Fidel Castro la llamó una vez “el ministerio yanqui para las colonias en América Latina”. Desde que fue expulsada en 1962 –cuando el uruguayo José Antonio Mora fungía como secretario general– Cuba percibió a la Organización de Estados Americanos (Oea) como un instrumento de intervención de la Casa Blanca en América Latina.
Hoy los tiempos de la Guerra Fría han pasado y la organización se encuentra en una fase de reperfilamiento que tiene en la asunción de Luis Almagro su último jalón. En su discurso de toma de posesión el ex canciller uruguayo dejó en claro que el bloque será más permeable a otros procesos de integración latinoamericanistas como la Unasur y será altamente sensible al espíritu aperturista de Estados Unidos hacia Cuba.
Quizás la muestra más clara de los nuevos tiempos que corren fue la referencia a Raúl Sendic (padre) que Almagro hizo en su discurso del miércoles en la sede de la Oea en Washington, a pocas cuadras de la Casa Blanca. Citando al líder tupamaro dijo: “Si nos ponemos a discutir sobre las cosas que vemos diferentes vamos a pasar una vida discutiendo, si trabajamos en lo que estamos de acuerdo vamos a pasar una vida trabajando”.
Su discurso estuvo a tono con el perfil latinoamericanista y la vieja prédica de la construcción de la patria grande con la que insistió mientras fue canciller en Uruguay. “Mi recorrido por las Américas en estos meses me ha transformado. Soy menos local y más americano, y eso se lo debo a ustedes”, dijo el canciller, dirigiéndose a los delegados de los 33 países miembros que lo votaron (sólo se abstuvo Guyana), en la sesión de la Asamblea General del miércoles.
Cierto es que Almagro concurrió a ese mitin como único candidato, luego de que el postulante de Guatemala, el ex vicepresidente Eduardo Stein, y el aspirante peruano, Diego García Sayán, se retiraran. Pero un aval de esta magnitud debe también su explicación al apoyo político implícito que Almagro recibió de José Mujica quien, transformado en una voz de referencia mundial, terminó catapultando al ex canciller a los primeros planos de la diplomacia americana.
Por eso es que la llegada del ex canciller a la Oea es vista como una victoria de la tan cuestionada “diplomacia presidencial” mujiquista, y una derrota para los propios y extraños que lo acusaron de tejer vínculos por afinidad ideológica, y desprofesionalizar la gestión de las representaciones diplomáticas.
Adentro de fronteras, el triunfo de Almagro reviste importancia justo en momentos en donde se hace visible un cambio en la política exterior del nuevo gobierno de Tabaré Vázquez, un giro que fue aplaudido por la oposición. Para muestra un botón (o dos): el primer discurso del canciller Nin Novoa en el que sugirió que en relaciones internacionales no se debe priorizar lo político por sobre lo jurídico, y la puesta en duda de la influencia de Estados Unidos en la crisis venezolana fueron signos de que el revisionismo había llegado al Palacio Santos.
Con este telón de fondo, la confirmación de Almagro al frente de la Oea es percibida como un triunfo en filas del Mpp y un signo de que la visión americanista de las relaciones internacionales puede seguir vigente. Es que “la fuerza que el Pepe construyó” ahora coloca a uno de sus jugadores en un puesto de influencia continental, con el que tendrá “línea directa” en temas de relaciones internacionales.
FUERA DE FRONTERAS. Almagro asume en un contexto en que la vieja Oea, permeada por los intereses de Estados Unidos, fue opacada por otros modelos de integración como la Unasur (o interpelada por otros espacios más o menos simbólicos como la Celac y la Alba). La Unasur, por ejemplo, goza de más prestigio entre los progresismos de América del Sur, y es el referente directo ante las situaciones de inestabilidad, como la ocurrida recientemente en Venezuela. Rodeados por esas nuevas configuraciones sudamericanas, los últimos secretarios generales de la Oea se vieron forzados a mirar hacia el sur. Tal es así que el antecesor de Almagro, el chileno José Miguel Insulza, ya había realizado algún guiño a Cuba para que volviera al bloque, e incluso se animó a criticar a Barack Obama cuando semanas atrás sostuvo que el gobierno de Nicolás Maduro era una amenaza para la seguridad nacional.
Almagro continuará este sendero, aunque dejó en claro que la Oea debe tener más iniciativa para acercarse a todos los procesos de integración de América del Sur. En un tono componedor, durante su discurso sostuvo que “América ha estado dividida por mucho tiempo” por lo que llegó la hora “de que la OEA vele por los intereses de los mil millones de personas que habitan el continente americano sean ellos del centro, sur, norte o del Caribe”.
Consciente de la pérdida de prestigio del organismo, Almagro fue enfático en remarcar que “no le interesa ser el administrador de la crisis de la Oea, sino el facilitador de su renovación”. “Soy un convencido de que el tiempo de una Oea discursiva, burocrática, alejada de las preocupaciones de los pueblos americanos, anclada en los paradigmas del pasado, está definitivamente dando paso a una Oea del siglo XXI”, dijo.
Quizá una de las primeras pruebas de fuego para lograr que la organización vuelva a ser la voz de consulta inmediata ante los conflictos ocurra en Venezuela, en donde todavía existe una mirada de desconfianza por parte del gobierno de Nicolás Maduro. Los vínculos tejidos con la República Bolivariana durante su gestión en la cancillería uruguaya, y un tándem con Mujica facilitarán la tarea. El otro gran mojón sería la reincorporación de Cuba al bloque, para el que ya cuenta con un aliado: el talante aperturista de Barack Obama hacia la isla.
“Sin estridencias, pero con arduo trabajo, Almagro ha ido definiendo los pasos esenciales para actualizar al foro hemisférico en base a los cambios que se han operado en la región”, sostuvo Sergio Jellinek (quien asesorará a Almagro, junto al ex vicecanciller Luis Porto, y Dan Restrepo, ex colaborador de Barack Obama) en una columna publicada en el Huffington Post. “Conocedor de las nuevas dinámicas regionales –tanto de Unasur como de la Celac– y de la nueva apertura estadounidense, el ex canciller piensa que un nuevo diálogo hemisférico, orientado hacia la búsqueda de soluciones, es posible”, agregó. Para el asesor llegó el momento de “pasar la página” en la Oea y poner fin al “modelo de la paranoia constante, el de las zonas de influencia hegemónica, el de las etiquetas fáciles”.