Si hay un fenómeno de productividad literaria que excede todos los parámetros conocidos, ese es el caso de Georges Simenon. Los datos sobre la cantidad de novelas y cuentos que publicó difieren según las fuentes. Algunas le endilgan 400 obras, pero aun quedándose con la modesta cifra que da la Wikipedia, el escritor francés habría escrito 117 novelas, más las 75 protagonizadas por su personaje más famoso, el inspector Jules Maigret, al que le dedicó además 28 cuentos largos, o nouvelles, según se quiera. Para completar, vendió más de 500 millones de libros, fue traducido a más de 50 lenguas y en sus obras se basaron más de 50 películas. Stephen King y Agatha Christie uniendo sus acciones no lo superan.
Nacido en 1903, muerto en 1989, Simenon fue periodista, bohemio, mujeriego –se cuenta que una vez declaró haberle hecho el amor a 30 mil mujeres, lo que no pudo ser confirmado–, y afinó su oficio en la crónica policial, en la curiosidad por todo tipo de ambientes y personajes y en unos 30 libros que publicó con seudónimo, mientras iba asegurándose la posesión de un lenguaje y un estilo propios. No es fácil ahora encontrar en Montevideo los libros de Simenon, aunque con suerte llegarán los que una editorial española comenzó a re-publicar no hace mucho.
Por el momento la manera más fácil de acercarse a él es la serie de películas del inspector Maigret que Eurochannel emite los fines de semana. En ellas el inspector es interpretado por Bruno Cremer, ya que el personaje que vio la luz pública en 1931 tuvo varios rostros: los de Pierre Renoir, Harry Baur, Charles Laughton, Michel Simon, Michael Gambon, Jean Gabin, para nombrar apenas a los mejores. Cremer es el último Maigret, y Renoir fue el primero, en La nuit du Carrefour, dirigida nada menos que por Jean Renoir en 1932. Porque a Maigret le dedicaron su atención directores de primera línea; además de Renoir, gente como Julián Duvivier, Maurice Tourneur, Henri Verneuil, Pierre Granier-Deferre. Claro que Simenon no sólo llegó al cine de la mano de Maigret; también lo hizo con muchas de sus otras novelas, siendo quizá L’horloger de Saint-Paul, realizada en 1974 por Bertrand Tavernier, y Monsieur Hire, dirigida en 1989 por Patrice Leconte, las que los lectores cinéfilos puedan tener más presentes.
Eurochannel repite mucho los capítulos de Maigret –no sólo a Maigret, y no es el único canal con manías repetitivas–, pero tiene la gentileza de emitir de vez en cuando alguno que quizá se pasó hace tanto que el televidente no lo vio, o lo vio pero tuvo tiempo de olvidarse de lo sustancial. La serie, al fin y al cabo, culminó en 2005 y Bruno Cremer murió en 2010. Y además Maigret es adictivo, y quienes lo siguen quieren seguir siguiéndolo. Tipo maduro, alto, voluminoso, siempre mordiendo su pipa, reflexivo e irónico, mandón y paciente, capaz de establecer relaciones de confianza con los personajes del más bajo o del más alto mundo, de crear ambiguos lazos con algunos que evidentemente quieren engañarlo o seducirlo –mujeres sobre todo, porque a diferencia de su creador Simenon, Maigret es un marido fiel, aunque si le conviene puede disimularlo–, este inspector busca hacer justicia, claro está, pero queda implícito en cada situación que también busca comprender. Esta serie se ambienta a fines de los cincuenta o quizá comienzos de los sesenta, un mundo –París y ciudades de provincia, pero también a veces con escapadas a otros lugares, como Finlandia– donde abundan las fondas, los bodegones, las pensiones con huéspedes variopintos, los cabarets, donde los personajes comen, beben y fuman, y, lo que da a cada resolución un tinte muy oscuro, cuando en Francia todavía funcionaba la guillotina. Igual, Maigret puede salvar algunas cabezas, cuando encuentra a algún victimario que además es víctima.
Lo que Maigret no podrá aclararnos es cómo diablos Simenon pudo encontrar sin repetirse tantas tramas y tantos personajes, dotándolos siempre de una humanidad tan creíble. Los misterios policíacos parecen ser más sencillos que los de la creación.