Inmarcesible (El Mura, Terminal Goes), de Nahuel Delgado, Mariano e Iván Solarich, dirigido por este último e interpretado por los dos primeros. Dos jóvenes marchan por un camino en una forma paralela que, al parecer, termina por relacionarlos a lo largo de una peripecia que incluye acciones individuales, observación, acuerdos, intercambio, ayuda, solidaridad y otras manifestaciones –entre las que siempre puede irrumpir la amistad– que el espectador creerá captar al sentirse identificado con un dúo que, en definitiva, camina por el sendero de la vida. Nada más ni nada menos, cada cual con su carga, su cuota de entusiasmo y el correspondiente peso del cansancio, el cual, con el apoyo del otro, puede de pronto hacerse a un lado más fácilmente. Una estimulante imagen que el trabajo compartido por el equipo lleva adelante con sencillez, sin aspavientos y –como sugiere el título– tratando de que no se marchite el impulso inicial. El trío consigue lo que se propone.
Del amor (Circular, sala 2), del sueco Lars Norén, con dirección de María Varela, muestra los inicios de la vida de una pareja. A los costados, otro hombre y otra mujer se descubren como los integrantes de las anteriores relaciones de los dos primeros. Algunos flashbacks ágilmente integrados con la marcha de los acontecimientos se encargan de revelar cómo y, de alguna manera, por qué los vínculos anteriores llegaron a su fin, al tiempo que los desplazamientos de los integrantes de este cuarteto que no es tal insinúan que en el futuro aguardan nuevos encuentros. Los diálogos que Norén pone en boca de unos y otros, sin ser demasiado explícitos, bastan para entender a estos dúos que, por cierto, visten y se peinan de manera muy similar. Norén y la puesta de Varela nos señalan entonces que esta gente se parece, que lo que le sucede a cada uno tiene similitudes conducentes de pronto a que la platea sienta que, en determinado momento, todo el mundo atraviesa situaciones similares. No hay mayores conclusiones, claro, ya que lo que le sucederá mañana a cada uno nadie lo sabe con certeza. Pero esto último puede convertirse asimismo en una conclusión que el trabajo de Varela deja en el aire con la sutileza del caso, muy bien apoyada por el rendimiento actoral de Paola Venditto, Moré, Laura de los Santos y Gustavo Bianchi, el vestuario de Nelson Mancebo, la semiabstracta escenografía de Hugo Millán y las luces de Martín Blanchet.
Los estrafalarios de Hernández (Platea Sur), escrita y dirigida por Diana Veneziano, posa su mirada sobre la figura y la obra del narrador y pianista Felisberto Hernández para proponer una gama de acercamientos a lo que éste aludió a lo largo de sus, para muchos, intrigantes pasos. El original e inesperado uso del espacio teatral le da pie a Veneziano para subrayar la importancia de distintos objetos y, de alguna manera, la deliberada falta de lógica de un autor cuyo mayor cometido fuera quizás abrirle el camino al lector para que éste, imaginación mediante, completase sus fragmentados relatos. El bien dispuesto elenco que encabeza Luciano Álvarez, entrando y saliendo del Felisberto que se pasea entre los espectadores, el diseño de vestuario de Sergio Marcelo de los Santos, la música del Pollo Píriz, los desplazamientos coreográficos de Ruth Karina, las luces de Ivana Domínguez y el sabrosísimo corto cinematográfico rodado por José María Ciganda a propósito del funeral de Felisberto se integran de forma creativa en un espectáculo que, realmente, introduce a la platea en el mundo de un gran nombre de la literatura uruguaya que, en alguna medida, pide ser descubierto para así ser entendido y disfrutado.