotan la ciudad. Su esposa, sus hijos e hijas y sus nietos están bajo los escombros.

Es el 11 de diciembre de 2023, Fahmi tiene 70 años y es uno de los cientos de miles de palestinos que viven un desplazamiento forzado por los incesantes bombardeos del Estado de ocupación sionista. Veintiocho días más tarde, Fahmi sería asesinado en otro bombardeo en Deir al Balah. Otro mártir del pueblo palestino.

El video nos lo muestra por primera vez su hijo Ayman Abusharekh, quien se nacionalizó argentino y vive entre las dos orillas del Río de la Plata hace siete años. La fortaleza de su postura, la determinación para narrar los hechos se mezclan con el dolor, la incomprensión y la tristeza de su mirada. Estamos sentados en un banco de la plaza Independencia, a los pies de la estatua de otro guerrero, José Gervasio Artigas, y frente a la Torre Ejecutiva, la sede del gobierno de Luis Lacalle Pou, que ha tenido una postura cuanto menos tibia frente al genocidio en curso. A nuestro alrededor, los niños corren de un lado al otro, disfrutando de otro día de verano. La ciudad se mece en el vaivén de otra jornada de oficina. Tanta cotidianidad contrasta con el martirio, el genocidio que brota de los labios de Ayman.

UN GENOCIDIO EN CURSO

«Perdí  a 33 de mis familiares, incluidos mi mamá, mi papá, dos hermanas, tres hermanos y el resto, sobrinos, tía, cuñadas, cuñados, la familia de los cuñados», nos dice Abusharekh, que empieza su relato de manera atropellada. Hace más de un año de esta tragedia y por primera vez está listo para contar su historia, la de su familia y la de su pueblo. «Fue mucho dolor. La primera vez fue el 11 de diciembre. La casa de mi hermana fue bombardeada y en ese bombardeo perdí a mi mamá, a un hermano y dos hermanas. Una de ellas perdió dos hijos y la otra, un esposo; todos en la misma casa.» Ese día sobrevivieron su papá, uno de sus hermanos y tres sobrinos.

Alrededor de las 11.30, mientras preparaban la comida, su padre salió a rezar y a caminar. Volvió 40 minutos después. «Él quería solo entrar por la puerta para estar con su familia y encontró que no había más familia. […] Mi abuela –que no fue víctima del bombardeo– falleció dos o tres días después.»

Abusharekh relata que su familia vivía en Jan Yunis, al sur de la Franja de Gaza, pero a mediados de noviembre de 2023 se trasladaron a Deir al Balah, una ciudad del centro, porque el ejército israelí les aseguró que era una zona segura. «Es una mentira grande. Ninguna zona de la Franja de Gaza es segura, para nada.» Primero se refugiaron en casa de su abuela, pero eran muchos en un espacio reducido. A los pocos días tuvieron que volver a moverse y se desplazaron a casa de su hermana, «que en ese momento tenía luz, energía. Todo alternativo». Porque donde estaban antes «no había nada, no había agua, no había nada, incluso para lavar sus ropas o para lavar su cara».

«¿Viste eso?», exclama Abusha-rekh mientras nos muestra fotos de los lugares. «Es en la casa del sur donde estaban.» «Solo se quedaron dos días en la casa de mi hermana y después de dos días… se fueron», dice Abusharekh para referirse a sus asesinatos.

Algunos días antes, «mi mamá tuvo una charla con nosotros en un grupo de WhatsApp y nos dijo que no quería volver a su casa. Le preguntamos por qué no quería volver, porque el ejército israelí decía que la zona de Jan Yunis era segura, que la gente podía volver a su casa. Y ella dijo: “No, no voy a volver porque son mentirosos. Estoy acá, estoy muy tranquila, muy segura entre mis hijos y nietos, y no voy a volver. Incluso si un misil entra en la casa, no me muevo”. No fue solo un misil… fueron cuatro», dice Abusharekh, acongojado.

«Nosotros somos 14, con nuestros padres. Ahora quedamos siete. La mitad. Digo de la primera línea, después sobrinos, primos, tías… todos, en total, 33.» Treinta y tres familiares asesinados durante los bombardeos, en tan solo 28 días. «Mi papá, cuando volvió a donde estaba su familia, no encontró nada y entró en un trauma muy profundo. Pero no tenían otra opción y tuvieron que desplazarse a la casa de mi tía, que estaba muy cerca, en el centro también, en Deir al Balah.»

