En una época que ha desterrado la escritura epistolar para ofrecer a cambio, por virtud del desarrollo tecnológico, no ya innúmeras formas de comunicación interpersonal, sino la posibilidad de establecer un contacto permanente con el otro, puede parecer un acto de arqueología enfrentarse a un volumen de cartas, escritas en un tiempo en el que elementos como el papel, el sobre, el sello, el matasellos y la figura del cartero (de gorra y bolso cruzado sobre la espalda) formaban parte del diario vivir. La redacción de cartas no representó solo una forma escritural dispuesta en la materialidad del espacio, sino, y sobre todo, un modo de comunicación desplegado en el tiempo, que la inmediatez de los métodos actuales ha vuelto poco práctica. Ante la eficacia del correo electrónico o el WhatsApp,...
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