—Los sucesivos cambios de nombre de los institutos encargados de internar a los menores en conflicto con la ley (primero fue el Interj, luego el Semeji y ahora el Sirpa) hasta ahora no han modificado sustancialmente los problemas existentes. ¿Qué características tendrá este nuevo proyecto? ¿Por qué tendríamos que pensar que no se trata sólo de un cambio de etiquetas?
—El Inau es una institución demasiado grande, y el sistema político consideró que había que generar otro pequeño directorio y una administración propia que se dedicara específicamente al tema menores infractores, con una gestión ágil. Al final de este período, el gobierno decidirá si este es un instituto con vida propia o va a quedar así como está, siendo una comisión delegada de funciones del Inau. El nombre Sirpa incluye el concepto de responsabilidad porque se busca que el individuo se responsabilice por la falta que cometió, más allá del debate teórico de la pertinencia o no de su rehabilitación.
Lo novedoso es que por primera vez en mucho tiempo contamos con fondos para infraestructura. No es un tema menor, porque la que tenemos es un desastre; los centros de Montevideo y los de la Colonia Berro fueron pensados para algo diferente. Recibimos cada poco tiempo cuestionamientos por eso, y lo que ahora proyectamos desde el punto de vista edilicio toma las recomendaciones de los organismos internacionales y lo que se está haciendo en Europa. Es verdad que tiene que ser un centro de privación de libertad, pero sobre todo vamos a privilegiar la seguridad en el perímetro externo, y adentro permitir más movimiento, más horas de trabajo con los gurises.
—Tanto Carlos Uriarte como el padre Mateo, apenas asumieron planificaban un trabajo distinto con los internos, tratarlos de otra forma, hacerlos tomar conciencia de sus obligaciones, vincular el trabajo y el estudio para darles herramientas para el afuera… Pero cuando se intentan bajar a tierra esas ideas aparecen las dificultades…
—A diferencia de otros procesos, nosotros contamos con fondos como para incorporar técnicos que nos permitan consolidar la propuesta y presupuesto para comenzar a transformar la infraestructura de una forma sustancial. Tal vez otros elencos al frente del área de infractores no tuvieron esas posibilidades en términos de dinero. Además en este directorio hay dos personas que provienen del mundo de la educación: el maestro director Robert Alonso y José María Mieres, docente que viene del mundo de la utu. Creo que son un activo institucional muy importante para concretar la propuesta.
—¿En qué va a consistir la propuesta socioeducativa del Sirpa?
—Estamos buscando reenganchar a los adolescentes infractores en el sistema de educación formal. Somos conscientes de que con eso solo no alcanza, nada nos garantiza que a la salida el chico retome sus estudios. Entonces el otro objetivo es lograr una preparación que le permita demostrar competencias laborales al salir de la institución. Se están explorando acuerdos con utu y el Inefop para incorporar talleres de trabajo muy intenso con los gurises que presenten una conducta adecuada. La inserción laboral supone también un llamado a las empresas que demuestren interés en incorporar a estos chicos. Estamos en diálogo con distintos actores públicos y privados. Ya tenemos resultados: hay cinco chicos que comenzaron a trabajar en la empresa Calpusa –que además incorporó a tres madres de infractores–, hay 17 adolescentes que están trabajando en Umisa, de los cuales 14 anduvieron muy bien. Los jóvenes que trabajan en la fábrica de guantes en Suárez también son un hecho real, y es una decisión tomada la de los 20 puestos de trabajo en ancap. Nos llamaron del departamento de recursos humanos de afe, interesados en jóvenes que cumplen con medidas socioeducativas (alternativas a la privación de libertad), la empresa Bimbo también tomó la decisión de acompañarnos, y con Hípica Rioplatense estamos desarrollando un programa de capacitación con salida laboral para 20 puestos de trabajo.
También es real el acompañamiento de los sindicatos de estas empresas y la ejecución de los programas de responsabilidad social empresarial. Estamos en conversaciones de ese tipo con Devoto, Géant y Disco.
