El clima era festivo y la audiencia, multitudinaria. Las instalaciones del Salón Azul resultaron insuficientes para albergar a un público que casi duplicaba las 400 localidades disponibles. Los que se quedaron afuera, se quedaron afuera. Esto no es un juego de palabras.
La gente no se fue. Permaneció agolpada en la puerta, intentando escuchar, parada en puntas de pie para ver.
No fue lo único inusual. Si bien es sabido que las salas de conferencias de la IM se alquilan para eventos, resulta raro asistir a un acto político en las entrañas mismas de la Intendencia en plena campaña electoral.
“¡Que no se detengaaaa!”, voceaban los parlantes, mientras las pantallas pasaban el videoclip del yingle del Frente Amplio en loop, que, al estilo de “We Are the World”, la campaña de Usa for Africa de 1985, muestra el franco apoyo de un buen número de músicos al partido de gobierno.
La entrada de Tabaré Vázquez a la sala, seguido por Sendic, fue recibida con largos aplausos, cantos y banderas. En el estrado se acomodaron los referentes invitados: Marianella Morena –directora de teatro y dramaturga–, Martín Papich –director de Tevé Ciudad y ex director del Instituto del Cine–, Carolina Asuaga –contadora especializada en economía de la cultura– y Hugo Achugar –director nacional de Cultura–. El maestro de ceremonias era el ex ministro de Economía Álvaro García.
Era inevitable que uno se preguntara por la conformación del panel, sobre todo cuando se especifica que son los referentes, en materia cultural, del eventual próximo gobierno. Uno de los tests para detectar desórdenes cognitivos es pedirle al paciente que ordene un conjunto de madejas de lana de distintos tamaños y colores. La imposibilidad de elegir un criterio único y mantenerlo a lo largo de toda la tarea indica que algo no anda bien. Si uno empieza a ordenar desde el más grande al más chico y a la mitad empieza a ordenar de más oscuro a más claro, hay problemas. En el caso del panel uno empezaba por la punta izquierda y pensaba ¿por área artística? “teatro (Morena), cine y televisión (Papich)… y al llegar a la contadora especialista en economía de la cultura, Carolina Asuaga, todo se desbarataba. Si pensábamos que se trató de reunir a especialistas en gestión cultural, Morena quedaba aislada en la categoría unipersonal “creadores”. Había sólo dos opciones: o bien el panel no se había armado siguiendo un criterio representativo fácilmente legible, o el paciente tenía problemas cognitivos. Pero pronto la conformación del panel se volvió significativa. Por accidente.
NO SE MIDE. Antes de darle la palabra a los referentes, Álvaro García leyó una larga lista de personalidades de la cultura que habían sido invitadas para la actividad pero que no pudieron participar. Luego, se exhibió un video donde el director de teatro Gabriel Calderón explicó los avances en materia cultural de los últimos años. Y así, con el apoyo de muchos creadores que la precedían con entusiasmo, tomó la palabra Marianella Morena, quien comenzó hablando sobre sus dudas respecto a qué decir y cómo decirlo y declaró que su decisión había sido “elegir la palabra por encima de la emoción que es lo que más me caracteriza”. Tras repasar los logros alcanzados en los últimos diez años de gobierno frenteamplista (fondos, subsidios, becas, leyes, institucionalidad fortalecida), sus equipos y capacidad integradora, Morena basó su discurso en “lo que no entra en estadísticas ni en números, lo inasible, lo inmedible ¿cómo se mide un sueño, la felicidad o la utopía, el poder de transformación que tiene la cultura en el ser humano?”. Y concluyó diciendo algo que resonaría en el resto de los panelistas: “Supongamos que hay un espectáculo pero solamente hay diez espectadores. ¿Qué pensaríamos? Que es un fracaso, pero ¿qué pasa si esos espectadores son un maestro, un profesor, un médico, un productor rural, un empresario, un estudiante, un albañil, un taxista, un conductor de ómnibus y un mozo? ¿Qué pasa si ellos son modificados a un punto que todos sus trabajos y su vida también lo son? ¿Se puede medir ese alcance? ¿Podemos medir ese beneficio? No. No lo podemos medir”.
SÍ SE MIDE. Es improbable que Morena haya previsto que su discurso contrastaría tanto con lo que vino a continuación, ni que la divergencia accidental iba a poner de manifiesto el cambio cultural que se operó en Uruguay a fines de los ochenta hacia el país del protagonismo de los números. Ya en 1989 el profesor Achugar pedía para la cultura gestión y medición. Y no solamente lo pedía, sino que más tarde lo instrumentaba, desde fuera y desde dentro de la administración pública.
