El sábado pasado esta organización, que aspira a convertirse en partido, realizó su primera actividad pública con la presencia de sus inspiradores argentinos Adrián Salbuchi y Juan Manuel Soaje. El acre perfume neofascista de esta formación no impidió al doctor Hoenir Sarthou ser parte de la mesa.
Iba a empezar a las seis de la tarde pero pasaban de seis y media y no había miras. “Parece que en esta segunda república seremos tan impuntuales como en la primera”, comentó un observador. Eran cerca de las siete cuando finalmente estacionó, a metros de la entrada del Centro Valle Miñor, en Pocitos, donde se realizaría el “cabildo abierto”, el auto del que descendieron los expositores más esperados: los argentinos Juan Manuel Soaje y Adrián Salbuchi. Inmediatamente salieron a su encuentro los que habían preferido aguardar haciendo puerta.
Hubo fotos. “Yo también quiero, que soy cholulo”, anunció un caballero que sostenía una funda de terciopelo rojo, e inmediatamente se ubicó a la derecha de los recién llegados. Entonces de la funda hizo salir un largo sable en cuya hoja se alineaban ideogramas presumiblemente japoneses. “Yo lo que tengo es mi termo de Nacional”, añadió un simpatizante más joven que se situó a la izquierda de los argentinos. “¿Nacional? ¿Qué es eso?”, preguntó Soaje. “Fútbol”, reportó el bolso. “El rival de Peñarol, que siempre fue el cuadro de… los internacionalistas”, completó.
Aquel era un día luminoso, “peronista”, como para juntarse con los descamisados en la plaza. Pero la cita era en el salón de fiestas del Valle Miñor, escoltados por robustos jóvenes de remera azul estampada con el logo del Proyecto Segunda República Oriental, por delante, y la consigna “No a la bancarización obligatoria” por detrás, con las ventanas cerradas y con la luz escasa, generosa apenas sobre el escenario donde se situaba la mesa destinada a los expositores. El primero en hablar fue Hoenir Sarthou.
“GENTE TORTURADA.” “Mi objetivo aquí es compartir algunas reflexiones sobre lo que yo llamaría ideología de género”, anunció el invitado (empleando un término que ha tenido fortuna local desde que el cardenal Daniel Sturla lo echara a rodar en esta banda). Para Sarthou la mencionada ideología, “dicho en forma súper esquemática, consiste en la idea de que el sexo biológico no es determinante ni de nuestra orientación sexual ni de nuestra conducta de género”. Sería “la idea de que el género es una construcción social”, de la que se seguiría sin dificultad que “entonces uno puede elegir ser hombre, mujer, transexual, bisexual, pansexual o lo que quiera”.
De acuerdo a la genealogía que postuló, la doctrina “tiene su origen en el neomarxismo de la Escuela de Fráncfort que empezó a cuestionar los criterios tradicionales sobre la vida sexual, sobre las relaciones entre los sexos, la familia”. Pero vueltas tiene la historia, y “después, de alguna manera que no es cristalina (porque estas cosas nunca se explicitan), poderosos capitales empezaron a financiar y a subvencionar lo que se han llamado los estudios de género, y entonces ahí tenemos fundaciones como las de Rockefeller, Soros, en fin…”.
El abogado opuso diversas objeciones a la ideología así presentada. Por una parte porque considera un hecho que “nuestro cerebro está conformado por el sexo con el cual nacemos, de acuerdo con el sexo con el cual nacemos”. Por otra, porque estima que la doctrina “elimina un rasgo importante de nuestra identidad, nuestra identidad dentro de un sexo determinado”, una identidad que “nos ayuda a definirnos, nos marca caminos en la vida”, por lo que su cuestionamiento “no creo que vaya a generar una gran cantidad de homosexuales, creo que va a generar una gran cantidad de gente torturada”. Además observó que “los que son muy religiosos dicen ‘esto destruye la familia’”, y como ya había declarado enfáticamente su agnosticismo, añadió a lo dicho: “y yo creo que es cierto”.
Sin embargo aquella era una reunión política, y si la ideología de género estaba en el orden del día, sería a raíz de que cumplía alguna función en ese plano. Y no era cualquier función: “la ideología de género ha pasado a ser parte fundamental de la ideología del sistema”, aseguró el orador. ¿De qué manera actuaría? Sarthou condensó en el párrafo final de su discurso la respuesta, lo que llamó su “preocupación fundamental”: “Creo que si nosotros analizamos el tiempo que estamos dedicando en la sociedad a discutir la ley del aborto, el matrimonio igualitario, la identidad de género voluntaria, el femicidio, la cuota que le corresponde a cada género en el Parlamento o los puestos de trabajo, es abrumador el tiempo que le dedicamos a convertir el supuesto problema de género en un tema central de la vida social. Mientras tanto no estamos discutiendo nuestra economía, lo que está pasando con las inversiones (…). Mi impresión es que deliberadamente hemos pasado de un esfuerzo por ser todos iguales (…) a convertir el conflicto entre hombres, mujeres, homosexuales, transexuales en el tema central de la vida social y, en el fondo, de la vida política”.
