Con el profesor Hassan Mamari: Hermano del hombre - Semanario Brecha
Con el profesor Hassan Mamari

Hermano del hombre

Mil y una noches podríamos escucharlo pronunciar ese lenguaje con el que Dios, a través del Corán, selló la rectitud. Hassan Mamari, profesor grado 5 de lengua y literatura árabe en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, nació en Siria, vive en Uruguay hace medio siglo e integra el equipo solidario que recibirá a los refugiados de su terruño.

Hassan Mamari

—¿Qué tres obras literarias, con perdón del reduccionismo, nos aproximan a la sensibilidad árabe?

—Coincido con un gran historiador en que son cuatro: Al-Amali, de Abu Ali al-Qali; Al-Bayan wa Al-Tabyin, de Al-Yahiz; Al-Kamil, de Al-Mubarrid; y Al-Aghani (Las canciones), de Abulfaraj al-Isfahani, 24 tomos (gira para señalarlos en su biblioteca de la Facultad de Humanidades) que reúnen toda la literatura árabe preislámica e islámica, hasta el siglo VIII. Cuando esta obra fue publicada, en el siglo IX, un rey que acostumbraba viajar con una caravana de libros los sustituyó a todos por éstos.

—Aquí no accedemos a esos libros.

—Occidente conoce la literatura árabe a través de Las mil y una noches, y de España. El Renacimiento comenzó en Córdoba 300 años antes que en Florencia, entre otras cosas por todas las traducciones de filosofía, medicina y ciencia griegas que introdujeron los árabes. Córdoba fue un centro de irradiación de estos conocimientos, y provocó mucho “contrabando” de libros árabes en Lisboa, París, Toulouse. Hasta el número cero recibió Occidente de Arabia.

—¿Encontramos los libros mencionados en Montevideo?

(Su biblioteca sigue proveyendo.) Para la cultura árabe tienes éste, Al-Muqaddimah, Introducción a la historia universal, de Ibn Jaldún, y éste, El collar de la paloma. Tratado sobre el amor y los amantes, de Ibn Hazm de Córdoba, traducido del árabe por Emilio García Gómez y con prólogo de José Ortega y Gasett, Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid, 1952. Y también La literatura árabe, de Francesco Gabrielli, Editorial Losada, Buenos Aires, 1971. La Facultad ha traído ediciones nuevas de algunos.

—¿Hay un sentimiento que atraviese esta literatura?

—El hombre hermano del hombre. Tenemos poesía que habla contra el imperialismo, el colonialismo, las guerras, la resistencia a las dictaduras; una dictadura me puso preso en Siria y el autoritarismo también me encarceló en Uruguay. Si la literatura no contribuye a la libertad y a la paz humanas pierde bastante sentido, ¿no crees? Cuando la Comedia Nacional puso Las mil y una noches en el teatro Solís, me llamaron para dar una conferencia sobre la influencia del islam en ese texto. Yo dije que en el siglo IX un tirano que invadió Bagdad arrojó todas las obras literarias al río, que quedó negro de tinta. Y otro tirano del siglo XXI, George Bush, hizo lo mismo, pero con toda la ciudad. Esta vez el río quedó rojo.

TENDERO LICENCIADO

—¿Qué lo trajo a Uruguay?

—Historia larga. Tenía 27 años cuando llegué, en 1963. En Siria había estado preso porque en 1957 asistí, invitado por el Partido Comunista, al Festival Internacional de la Juventud, en Moscú.

—¿Estaba afiliado al partido?

