El 29 de octubre presenta en el teatro Solís su nuevo disco, “Temporal”1, el octavo en su discografía, y con composiciones totalmente suyas, en letra y música. Temas cuyos títulos –“Brisa”, “Barro”, “Siembra”, “Luz”, entre otros– adelantan ese sabor a cosas esenciales que la muchacha con nombre de tango persigue en esta nueva apuesta de su carrera.
Tuvo un año agitadísimo. Cantó en el homenaje a Mercedes Sosa en Buenos Aires, donde el otro uruguayo participante fue Ruben Rada, además de presentarse en otros lugares de Argentina; cantó en Panamá, en Italia, en Alemania, y en Uruguay, por supuesto. Entre un pasado muy reciente que es como parte de un presente electrizado, entre experiencias y referentes que se abren en su musicalidad andariega y los referentes de siempre (“Mi papá es mi peor crítico. No le gustaba nada lo que yo hacía, ni como cantaba; me decía que me faltaba garra, que el tango era otra cosa. Nunca le di bola, soy ariana, y los arianos no podemos ser infieles a lo que sentimos”), evocando con humor algunos puntos de sus comienzos, Malena Muyala se prepara con ilusiones y sin temores a mostrar lo que, asegura, llega a su voz sin aviso y sin remitente.
—Las canciones de Temporal, ¿significan que abandonaste la senda del tango?
—No me lo planteé. Cuando empezaron a salir las composiciones, dejé que fluyeran. Porque en lo que sí no cambié es en esa idea de que uno tiene que mantener la autenticidad, siempre, y que tampoco venimos a rendir pruebas o a ocupar ciertos espacios. Creo que fue desde fuera lo de marcarme siempre con el tango. Cuando estaba componiendo las canciones de este disco, de pronto me salía un vals, que es “Brisa”, o una zamba, que es “Adiós”, o me salía una cueca, un milongón, una milonga.
—También hay un tango, “Barro”.
—Pero un tango que se fusiona un poco con la electrónica, y lo hice con montones de títulos de tango, haciendo citas musicales de ellos. Es como mi humilde homenaje al tango, un género del que he aprendido muchísimo. Yo soy de tango, entonces cuando me dicen “abandonaste el tango” yo digo: al contrario, no lo abandoné, me nutrí muchísimo de él, pero bueno, mis flores tienen otros componentes.
—Como que el tango te abrió otros caminos.
—Sí, me los abrió. Quizá suene pretencioso, pero el tango te permite utilizar distintos creadores, compositores o intérpretes para mostrar que él no es tan limitado, que es un poquito más abierto de lo que creemos. Y la milonga, el milongón, el candombe, están todos tan próximos, son tan familiares entre sí, en la temática, en la esencia, ¿no? Ahora, cuando hagamos la presentación del disco capaz que la gente sienta que no hay tanto componente de tango-tango.
—¿En la presentación vas a mostrar sólo los temas del disco, o también pondrás otros que has interpretado?
—Voy a cantar todo el disco, que son 12 canciones, pero también voy a interpretar otros temas. Ahora hay un arreglo precioso de “Barrio de tango” que hizo Popi Spatocco, que fue un poco el arreglo que nos conectó con él. A Popi yo lo admiraba de toda la vida, de los discos de la Negra Sosa, cuando escuchaba los arreglos de “Razón de vivir”, que lo hace con Lila Down, yo moría: ¡pero cómo arregla este tipo, por favor!
—¿Cómo te conectaste con él?
—Esas cosas del universo, conexiones. Yo estaba en Buenos Aires y una amiga me dijo que había visto un concierto dirigido por él, y agregó: “Capaz que te cae mal, pero me acerqué, lo saludé, le dije que soy muy amiga tuya, y él dijo: ‘Pero cómo no voy a conocer a Malena, me encanta’, y me atreví a dejarle tus datos y a pedirle su mail para que vos te comuniques”. Bueno, me comuniqué con él y fue una apertura instantánea. Hice unos conciertos en Buenos Aires, él me fue a ver y me acompañó tocando en “Fuimos” y en “Barrio de tango”. Justo yo estaba cerrando un ciclo de Pebeta de mi barrio en el Auditorio Adela Reta, del Sodre; vino Ligia Piro de invitada, y Popi hizo un arreglo hermoso de “Barrio de tango”, ese que vamos a hacer en la presentación del disco. Y ahora estamos reuniéndonos con mis músicos –porque mis músicos son mi familia también–, y cada uno va a presentar una listita de los siete u ocho temas que considera que tienen que estar, por fuera del disco. Y ahí vamos a hacer un consenso, la idea es tener un repertorio de unas 20, 22 canciones
—Cuando interpretás temas de otros compositores de alguna manera estás respaldada por el prestigio de ellos, y de esos temas. ¿Te da miedo, o nervios, presentar un disco con creaciones tuyas?
