La última vez que lo vieron fue el 31 de enero de 2009. Hay testigos que vieron cómo un pibe de campera blanca era metido a golpes a un patrullero. Después, el silencio. Según relata una nota de ese año de la revista Mu, la policía tardó 35 días en comenzar la investigación de su desaparición y sólo lo hizo cuando la familia empezó a denunciar la misma. Luciano tenía 16 años y vivía con su madre y sus dos hermanos más chicos. El mismo periódico cuenta de “otros vínculos”: la policía lo hostigaba porque Luciano se negaba a robar para ellos. Ya lo habían detenido y golpeado el año anterior.
Hay testigos que afirman que lo vieron por última vez en el destacamento policial de Lomas del Mirador. Los ocho policías que estaban de guardia esa noche fueron desplazados de sus puestos recién en 2013. En la causa judicial, fueron citados como testigos pero no emplazados.
Según cuenta Infojus Noticias, el hallazgo del cuerpo se hizo mediante el cotejo de las huellas de Luciano con los registros de la policía científica. Según el parte oficial, a Luciano lo atropelló un auto en la autopista General Paz, frente a una garita policial. Fue llevado al Hospital Santojanni y operado y falleció a la mañana siguiente. Luego lo enterraron como NN. La explicación no convence tampoco a la justicia.
El caso de Luciano es paradigmático pero no es el único. “Hay más de 3 mil pibes muertos por gatillo fácil y más de 200 desaparecidos en 31 años de democracia”, dijo Vanesa Orieta, su hermana mayor. Y analizó en una nota del diario ibérico El País: “Se habla del gobierno de los derechos humanos, pero la violencia institucional no se resuelve”.