«Después de 28 días recibimos la noticia de que mi papá, mi hermano el que sobrevivió, mi hermano mayor –que se había desplazado un tiempo antes a la casa de mi tía– y también su suegra» se «fueron» en un segundo bombardeo. Abusharekh nos cuenta que su hermano menor fue encontrado entre los escombros junto a su padre. Su hermano mayor, herido de gravedad en la cabeza, sobrevivió tres días «y se fue. Perdió a su esposa, a tres de sus hijos e hijas. Quedó solo una de sus hijas, huérfana, que tiene solo 17 años. Quedó con uno de mis hermanos y su familia. Y bueno, eso es lo que pasó», dice Abusharekh con desconcierto.

Pese a estar lejos de su tierra y de su familia desde hace algunos años, Abusharekh dice: «Yo me sentía muy contenido, porque mi familia me daba todo el amor del mundo. Ahora me siento solo, prácticamente me siento solo. Y siempre digo: la esposa, el esposo, la suegra, el suegro o lo que sea son también familia. Pero tu familia, la primera línea, es otra cosa. Es tu sangre, tus memorias. No tengo palabras para decir… Lo que pasó, la verdad, es una masacre. Y ahora mismo quiero que toda la gente de todo el mundo sepa que nosotros los palestinos nunca vamos a dejar nuestra tierra».

Salir de Gaza es muy complejo. No solo por los checkpoints militares, sino también por la falta de pasaporte. Ser palestino, ser gazatí implica no ser bienvenido en muchos lugares. A esto hay que sumarle la inescrupulosa presencia de mercenarios que trafican con los palestinos que intentan salir del infierno. «En Egipto hay oficinas, gente que tiene negocios con el gobierno; usan este momento para abusar de la gente. Tienen que pagar para hacer solo 200 metros para pasar al otro lado del cruce de Rafah. […] Abusan de la gente en medio de la masacre. ¿Pagar 5 mil dólares cada persona para salir? Estoy hablando del mínimo. Algunas veces llega hasta 10 mil, 12 mil dólares. No tiene sentido.»

TRUMP Y NETANYAHU

Tras asumir la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump tomó una postura muy agresiva respecto a la situación en Gaza, respaldó al Estado de Israel e incluso recibió al primer ministro Benjamin Netanyahu, que desde el 21 de noviembre de 2024 tiene en su contra un pedido de captura internacional emitido por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra y contra la humanidad. Todos los países que firmaron el Estatuto de Roma deben detener inmediatamente al requerido y ponerlo a disposición de la Justicia. Tanto Estados Unidos como Israel históricamente se han negado a firmar el acuerdo. Luego del pedido de captura, Trump declaró que impondría sanciones a los funcionarios de la CPI. Trump también declaró que se «adueñará» de la Franja de Gaza, que realojaría a todos los palestinos en Jordania y en Egipto, y que además renombraría la zona como Riviera de Oriente Medio.

Sobre estas declaraciones, Abusharekh dice que «eso nunca va a pasar». Trump es «un empleado en una administración de Estados Unidos, pero nosotros como palestinos tenemos el derecho a quedarnos en nuestra tierra. Yo quiero volver, y muy pronto, para por lo menos saludar las tumbas de mis familiares que se fueron y después para cuidar al resto de mi familia».

PENSANDO SOLUCIONES

Como todos los palestinos, Abusha-rekh también se pregunta cómo salir de esta situación que vienen padeciendo desde hace tantos años, y dice: «Que la ocupación israelí se vaya de toda la Palestina, de Jerusalén. No solo de 1967, de toda la Palestina; de la Franja de Gaza y Cisjordania, y parte de Siria, parte del Líbano ocupado. Es la única solución». Y agrega: «Naciones Unidas siempre dice que toda la gente bajo ocupación tiene derecho a defenderse. Es algo muy claro. Estamos hablando de una organización internacional. ¿Y por qué todo el mundo está ciego, no quiere ver la verdad? Israel es un país ocupante, y la gente tiene derecho a defenderse de eso. No hay terrorismo en un lugar ocupado».