—No. Tengo mucha confianza en estas canciones, tengo la convicción de que es lo mejor y más auténtico que me salió en este momento, es como mi fotografía de este momento, y entonces como que el miedo está disipado. Quizá eso sea un dato de inconsciencia, pero no estoy en un momento de mi vida donde sienta que me pongo a prueba frente a los demás. Yo siempre me pongo a prueba ante mí, pero ante los demás no, es como decir: bueno, esta soy yo, y esto es lo que tengo para dar.
—¿Hace mucho tiempo que venís trabajando estas canciones?
—Hace mucho tiempo que vengo trabajando en la idea de tener un disco todo con mis composiciones, pero no me salían. Tenía algunas enteras, otras a mitad de camino o en un tercio, o una melodía sin letra o una letra sin melodía, o sea todo muy desperdigado. Cuando conocí a Popi fue como que realmente hice foco: él me fue dando pautas, yo le iba mandando las canciones y él me marcaba pequeños detalles, me fue orientando en la composición, fue como un guía. Y todo lo que en siete años no se concretó, en unos ocho meses como que floreció. Me levantaba un día con una melodía, y al siguiente con una letra, a veces con una canción entera, o de pronto de una canción que tenía sin terminar sacaba una frase y esa frase daba nacimiento a una canción distinta… Salieron todas juntas.
—Se fecundó el suelo, o algo así.
—No sé lo que pasó pero tampoco quise cuestionarme mucho: está sucediendo, dejalo que pase. Así que volviendo a tu pregunta: miedo no, el miedo está muy lejos en este momento.
—¿Te acordás de la primera canción que compusiste, y cómo fue?
—La primera canción que compuse fue en San José, y tendría 7 años. Era la despedida de una estudiantina que se llamaba Los Peregrinos, y eran judíos y árabes juntos. Mi papá siempre se acuerda de cuando lo visitaba en el penal de Libertad y le cantaba la “Canción de los peregrinos”, siempre se emociona mucho con eso. Después mi primer tema grabado fue “Temas pendientes”, pero a esa canción en realidad no la compuse, la soñé.
—¿Cómo que la soñaste?
—La escribí medio dormida, de principio a fin.
—Se asegura que fue así que Mattos Rodríguez compuso “La Cumparsita”.
—Y sí, puede ser, muchas veces me despierto con una melodía, otras sé que soñé una melodía pero no puedo recordarla, aunque sé que está ahí, y que en algún momento va a salir.
—Qué extraño trabajo del inconsciente.
—Muy raro. Yo trato de no hurgar demasiado, porque parece una cosa tan delicada. Me pasó con una de las canciones de este disco, “Confesión”. Fui diez años a colegio de monjas, y uno se cría escuchando “el que esté libre (de pecado) que tire…”, pero yo estaba escribiendo y la frase vino así: “también el que esté libre, que no tire”, y me di cuenta después de que lo había escrito, cuando lo leí. Lo he hablado con Popo Romano, y me ha dicho: “A veces compongo y me doy cuenta de lo que hice cuando lo vuelvo a tocar, no cuando lo compuse”. La sensación es como si uno fuese un canal, que no sos vos el que lo hace, y no sabés de dónde viene.
—¿Qué cosas han cambiado para vos, en las canciones de este disco?