Y por ese rumbo anduvo el panel, con matices. Papich habló de cómo la industria audiovisual se había transformado de una actividad inviable en los años noventa hasta su desarrollo actual, e hizo un minucioso repaso de los caminos que se tomaron para alcanzarlo, hasta llegar a que la actividad hoy gire en torno a un valor bruto de 350 millones de dólares. Se refirió también a la alianza estratégica entre la producción nacional, la televisión y las telecomunicaciones, las nuevas carreras profesionales generadas, así como los puestos de trabajo, que rondan los 5 mil. En el debe, Papich señaló la preservación del patrimonio y suscribió los puntos de acuerdo alcanzados por el sector en el Compromiso Audiovisual.
Por su parte, la contadora Asuaga intervino para mostrar cómo “la mirada económica que le damos a la cultura no es tan negativa como se cree, al contrario y espero convencerlos. A los que no pueda convencer, piensen que me va peor cuando trato de convencer a los contadores que la cultura es un sector interesante para trabajar”. Se refirió a la medición del sector, que representa el 1 por ciento del Pbi, que parece un porcentaje bajo pero que, por ejemplo, es más alto que el del sector textil. Además, en 2009 la cultura dio empleo a 20 mil personas y facturó más de 500 millones de dólares, en gran parte debido al sector audiovisual.
Por su parte, Achugar se refirió a la necesidad de pensar a largo plazo, sobre la institucionalidad cultural y las políticas de Estado para la cultura. Se refirió, además, a la necesidad de contar con una ley nacional de cultura. “La necesidad de sistematizar, de ajustarse a los cambios y transformaciones que hemos venido teniendo en las últimas décadas en relación con la cultura, no puede esperar más. (…) El acuerdo sobre la necesidad de avanzar hacia un Plan Nacional de Cultura firmado de forma unánime en abril de este año por los directores de Cultura de todas las intendencias del país junto con el Mec muestra que existe una voluntad de trabajar hacia la construcción de una política pública en materia de cultura como política de Estado.” Achugar señaló que se ha avanzado en el mismo sentido con diversos sectores, así como en el congreso de cultura Pit-Cnt. “El Plan Nacional de Cultura que el Uruguay necesita no se edifica de la nada”, dijo. Y enumeró los fondos y estímulos, leyes e infraestructura creados, detallando la importancia económica del sector, para terminar citando a Ángel Rama: “Es hora de sincronizar el reloj de las políticas públicas en cultura de nuestro país con los relojes de los otros países de la región y sus realizaciones en políticas culturales. Es tiempo de continuar y afirmar lo hecho pero construyendo a nivel de instituciones y normas que todavía no hemos terminado de alcanzar. Hacerlo honra a diversas manifestaciones culturales y a nuestros artistas. Pero más importante aun, esto honraría a un país que mucho ha avanzado y a un país que reafirme la autoestima de la creación y la imaginación, porque eso es lo que debemos consolidar. Una cultura de acuerdo nacional y de respeto por la diversidad, que tenga la madurez de pensar a largo plazo una política de Estado para la cultura” .
Y si bien la cita calza perfectamente, habría que señalar que Rama murió en 1983.
¿SE MIDE? Dado que el conflicto de la mensurabilidad sobrevoló cada discurso posterior, hasta Álvaro García intervino: “Hay una canción del enorme cantautor uruguayo Fernando Cabrera que dice: ‘Que nadie me mida el corazón’, y ahí estamos de acuerdo con Marianella. Ahora, como contador y amante de la cultura también estoy de acuerdo con Carolina en que los bolsillos se pueden medir”. Y le dio la palabra a Tabaré Vázquez.
En sus alocuciones y aunque no se habían puesto de acuerdo, Achugar había coincidido con Papich en que era el momento “de dar el salto cualitativo”. Y ese fue el punto elegido por Vázquez para comenzar su discurso. “Les puedo asegurar que un tercer gobierno del Frente Amplio va a dar el salto cualitativo”, dijo, y desató una salva de aplausos. “Hemos avanzado mucho pero no es suficiente: tenemos que seguir avanzando y concretar un Plan Nacional de Cultura que respete la diversidad y la riqueza cultural, para poder impulsar una ley nacional de cultura que consolide efectivamente una política de cambio. Este plan y esta ley deberán reorganizar la cantidad de apoyos, fondos e instituciones ya existentes a nivel nacional, en diálogo con los responsables y agentes de todo el país. (…) Hay otra ley impostergable. (…) Nos referimos a la necesaria ley de regulación de los servicios de comunicación audiovisual que forjará un cambio sustancial no sólo para los artistas y creadores de nuestro país, sino para los ciudadanos que tienen derecho a un servicio de calidad, que al mismo tiempo permita proteger y promover, dando oportunidades a nuestra rica producción nacional. Este es un compromiso que asumimos y que desarrollaremos con prioridad en la próxima administración.”
Vázquez concluyó citando al poeta Juan Cunha: “Si soñamos fue con realidades”, aunque se abstuvo de aclarar si los sueños se miden o no, mientras volaban los aplausos y volvía, implacable, el yingle.