Hay un estado del alma en la sociedad que no tuvieron las gestiones anteriores. Pero aparece entonces una dificultad: tenemos varias empresas interesadas en firmar convenios con nosotros y para ello debemos generar en paralelo y rápidamente la capacidad de preparar a los muchachos para atender a esa demanda. Podemos llegar a contar de acá a fin de año con 100 becas de salida laboral, sin embargo hoy no tenemos 100 gurises preparados para aceptar una oferta de esa naturaleza. Tenemos que fortalecer los equipos técnicos para que comiencen con un trabajo muy intenso, y ocuparnos de la conducta del individuo, su percepción del mundo del trabajo y las historias familiares.
—Usted dice que hay un espíritu más colaborador en el mundo empresarial y sindical para aportar una salida laboral a los jóvenes infractores. Pero ¿cómo se va a convencer a esos jóvenes de no salir a robar y ganar en un rato lo que percibirían en un mes de trabajo?
—A través de un trabajo combinado con el infractor y la familia. Si la familia no acompaña, el pronóstico es reservado. Y la institución va a llegar hasta donde pueda. La vinculación con el mundo del trabajo tiene mejores resultados que las 23 horas de encierro. Ese encierro deja contenta a mi vecina de 95 años, porque mientras ese menor está encerrado la gente está tranquila. Pero no hay dudas de que de ahí no sale un chico, sino un animal. Tenemos que lograr una propuesta de trabajo mucho más abierta, más inteligente, que busque despertar el interés de esos adolescentes. Que los psicólogos trabajen sobre la conducta concreta, que los chicos aprendan gestos que en general no traen desde la casa, saber que existen normas y aprenderlas paso a paso, y comprender que esas normas les generan garantías y obligaciones en la sociedad. Somos conscientes de que para eso tenemos un período de trabajo muy corto con ellos, y por eso precisamos que los técnicos acompañen la idea.
—La sociedad en general no parece estar dispuesta a dar segundas oportunidades a estos jóvenes, más bien existe un ambiente social bastante hostil que pide más represión y penas más duras.
—Es precisamente esa hostilidad la que nos obliga a trabajar en este camino. En todo caso, esa presión la tomamos como un empujón. Tampoco vemos otra salida que la que proponemos: o nosotros ofrecemos la posibilidad de cambiar cabezas, conductas, trayectorias delictivas, o nos espera que esos chiquilines al cumplir los 18 años pasen a las grandes ligas del Comcar, Canelones o el penal de Libertad. Por lo tanto, por ese estado ciudadano de mucho fastidio, dolor, bronca, estamos obligados a tener el mayor éxito posible y disminuir la cantidad de reincidentes.
Por otro lado, muchas veces ese fastidio se transforma en confusión y se tiende a pensar que por culpa del Inau pasa todo lo que pasa.
—A la complejidad de la rehabilitación se suma el tema de los recursos humanos que deben impartir la tarea. Además de los funcionarios que padecen burn out, en las últimas semanas se conocieron varios casos de funcionarios infieles a la institución que ingresaban droga, que “batían” las requisas, o que intercambian con los internos algunos beneficios por favores sexuales. ¿Cómo están trabajando en ese sentido?
—Por más cuento que yo te haga sobre infraestructura, personal, educación, perímetros… hay que cambiar la cultura de organización para no fracasar. Me animo a decirte que es un objetivo más difícil de cambiar que la conducta de los muchachos. El personal tiene que interpretar las consignas de la institución y trabajarlas con el muchacho minuto a minuto, y no sólo cuando aparece el director. Si no transformamos la cultura sobre la que se asienta y se desempeña el personal, aunque cambiemos a todos los empleados, no habremos cambiado una dinámica que a lo sumo podrá asegurar que nadie se escape.
