—¿Por qué un profesional de las tecnologías de la información y la comunicación devino asesor cultural de la Unesco?
—Concibo a las tecnologías como un medio, no como un fin, y desde esta perspectiva trabajo para volverlas herramientas eficaces de comunicación e integración de las personas. Sin comunicación no hay gestión, muchas veces se invita a participar pero no se dice bien en qué, dónde ni cuándo. La frontera es algo grande y complejo, mi desafío, entonces, es comunicar lo complejo de forma simple, a través de las tecnologías.
—¿Y qué habilidades te agenciaron el rol de consultor?
—Tenía experiencia acumulada en diseño de modelos de comunicación de sistemas públicos de salud, educación, cultura, en Santa Catarina y Río Grande del Sur. En 2010, desde mi condición de fronterizo, comencé a trabajar por la frontera.
—Para que la reconozcan.
—Y para decirle a mi país que es hora de que posea una política de migraciones, que los europeos, para bien o para mal, tienen. Viví en Barcelona, un polo de alteridad y multiculturalidad, y ustedes tienen mucho que aportarnos desde su historia democrática y republicana. Nací en Livramento pero aprendí mucho de Uruguay.
—¿En qué sentido?
—Político y cultural. Tengo 61 años, mi adolescencia transcurrió en dictadura y lo que me “salvó” fueron los libros que compraba y el cine que veía en Rivera, inexistentes en Brasil.
—¿Ejemplos?
—Libros de Benedetti, Onetti, Cortázar, Sartre, Sábato, películas como La clase obrera va al paraíso, Sacco y Vanzetti, La naranja mecánica. A Uruguay le debo mi educación política, y les digo a mis compatriotas, siempre dispuestos a pelear por pequeñeces, cuánto les costó a ustedes construir determinados valores como el respeto al disenso, el pensamiento crítico, la solución democrática de conflictos. Y me encanta la literatura uruguaya de impronta urbana que consagraron un Onetti, un Benedetti, y en Argentina Borges, Cortázar, Sábato. Literaturas con altas dosis de contradicción y humanismo, ausentes en el peor romanticismo de Brasil.
—¿Por dónde comenzaste a trabajar en 2010?
—Salía con un autito y un grupo de amigos que trabajaban en el Ministerio de Cultura a recorrer la frontera para pesquisar planes y proyectos de convivencia, y encontramos varios. Con ellos elaboramos una “Carta de frontera” que firmaron los intendentes, alcaldes y prefeitos y entregamos a los presidentes Lula y Mujica, y en 2011 Brasil y Uruguay suscribieron un protocolo de intenciones culturales que reconoció a los gestores fronterizos como interlocutores legítimos de la integración cultural. Luego fuimos al Mercosur y planteamos que era importante añadir acuerdos culturales a los comerciales, ellos coincidieron pero siguen apresados, a mi ver, por la lógica comercial. En 2013 elaboramos un calendario de integración cultural con 17 acciones y eventos de frontera, que iban desde festivales de cine, música, teatro y gastronomía, hasta candombe, Carnaval, cultura gaúcha y balonismo.
—¿Balonismo?
—Globos.
—¿Aerostáticos?
—Eso, hicimos encuentros de balonismo en Aceguá y Bagé.
—¿Llegaremos al instante en que te nombraron consultor?
—(Sonríe.) Para eso hay que volver a 2010, cuando el ministro de Cultura brasileño, Yuca Ferreira, reconoció y apoyó nuestro trabajo. Al año siguiente lo sacaron, en 2015 volvió y preguntó: “¿Están vivos todavía?”. Claro que estábamos, gracias a que nos amparamos en las universidades, las cinco que tiene Brasil en la frontera más la Utu y la Udelar uruguayas; en esa maravillosa coordinación quedó claro que no nos interesa todo lo que hay en la frontera, sino la integración cultural con base en tres criterios: valor simbólico y diálogo entre los involucrados, generación de fuentes de trabajo y cooperación binacional. Yuca, entonces, en acuerdo con la ministra de Cultura de Uruguay, María Julia Muñoz, decidió dar un impulso a lo que veníamos planteando, pero como Brasil es muy grande, se apoyó en la Unesco; entonces ésta hizo un llamado a consultoría, me presenté junto a 90 candidatos y resulté elegido.
—Y terminó de consolidarse el movimiento Fronteras Culturales.
—Sí, que es favorecedor, no “interferidor”. Nuestro objetivo no es copar ninguna manifestación cultural, sino acompañar y potenciar aquellas que opten, voluntariamente, por nuestro respaldo. En todo este diseño me basé en el concepto de comarcas culturales de otro uruguayo, Ángel Rama, que me ayudó a definir lo que llamamos corredores de integración, plataformas para afianzar el sentido de pertenencia a un patrimonio cultural, material e inmaterial. Pero no porque se lo decimos nosotros a las personas, sino porque consiguen sentirlo. Los esfuerzos por poner en valor el portuñol son buen ejemplo de esto. En Río Grande del Sur, donde todo el mundo se autodenomina gaúcho, instalamos reflexión y debate sobre qué es ser gaúcho, porque yo trabajo con un ordenador y vivo en una ciudad, no calzo botas ni monto caballos. Reconocer las diferencias también es una forma de respetar y fortalecer una cultura.
—¿Próximos pasos de Fronteras Culturales?
—Entregamos la investigación que diseñé en diciembre de 2016 a la Unesco y al Ministerio de Cultura. Sus destinatarios, ahora, deberán reflexionar sobre ella y decidir su destino, cosa que comenzará a ocurrir en un seminario que tendremos en Goiás del 1 al 3 de diciembre de este año. Creo que nuestra mirada logra probar que la frontera es bastante más que consumismo y violencia.
- Ricardo Almeida nació en Santana do Livramento el 12 de enero de 1956. Graduado en gestión de tecnología de la información en la Unisul, de Santa Catarina, realizó un curso de gobierno digital en la E-Governance Academy Tallin, de Estonia, y fue gerente del Departamento de Proyectos Estratégicos de Río Grande del Sur durante la administración de Tarso Genro. Mentor y pionero del movimiento Fronteras Culturales, es asesor del Comité de Frontera Brasil-Uruguay y en 2015 fue contratado por la Unesco para elaborar, junto al Ministerio de Cultura, un plan de integración cultural en todas las fronteras de Brasil. Nos conocimos en el encuentro Fronteiras Culturais-Fronteras Culturales, que incluyó el IV Festival Binacional de Enogastronomía, que también coordina, el 5 de agosto de 2017 en Rivera.