—No, pero como profesor progresista, amigo de todos… (risas). Siria conoció sólo cuatro años de libertad, de 1954 a 1958; después, todo autoritarismo. Cuando regresé del viaje a Moscú publiqué en un semanario de Homs, pueblo donde nací, cuatro artículos que hablaban de la amistad árabe-soviética, y de literatura y teatro ruso. Chéjov, Tolstoi, Pushkin, nada que ver con comunismo (risas). Vino a buscarme la policía secreta de Gamal Abdel Naser al colegio donde daba clases, y me tuvieron un año preso sin siquiera preguntarme el nombre. Salí porque mis padres consiguieron mi libertad, pero me prohibieron dar clases y salir del país. Escapé igual, al Líbano, donde conseguí empleo como profesor de lengua y literatura árabe, y pedagogía; de todas estas disciplinas tengo título universitario. Después pude regresar a Siria, y como quería hacer un doctorado, que mi país no ofrecía, viajé a París y luego a Génova. Estando allí, a punto de regresar a Siria, me entero de que habían dado un golpe de Estado. Era el 8 de marzo de 1963. Mi hermano, que ya estaba aquí con su tienda, me dijo por teléfono: “Ven a visitarme, en Uruguay son todos tranquilos”. Vine, y un tío que estaba bastante enfermo se empecinó en venderme, en cuotas, su tienda. Yo le dije: “Tengo un título, mi futuro está en el estudio”. Él insistió: “Para atender el comercio no necesitas título”. Al final la compré.

—¿Dónde estaba?

—En el Cerrito de la Victoria, General Flores e Industria, frente al Club Rentistas. Cuando mi padre se enteró de que había pasado de profesor a tendero no podía creerlo. Porque allá sólo los ricos accedían a estudios universitarios.

—Y en 1973 el golpe lo agarró acá.

—En 1972 yo daba un curso de literatura árabe en la vieja Facultad de Humanidades, de la Ciudad Vieja. Antes, en 1968, Pacheco, con una artimaña, cerró mi tienda y me puso preso diez días en el Destacamento de Artillería número 5, allá en Burgues. Yo escribía en árabe, venía un sargento y preguntaba: “¿Qué escribe?”. “Lea”, respondía yo, y le daba el papel. “¿Qué dice?”, preguntaba él. “Vaya a aprender”, respondía yo. En 1973 vinieron mis padres a visitarnos y me fui con ellos, que siguieron hacia Damasco. Yo me quedé en París, haciendo mi doctorado. En 1980 Irak dio a la Federación Árabe un millón de dólares para promover la difusión de la cultura y el idioma árabe, acá crearon la cátedra respectiva y me convocaron para dar cursos por 1.000 dólares mensuales. Acepté, vine y ya no me fui más; también voté por primera vez.

—En el plebiscito contra la dictadura.

—Claro, era ciudadano legal uruguayo desde 1969, pero fue la primera vez que pude votar. En 1971 no votaba, pero a mi casa del Cerrito iban desde Crottogini hasta los suegros de Zitarrosa, que eran clientes de la tienda. Fundé el Frente Amplio, yo (risas).

—¿Cómo se llamaba la tienda?

—Fares, el nombre de mi tío. Significa “el guerrero”; faras significa caballo y el-fares es el guerrero que anda a caballo. De ahí la palabra alférez. Todas las palabras que en español comienzan con “al” tienen origen árabe: almohada, alcohol, aljibe, azúcar, aceite, aceituna, aduana. Yo aprendí español en la tienda, primero, y leyendo Marcha después.

URUGUAYO COLOQUIAL

—Integra el equipo de la Facultad de Humanidades que recibirá a los refugiados sirios. ¿Qué priorizará en esa tarea?

—Comparado con el horror que los expulsa, vienen a un paraíso. Lo mejor que puedo aportarles es la capacitación en árabe coloquial que estoy dando a los ex alumnos que aceptaron acompañarme. Soy un uruguayo que toma mate y escucha a Gardel sin olvidar sus raíces sirias (trae unas fotos sepia y me las va pasando con íntima morosidad). Mis alumnas del colegio ortodoxo, en Homs.

—¿Es islamista, Hassan?

—Fui bautizado en la Iglesia Ortodoxa, la religión de mi familia. Pero me guío, en esta cuestión, por un dicho árabe: “la religión para Dios, la patria para todos”. Creo que matar por creencias siempre ha sido y será una obscena barbarie. En cuanto al Corán, es el fundamento de nuestro idioma y, en tanto habla de Dios, inmodificable. Dios dijo: “Les mando el árabe como indicación del camino recto”. Lo leemos, escribimos y hablamos igual hace 1.500 años.

Artículos relacionados