«Dos Estados me parece una solución lógica. La gente quiere vivir en paz: tienen que hacer algo, tienen que confrontar al gobierno de Netanyahu, una persona que solo quiere el poder. No solo quiere matar a los palestinos, quiere matar a los israelíes. No quiere dejar el poder. Por eso está como un monstruo», dice Abusharekh, que cree que «el Estado de Israel tiene una estrategia para sacar más tierras, para echar más gente, para matar más gente. No depende de una persona o de un primer ministro; el primer ministro es un empleado que estará cuatro años o lo que sea en el gobierno y después se va. Pero la estrategia del Estado de ocupación israelí es algo muy fijo. Entonces, nuestro problema es con toda la doctrina del Estado de ocupación israelí. Si se va Netanyahu ahora, el siguiente es obvio que va a ser peor, porque la mayoría del mundo no habla, no reacciona. El camino está abierto, por esto también, para hacer otra masacre contra los palestinos. Entonces, la única solución entre nosotros, la gente de Palestina, los dueños de la tierra, es que vivamos juntos».

SER UN DESPLAZADO PALESTINO

Por fuera de izquierda o derecha, Abusharekh reclama una reacción fuerte en respuesta a la masacre contra su pueblo. «La injusticia duele. Como gobierno muy importante en América Latina, Uruguay tenía que decir la verdad», y se pregunta: «¿Por qué somos ciegos?». «Espero que el gobierno de la izquierda empiece a reaccionar para mandar un mensaje fuerte para parar la masacre», exclama con desesperación. «¿Qué más quiere el mundo para abrir los ojos? Entiendo que el gobierno tiene intereses con Israel, pero no es un pretexto para negar el derecho de otra nación.» Abusharekh agrega: «La verdad agradezco a la gente, estoy muy orgulloso de la gente de Uruguay que dijo “hay que parar el genocidio”. Las protestas me dan esperanza de que la gente, en serio, empezó a ver».

Ayman Abusharekh es uno de los miles de palestinos forzados a dejar su tierra. Viviendo en Turquía conoció a una argentina que se convertiría en su esposa. Luego se mudaron a Sudamérica. Se instalaron en Argentina, donde Abusharekh consiguió la ciudadanía y un pasaporte que le permite moverse por el mundo con mayor libertad, pese a que a veces sigue cargando con los prejuicios ajenos en los cruces fronterizos. Actualmente, por motivos laborales, oscilan entre Argentina y Uruguay.

Los palestinos padecen el desplazamiento forzado desde la Nakba («catástrofe») de 1948, año en que inició el proceso de colonización israelí, que con los años se transformó en un régimen de apartheid y hoy en un genocidio. El padre de Abusharekh, Fahmi, años atrás tuvo que emigrar a Arabia Saudita, donde sobrevivió durante muchos años padeciendo condiciones de informalidad y diferencias sociales por ser palestino, por no poder acceder a una ciudadanía, siempre con el temor de ser deportado, él y su familia. Fahmi volvió a Palestina, a la Franja de Gaza, a su tierra, en 2014.

Hoy, Abusharekh se plantea ser un portavoz de su pueblo. «Quiero que todo el mundo sepa lo que pasó con mi familia. Lo que pasó fue una masacre, fea como nunca. La mayoría de mis familiares quedaron hechos pedazos. ¿Te imaginás? Mi hermano Ahmad, que sobrevivió al primer bombardeo, tuvo que reconocer todos los cuerpos… los pedazos de mis familiares. Imaginate el dolor que tuvo, por eso no aguantó más de 28 días y se fue también. Fue un dolor como nunca. No tenés más de 38 años y tuviste todo eso en tu vida. Viviste guerras y guerras, masacres y masacres… ¿para qué? Pido la paz, por favor. Por eso nunca voy a perder una oportunidad de pedir la paz.»

«Quiero que la gente me escuche bien: acá estoy, soy una víctima de una masacre, soy una víctima que perdió a 33 familiares. Por favor, hagan algo. Si es necesario voy a hablar en frente de toda la gente. Por favor, hay que pararlo. La Unión Europea tiene peso para hacer algo. Tiene peso para parar la masacre. Tiene peso para solucionar el problema entre nosotros y ellos, tiene peso para frenar la ocupación. Dos Estados. Que vivamos en paz, sin guerra, sin masacre, sin matanza. No lo digo solo por ahora, para nuestra generación, sino para las generaciones que vienen.»

—¿Quisieras volver a tu tierra?

—Claro, lo voy a hacer, pronto. 

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