Tampoco hay que olvidar que estamos al frente de 750 funcionarios que están muy golpeados en su imagen institucional. Dentro de todo lo que tenemos que hacer, además tenemos que cambiar esa imagen; no todos son corruptos o inútiles que no van nunca a trabajar. No es así. Si fuera así los centros de privación de libertad no podrían funcionar. Hay mucha gente comprometida con la institución, no hay duda de que algunos se equivocan en los procedimientos y tienen a veces interpretaciones propias que no son las adecuadas. Tenemos un debe en materia de capacitación, que es muy importante para los funcionarios nuevos que van a entrar. No podemos seguir metiendo de a 500 personas a lo loco y al día siguiente darles las llaves de la reja. Nos vemos en la necesidad de tener una escuela propia de formación de personal, sobre todo con los encargados de la seguridad que aplican los protocolos, que son los que nos dan grandes dolores de cabeza. La confianza hace que bajes la guardia. Y acá no te podés equivocar: un error puede significar 13 fugas y un lío monumental que pone en riesgo todo un modelo de trabajo.
También necesitamos fortalecer los elencos de dirección, porque la persona que dirige un centro tiene que coordinar un proceso de transformación de los muchachos que están privados de libertad, y para eso tiene que motivar y liderar a todos los funcionarios que intervienen en la tarea. Está claro que si no transformamos la forma de trabajar lo único a lo que podemos aspirar es a tener centros nuevos, más cantidad de personal y que no se escape ninguno, pero todo lo demás depende de ese cambio.
—Cada vez que hay personal comprometido en algún acto de corrupción aparece Joselo López (presidente del Suinau) a decir que hay hacinamiento y que son malas las condiciones de trabajo. En general el gremio ha sido una piedra en el zapato para los antiguos directores, ¿cómo es la relación de esta nueva dirección con el sindicato?
—Yo asumí la conducción en medio de una de las tantas crisis, a mediados de diciembre, y la señal que he intentado dar desde entonces es que ante un caso de corrupción vamos a ser extremadamente firmes. Yo no convoco a conferencias de prensa para hacerme el famoso y eso empieza a ser bien recibido internamente. Está claro que si largás órdenes y decretos desde un escritorio te podés quedar contento con la cantidad de resoluciones que tomaste, pero no lográs ningún cambio en tus funcionarios. En eso está el éxito o el fracaso del sistema.
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“Una macana fenomenal”
—Hace dos años en La Tertulia de El Espectador usted realizó unas polémicas declaraciones sobre jóvenes infractores.* ¿Ha reconsiderado sus dichos? Porque resulta contradictorio que alguien que piensa lo que usted dijo esté a cargo justamente de un proyecto de rehabilitación de estos jóvenes.
—La verdad es que se mezclaron dos casos; se juntan dos triples asesinatos, uno a cargo de un menor (apodado el “Nico”, de 17 años) y el otro a cargo de un mayor que había matado a un taxista, y la discusión avanza hacia el segundo caso. Lo que pasa es que hay gente que saca sólo la parte que le conviene para dejarme pegado. Si bien es cierto que yo arranco la discusión de esa forma, sería bueno que todos los que me dan con un caño alegremente supieran cómo termina la charla. Es verdad que yo caí con mucho fastidio, porque el tema del asesinato de taxistas a mí me mueve algo interno por una cuestión personal, familiar. Es verdad que en ese entrevero yo dije lo que dije. Lo dije. Por supuesto que cuando me llamó (Javier) Salsamendi para ocupar la dirección del Sirpa, en abril de 2011, de lo primero que hablamos largo y tendido fue sobre este tema. Y Salsamendi continuó adelante con su idea, entre otras cosas porque él tiene muy claro que lo dicho en esa tertulia tenía el contexto que tenía. En esa tertulia estaba rodeado por Valenti, Mercader, Ramella, que te están matando a pelotazo limpio, y salís con lo que tenés: a veces le embocás y te felicitan, y a veces te mandás una macana fenomenal… y te la van a recordar por el resto de tu vida.
* Rubén Villaverde, en noviembre de 2010, hablando de un joven que había cometido su tercer asesinato: “La ruptura de este joven con la sociedad es de tal grado que no merece formar parte de la misma; lisa y llanamente hay que erradicarlo de la sociedad, y hay dos fórmulas: una es la perpetua, y en la otra habría que ir a Irán, China o algún estado de Estados Unidos para ver cuál es la solución. Pero el Nico no tiene recuperación, y la izquierda se merece un profundo debate sobre qué es lo que se hace con lo que no tiene recuperación”.
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