Aquella noche de mediados de 1999 las cosas venían mal para Francisco Casal y los ex jugadores Enzo Francéscoli y Nelson Gutiérrez. Afuera hacía frío pero dentro de la Asociación Uruguaya de Fútbol el clima estaba caliente. En la Asamblea de Clubes había mayoría de presidentes que pensaban aceptar una oferta de 82 millones de dólares para vender los derechos televisivos del fútbol uruguayo. La oferta era por diez años y exclusivamente para el fútbol local, quedaba fuera la selección uruguaya.
Cuando la puerta de la asamblea reservada para los directivos se abrió de forma intempestiva, los dirigentes abrieron los ojos y cerraron la boca. Casal, Francéscoli y Gutiérrez irrumpieron enojados. Alguien desde adentro les avisó que el tema estaba entreverado y entraron a arreglarlo de la manera que mejor les sale. “Casal empezó a señalar uno por uno a los directivos a los gritos. Decía: ‘Vos me debés favores, vos me debés favores’. Cuando me lo dijo a mí le contesté: ‘Epa, epa, Casal, yo no le debo nada a usted’. Y Casal me respondió: ‘Usted no, pero todos los demás sí’”, me contó quien en ese momento era presidente de Liverpool, Fidel Russo, hoy fallecido. Liverpool fue uno de los tres que se negó a votar la oferta de Casal de 50 millones de dólares por diez años a cambio de los derechos del fútbol local y de la selección uruguaya. Los otros dos clubes fueron River y Nacional.
Fue un digno inicio de la era Tenfield, la primera muestra de lo que sería la convivencia con una empresa que no admitiría el disenso.
Lo corroboré algunos meses después cuando desde Tenfield me convocaron a una reunión junto a Joel Rosenberg. Nos ofrecieron trasmitir los partidos de la B. Dijimos que no. El empleado nos pasó el mensaje: lo más conveniente era aceptar porque los programas deportivos que no fueran de la empresa desaparecerían de las pantallas privadas. Y eso ocurrió. En esos canales no queda un solo programa deportivo sin el visto bueno de Tenfield. Años más tarde volvieron a ofrecerme trabajo y volví a responder que no. Si el que no está de acuerdo con Casal o Tenfield es un dirigente se lo aparta de la Auf, si es un jugador se le corta la carrera, si es un técnico se le cierran las posibilidades de dirigir, y si es un periodista se lo intenta censurar. Desde 1999 en el fútbol uruguayo no se puede discrepar. Hay decenas de ejemplos al respecto.
Su modus operandi incluye amenazas, intimidaciones, persecuciones. Así se manejaban en 1999 y así se manejan en 2014. Aunque no deja de sorprender la capacidad para superarse a sí mismos que tienen a la hora de ejecutarlas. Uruguay creó un monstruo indeseable. Lo dejaron crecer y nadie hizo nada. Un monstruo capaz de amenazar dos veces a Sebastián Bauzá, en ese momento presidente de la Auf, sin que nadie se asombre. Casal no descansó hasta que sacó a Bauzá de la Auf. Para lograrlo contó con la claque que se hace pasar por dirigente de los clubes del fútbol uruguayo, con su tropa con micrófono dispuesta a cualquier cosa y también, deliberada o no, con la ayuda del presidente de la República, José Mujica.
EN LOS MEDIOS Y EN LA POLÍTICA. Mujica tuvo una relación muy cercana a Casal desde que asumió, al punto tal que viajaron juntos a España y que el mandatario recomendó a los presidentes de Peñarol y Nacional, en un almuerzo del que también participó el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, que los derechos siguieran en poder de Tenfield.
Es burdo intentar ocultar que el poder de Casal va mucho más allá del fútbol. Alguno tal vez lo haga por ingenuidad. La mayoría lo hace por interés o por comodidad. Da tranquilidad, cobijo, visibilidad, estar a la sombra de un árbol de ese tamaño.
Puede dar fe de ello el ex ministro de Turismo y Deporte Héctor Lescano, quien osó defender la legitimidad e independencia de la Auf. Gutiérrez lo atacó de manera furibunda en una nota publicada en El País el 16 de mayo de 2011 y firmada por el periodista deportivo José Mastandrea, que también trabaja en Tenfield. Mastandrea le hizo una entrevista sin preguntas y allí Gutiérrez acusó a Lescano de haber “despilfarrado, sin ton ni son, cuantiosos fondos públicos”. El vicepresidente de Tenfield estaba tratando, cuando menos, de irresponsable en el manejo de dinero de todos los uruguayos a un ministro de su gabinete, pero Mujica no dijo ni una palabra. Tiempo después Liliam Kechichian asumió la cartera en remplazo de Lescano. El presidente de la República dijo que el cambio era para “renovar”.