—En este disco, sobre todo por la ayuda de Popi, compuse canciones en (acorde) mayor, que yo no tenía. Siempre tenía canciones en menor, más graves, más a lo uruguayo. Pero “Luz”, “Brisa”, “Siembra”, son todas en tonalidad mayor. Está ese falso concepto de que en mayor salen cosas más livianas, pero no, la mayoría de las zambas son en mayor, y son divinas. Y también tiendo a cantar en el (registro de) contralto pleno, y sin embargo en “Siembra”, la de mi hijo, voy bien arriba, en “Brisa” (tararea la melodía), viste, voy a un registro que yo no uso generalmente.
—Pero tu registro es bien amplio.
—(Se ríe.) Sí, pero no había desarrollado tanto los agudos. Y también, a medida que pasan los años, uno como que va ensanchando todo, y te sentís más cómodo en la zona grave, como diciéndote: mirá qué capacidad tenés abajo, y te olvidás del arriba. Pero trabajando con Popi era: “Vamos a subir un tono, te va a ir bien, subí…”. Bueno, viste la de Juan (“Siembra”), está toda cantadita bien arriba.
—¿Cuánto hace que estás cantando, Malena?
—¿En esta vida o en la otra?
—En esta, en esta… ¿Cuándo empezaste a cantar en público?
—A los 10 años ya cantaba en las peñas de San José, y a los 11 cantaba en una obra de teatro que se llamaba Nuestro pueblo; era profesional, ¿no?, se abría el telón del teatro Macció y yo estaba en la obra, y cantaba.
—No, el comienzo desde que eres para todo el mundo Malena Muyala
—Bueno, en 1991 yo estaba en la Bcg, y cuando la Bcg dejó de salir en Carnaval se armó una bandita que se llamó Bandita Teatrera, éramos cinco o seis. Hicimos unas obras, Papitas y boniatos al horno, Sexo, chocolate y BCG, Surrealismo y después, y yo, mientras, estudiaba en la Facultad de Medicina. Y una tarde un compañero, con La Guía del Ocio en la mano, dijo: “Mirá, hay un concurso de tango con 1.500 dólares de premio, tenés que presentarte. Vamos todos a alentarte…”. Yo en la Bcg cantaba un tango, pero un tango para la broma. Los únicos tangos que yo sabía enteros eran “Canción de Buenos Aires” y “Los mareados”, y con esos concursé. Me anoté por Montevideo, si me hubiera anotado por San José iba derecho a la semifinal, pero decidí probar acá, se habían presentado como 300 y pico. Y tuve cinco o seis rondas, iba quedando y quedando, yo era el concursante número 210. Cuando me anoté le dije a una señora que se llamaba Modesta: “Míreme, porque yo gano, yo acá vengo a ganar”, y ella me dijo: “Ay, pero qué agrandada”, y yo: “No, agrandada nada, estoy segura de que gano”. Después empezaron las rondas en Joven Tango, y Modesta, la veterana, estaba siempre ahí, y me decía: “Pero mirá vos, sos mi polla”. Quedé entre los diez finalistas de Montevideo. Después llegó toda la gente del Interior, un representante por departamento, y la final se hizo en las canteras del parque Rodó. Un día antes de la final dijeron: tienen que cambiar un tango. Yo me quería matar, porque no sabía otro tango entero. Entonces el gordo (Daniel) Maggiolo, un hermano para mí, me dijo: “Vamos a pasar la noche aprendiendo ‘La última curda’, nos tomamos una grappamiel, y a aprenderlo”. La única frase que sabía de ese tango, de antes, era: “arrea la tropilla de la zurda/ al volcar la última curda”, esa la sabía bien, pero cuando estaba cantando en la final me olvidé justamente de esa frase. Me quedé en “arrea”… hice un gesto aguantando, y siguió la canción. Después se armó lío, pero en una buena, uno de Colonia le dijo al jurado: “No entiendo cómo puede ganar una participante que se olvidó de la letra”. Y yo le dije: “No seas mal perdedor, ya está, me faltó una frase y te gané, imaginate si la hubiera sabido completa”. A partir de ahí me marcaron mucho como alguien del tango.
—Pero enseguida no seguiste, hubo como un paréntesis largo en tu carrera.
