La dinámica escénica estructurada sobre el diálogo íntimo de una pareja recuerda, salvando las distancias del contenido, a su anterior Una relación pornográfica (2009), en la que el director también trabajó sobre la dialéctica entre dos personajes que tienen un pasado en común y que se encuentran para conversar.
En este encuentro el diálogo es lo que centrará la atención del público, aportando poco a poco indicios acerca de quiénes son estos personajes, dónde se encuentran y cuál es su pasado en común. La escenografía propuesta por Gerardo Egea plantea un espacio neutro, que recrea un no lugar sin muchas referencias de contexto. Sin embargo se torna un sitio frío surcado por líneas que en varias ocasiones actúan como verdaderas barreras entre los personajes, que parecen no encontrar un acercamiento en sus puntos de vista sobre un doloroso hecho del pasado. Pronto descubrimos que ese espacio es un cementerio, y que el encuentro se centra en torno a Nicolás, el hijo de ambos que falleció hace diez años.
Vekemans compone su obra desde una situación hiperdramática de por sí, como es la pérdida de un hijo, tema que no es fácil de abordar desde la ficción, y que significa un desafío importante para todo escritor si no quiere caer en facilismos emotivos. El director italiano Nanni Moretti supo representar con singular sensibilidad esta situación en su película La habitación del hijo (2001). El drama de Vekemans, sin embargo, parece tomar la anécdota como excusa para desarrollar un diálogo recurrente en torno a reproches mutuos de esta pareja, basado en estereotipos de género. Por ejemplo, la madre no ha podido rehacer su vida ni procesar su dolor por la muerte de Nicolás y la separación de su marido, mientras que el padre sí ha podido seguir su camino y recomponer su vida. La construcción del diálogo planteada desde esta bipolaridad aparentemente rígida va develando estos datos del pasado con cuentagotas, enfatizando en el suspenso en cuanto a lo ocurrido, por lo que no logra en el transcurrir de las escenas ahondar en el dolor de estos personajes como inicialmente se lo propone.
Lo tóxico del título es el vínculo roto estancado en reproches del pasado, es la imposibilidad de hablar sobre la muerte de su hijo que sufrieron estos padres en esos diez años de no diálogo, más allá del giro lingüístico en la anécdota, que da lugar a unos residuos tóxicos presentes en el cementerio, que obligarán a mover las tumbas de su lugar. Los actores Alicia Alfonso y Massimo Tenuta, atrapados en estos diálogos signados por el muto reclamo, intentan seguir las líneas de dirección y del texto, sin lograr trasmitir con profundidad el trasfondo de dolor. Tóxico plantea una mirada posible que resulta errante, tal vez porque centrarse en el propio dolor mediante el diálogo escénico lleva por caminos transversales. Esta obra recibió en 2010 el premio Van derVies a mejor obra publicada. Fue representada en varios países, y en España fue dirigida por Miguel Ángel Solá con el título Antes te gustaba la lluvia