Otros triunfos más recientes de Casal fueron recibir un canal de tevé digital y lograr que se archivara la denuncia por defraudación tributaria que le hizo la Dgi. A esa victoria también ayudó Mujica.
En febrero el ministro de Economía, Mario Bergara, dijo en el Parlamento que la Presidencia archivó el caso por un dictamen no vinculante del fiscal de gobierno, Daniel Borrelli. El otro fiscal, Miguel Toma, y el asesor externo contratado por el Ministerio de Economía, sostuvieron que Casal no había defraudado pero sí que debía los impuestos. “Se trata de por lo menos 2.190 instrumentos que tienen vicios en cuanto a su presentación, reñida con las normas formales”, explicó Toma. Lo mismo pensaban el ex ministro de Economía Fernando Lorenzo, el vicepresidente de la República, Danilo Astori, y los ex directores de la Dgi Nelson Hernández y Pablo Ferreri. “La justicia penal laudó que no había fraude y todos los fallos han estado en contra de la decisión de la Dgi”, sostuvo Mujica, entrevistado en el programa Primera vuelta de Tevé Ciudad por el periodista Ricardo Scagliola.
El dato que dio el presidente es incorrecto. La Dgi sólo perdió en la justicia penal, donde la fiscal Dora Domenech pidió el archivo del caso sin dar oportunidad a un juicio. Pero la Dgi ganó el caso en la justicia civil dos veces, en primera y en segunda instancia, y en el tribunal de apelaciones el fallo contra Casal fue por unanimidad. Además, en el Tribunal de lo Contencioso Administrativo el juicio aún no tenía resolución. Fue la primera vez que un gobierno intervino en la historia nacional de la tributación. El Poder Ejecutivo cerró el expediente el 21 de noviembre de 2013.
El poder del empresario también silencia a la oposición.
Cuando Bergara fue al Parlamento para hablar del juicio, el senador Luis Alberto Lacalle se refirió a un empresario “perseguido” y a “la envidia” que le tenían los uruguayos. Dio vergüenza ajena. “Voy a ver cómo lo manejamos, pero viste que el tema no es sencillo ¿no?”, me contestó un importante senador blanco con quien intercambié algunos mensajes sobre el silencio de su líder respecto de la forma en la que Casal destituyó a Bauzá.
Además, el empresario hace lo que tiene ganas con los medios de comunicación. En estos años manejó los canales privados a su antojo y contó con un círculo de aduladores en radios y diarios dispuestos a defenderlo de los pocos periodistas críticos. Incluso algunos que en su momento lo cuestionaban hoy lo colocan como mártir. Tal es el caso del diario El Observador, que hace pocos años lo comparaba en tapa con Al Capone y hoy lo trata de Caperucita Roja.
Así se mueve Casal. Sin límite, como el nombre de uno de los programas de su canal, tal vez el mejor autohomenaje que alguien se haya hecho jamás.
LOS GOLES COMO ELEMENTO DE EXTORSIÓN. Quitarle los goles a Canal 4 para exigirle que eche a Bardanca y que rompa un acuerdo comercial con la cadena Fox es algo normal. Antes lo hicieron en Canal 5, cuando la directora era Sonia Breccia, y cuando se les complicó la negociación con algún cable. Por la fuerza, de pesado, exhibiendo de forma obscena su poder. Esa ha sido la forma de operar desde el primer día.
La denuncia que Canal 4 hizo ante la Ursec señala que es “manifiestamente abusivo que, para silenciar a un periodista que en ocasiones emite críticas acerca de Tenfield y de su presidente, Francisco Casal, se exija a Monte Carlo que despida a ese periodista”.
En estos años me hice varias preguntas con respecto a Tenfield. ¿Cómo una empresa que trasmite en vivo los eventos más populares, que emite los partidos de la selección uruguaya, de Peñarol, de Nacional, el básquetbol, el ciclismo, el Carnaval y todo lo que se le ocurra trasmitir, tiene una imagen tan negativa?
¿Cómo puede ser que esa empresa, que controla los principales medios de comunicación, que no recibe críticas en los informativos de tevé, que emplea a los periodistas con mayor penetración, que tiene una radio deportiva a su disposición, que tiene su propio mundo en cable, sea despreciada por la gente?
¿Cómo es posible que un minúsculo grupo de periodistas, a los que Tenfield se encargó de correr hacia un espacio lateral en los medios de comunicación, sean bien considerados sólo por decir una verdad que rompe los ojos?
Mi hipótesis es que la gente es mucho más inteligente de lo que algunos creen. Y que, sólo por eso, no todo está perdido. Sin embargo, me atemoriza que un día seamos incapaces de ver lo que tenemos delante de nuestros ojos. Algo similar a lo que les sucede a los personajes de Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. Que no sea demasiado tarde cuando lleguemos a la misma reflexión que hace, en el final del libro, el médico que lo protagoniza: “creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven. Ciegos que, viendo, no ven”.