—Sí, pero un poquito después. A los cinco meses del concurso tocaba (Osvaldo) Pugliese en el Solís, fue la última vez que tocó en el Solís, y yo teloneé. Estaba enloquecida, me saqué fotos con él, mi viejo lloraba en serio, fue con un traje celeste que se había comprado para ir a verlo, para mi padre Pugliese era Dios. Y estuvo divino. Guardo los recortes del diario. Tenía que cantar sólo tres temas, pero me fue tan bien que la gente empezó a pedir otra, y tuve que cantar otra. Al otro día en el diario El País había dos fotos gigantes, en una Pugliese y en la otra yo. Fue como un bautismo de oro. Pero después canté un par de veces, me fui a San José, y tuve a mi hijo Juan en el 94.
—¿Cómo reanudaste o empezaste tu carrera.
—Volví a Montevideo en el 97, me presenté a un concurso del Mec, un fondo de Cultura en Obra, se presentaban proyectos y elegían seis para hacer una recorrida por el Interior y cuatro presentaciones en la Vaz Ferreira. Y ahí sí arranqué, armé banda, hice la gira y la Vaz Ferreira. Y pasó una cosa rarísima: me llaman de Pintos Risso para grabar el yingle de una publicidad de la firma. En realidad más que yingle era una canción preciosa, y el corto publicitario también, aparecía el fotógrafo de Gardel, Silva, con la foto de Gardel, lo único que indicaba que era de una marca era al final, que aparecía: Pintos Risso. Alberto Magnone me llamó para grabarlo, y a la semana el mismo Alberto me llama y me pregunta: “¿Vos tenés disco?, porque Pintos Risso quiere comprarte 1.500 discos”. “Pero yo no tengo” (se ríe). Entonces, bueno, había que grabar un disco. Alguno dijo que había que poner también el yingle y yo dije: “No, no seas malo, no voy a grabar un disco metiendo también un yingle”. Al final Pintos Risso decantó todo, llamaron de la firma y dijeron: queremos un disco de Malena, nada de yingle, no queremos ni aparecer en el logo. Me dieron el dinero, grabo el disco, me compran 1.500 para obsequiar a sus clientes, y en cinco meses se vendieron 2 mil copias más, así que llegó a Platino casi sin pensarlo. Es como de locos, te compran un disco que no existe y se arma todo…
—Digamos que no tuviste que sufrir en tu carrera. Esas historias tristes de artistas que padecen antes de ser conocidas…
—Bueno, en algo tenía que no sufrir, ¿no? Cuando Juan era chiquito y yo me vine acá, cantaba los miércoles en la parrillada de Trouville, pero trabajaba en Acodike, y vendía tiempo compartido, esas cosas, vivía de eso pero sabiendo siempre que era una cosa transitoria, entonces no padecí por tener que ganarme la vida así.
—¿Te sentís parte de una generación, de un grupo, de una movida?
—Creo que generacionalmente no coincidí con una gran movida. Cuando se salió de la dictadura, todo el movimiento de la música popular, yo todavía era chica, tenía 15, 16 años. Tenía referentes, claro. Estela Magnone, por ejemplo. Yo pasé años cantando temas de Estela, y un día, cuando estaba embarazada, suena el teléfono en casa y era ella, que estaba formando un grupo y quería que yo fuera la cantante porque me había visto almorzando con Puglia. Y Jaime (Roos) le había dicho: “Mirá, ahí tenés la cantante para tu grupo”. Pero somos de generaciones diferentes. Cuando gané el certamen de tango en el 91, en intérpretes de tango era un desierto. Había gente muy mayor, y luego Gustavo Noccetti, y esa chica que medio estaba apareciendo, yo. Creo que caí justo cuando había un hueco. Después por suerte empiezan a aparecer Francis Andreu, Maia Castro, Valeria Lima, Laura Canoura, que también hizo un disco de tango, los Ricacosa, Tabaré Leyton, y ahora hay muchos exponentes en el tango, que le hacen mucho bien. Creo que se demostró que el tango seguía vivo, y que podía convivir lo más bien con otros géneros.
—Y con músicos que llegaban al tango desde otros orígenes, ¿no? Tengo entendido que Leyton viene del rock, como Daniel Melingo.
—Sí, pero Leyton es un apasionado de Gardel, lo que se nota en su formación.
—Vos también sos muy gardeliana, o al menos parece. Cantás temas importantes de Gardel.
—Sí, lo soy, pero también me gusta mucho Charlo, que creo que es el gran intérprete que tuvo la mala suerte de quedar opacado por Gardel. Y para mí Charlo era un fenómeno, tiene algo que yo siento más hondo que en Gardel.
—Bueno, eso no vale, a Gardel no se lo toca.
—No, si yo adoro a Gardel, pero me parece que él no tiene esa cosa oscura, más áspera, que a veces alcanza Charlo. Yo canto dos temas suyos: “Tu pálida voz”, y el milongón “De oro y plata”.
(Federico Gutiérrez, fotógrafo, que escucha la conversación mientras atrapa imágenes de Malena y espera para obtener otras en exteriores, pregunta por una presentación de Malena en Argentina, con una intérprete indígena.)
—Charo Bogarín. Es del grupo de los qom, que también les decían los toba, que en realidad es un término despectivo. Eso fue en Mar del Plata, en uno de esos lugares donde se juntaba su comunidad, un octógono en la mitad del bosque, todos los artistas que van a Mar del Plata van ahí. Yo estuve cuatro días con ellos, alejada del planeta, tomando té de tilo; yo tocaba la guitarra y Charo el bombo, y grabaron. Y el domingo canté en Formosa, en el Festival de la Fruta, con otra artista qom que se llama Ema Cuañeri. Ella hace 40 años que está recopilando canciones antiguas de su pueblo, y las está cantando. La conocí el sábado mismo, fue al hotel a verme, sacamos unos temas y subió a cantar conmigo, estuvo divino.
—¿Cómo sucedió eso de cantar así con artistas que recién conocías?
—El año pasado empecé a hacer un ejercicio que me resultó precioso, que es viajar sola. Fui sola a Argentina, con la guitarra, y sumaba músicos de cada lugar. Les mando una carpetita con los temas, y si quieren se pueden sumar. Entonces el que toca tambor se suma, el que toca guitarra se suma, si toca el piano se suma… y ahí en Mar del Plata en un momento fuimos un quinteto. Y en Europa también, la banda es toda de allá. Cuatro italianos, un argentino, una cubana, viven en Parma, les mandé los arreglos, y cuando llegué, fuimos a ensayar y vi que no había que corregir nada, estaba perfecto.
—También estuviste en Alemania.
—Sí, estuve en Hamburgo, Wiesbaden, Wuppertal y en otro lugar de nombre rarísimo, Barnstedt, y ya tengo otros cinco conciertos armados para mayo, espero que se sigan sumando porque ahora aparecieron uruguayos en Oslo que me quieren llevar. Pero no voy a tocar pensando en las comunidades uruguayas, me parece que eso te limita, quiero abrir público de allá, si se agregan los uruguayos, divino, pero la idea es abrirse al público de cada lugar.
—Pero, ¿cómo es cantar para alemanes? No entienden la letra, que es tan importante en lo que interpretás.
—Te voy a mandar unos videos, para que veas. Ellos gritan, bailan, hacemos una zamba y gritan: tango, y se ponen a bailar, no saben de qué se trata pero sienten el ritmo, y la voz. Lleno todos los conciertos. Tenía una traductora, pero aprendí algunas palabras en alemán; ahora voy a aprender un poco más porque me parece respetuoso si uno va a un lugar aprender un poco la lengua de su gente. En Italia también canté pero en lugares más chiquitos, un barcito en Torino, pero ahora ya se está armando para sala. En Italia me siento en casa, hablo el italiano, tengo la nacionalidad italiana. Tengo la idea de ir más seguido, incluso pasar un año allá y otro acá.
—Pero no te irás a quedar allá.
—En este momento tengo más alas que raíces.
1. Con arreglos y producción del maestro Popi Spatocco, la participación en producción de Juan Campodónico y Pablo Bonilla, los músicos Gustavo Montemurro, Gerónimo de León, Enrique “Checo” Anselmi, Fredy Pérez, Betina Chaves y Fabián Pietrafesa, Pablo Beretta, Adrián Borgarelli, Rodrigo Añón, Leonel Iglesias y Luis Mercado. Como invitados, Nahuel Pennisi, Eduardo Larbanois, Popo Romano, Tatita Márquez, Roberto Rodino y las voces de Laura Arias, Lea Bensassón y Carmen Pi.