“URUGUAYIDAD PROGRESISTA.” La palabra pasó entonces a quien estaba sentado a su derecha, el coronel (r) José Carlos Araújo, fundador en 2010 del Foro Libertad y Concordia. Tal como revelara el periodista Roger Rodríguez, siguiendo el ejemplo de la Unión de Promociones argentina, Araújo propuso a los oficiales retirados confederarse por tandas de egreso de sus respectivas escuelas, “por fuera de los desgastados clubes Círculo Militar y Centro Militar o las cooperativas militares, que habían sido utilizadas hasta el momento”.1 Las promociones nucleadas iban de 1971 a 1974 (Araújo es de la del 72). Es decir que se trata de militares que participaron de la represión de la dictadura, muchos de ellos pasibles de ser encausados judicialmente por torturas, señalaba Rodríguez.
El objeto declarado por el foro era “luchar para eliminar las acciones del enemigo sobre los camaradas y alcanzar la liberación de todos los prisioneros políticos, militares, policías y civiles”. Y a este fin la organización se propuso, como “maniobra general y propósito”, “formar opinión pública, psicosocial y política para alcanzar el objetivo, en principio por medios legales”.
Si eso intentaba realizar Araújo la tarde del sábado pasado en el Valle Miñor, hay que reconocer que eligió el camino largo. El segundo invitado prometió discurrir sobre la “evolución del pensamiento y la cultura en nuestro país” en una intervención titulada “De la orientalidad hispánica a la uruguayidad progresista”. Y, dejando inmediatamente claro por cuál de los dos polos de ese devenir se inclinaba su corazón, ante aquel auditorio viril (tres mujeres en no más de sesenta concurrentes) el coronel se detuvo a recordar que en la fecha se estaban conmemorando 446 años de la batalla de Lepanto. Aquella donde Cervantes perdió la zurda y una coalición de estados católicos europeos asestó un duro golpe a la flota turca. “No puedo dejar pasar el conmemorar entre nosotros esta victoria de Occidente, conseguida sobre todo con la sangre y el esfuerzo de España”, advirtió Araújo, momento en el que pareció hacerse más visible la inmensa bandera de la monarquía colgada en la pared sur del local.
De todas maneras el militar pensaba ir rápido al grano: “¿Por qué propuse este título?”, preguntó. “Porque pienso que los que estamos acá tenemos alguna especie de malestar con la cultura, un poco lo que nos explicaba el doctor Sarthou, hay algo que está funcionando mal, que nos molesta, (…) todo ese relativismo, esa cuestión que yo describía para usar alguna especie de palabra importante y con todos los riesgos que ello supone, como una especie de nihilismo.”
Desde entonces, sin embargo, el orador perdió el timón de la prosa. Dijo que “el malestar de la cultura” del que hablaba tenía un origen opuesto al estudiado por Freud en la obra así titulada: no lo provocaba la represión, sino su ausencia. Dio a entender que en el Río de la Plata la cosa había empezado a desbarrancarse cuando Juan Manuel de Rosas fue derrotado en Caseros y los liberales a hacer pata ancha. Llegó a notarse que apreciaba entrañablemente la escolástica, su esfuerzo por unir razón y fe (sin acotar esta vez “con todos los riesgos que ello supone”). Soltó que en su concepto “la plenitud de los tiempos” correspondía a la época de “nuestro señor Jesucristo”, cuando “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y trajo la sabiduría de Dios… incluso en términos filosóficos, meramente filosóficos”; y además, que ningún destino más alto podía esperar la mujer que el que la “religión verdadera” le dirime. “Deipara, dicen en latín ¡La madre de Dios! ¿Quién pudo llevar a una elevación mayor a la mujer?”, inquirió vibrante.
Pero para ese momento ciertas actividades de una integrante del público parecieron derivar en que Araújo entendiese que era hora de redondear, y entonces sí cortó grueso. “Si tenemos tiempo, en otro cabildo hablaremos de desarmar el famoso mito de la soberanía popular, de que existe radicalmente en la nación. No existe radicalmente en la nación. Nunca pasó por el pueblo todo el poder”, espetó, antes de cerrar con una maniobra difícil de calificar: citar a Hanna Arendt para legitimar “un hecho de fuerza para la defensa de ese orden que la sociedad se quiere dar”.
“SOMOS LA RESISTENCIA.” Ágil y entretenida fue en cambio la intervención de Roberto Sosa del Puerto, designado por la dirección del Proyecto Segunda República (Psr) Oriental para representarlo en la ocasión. El hombre es ingeniero electrónico por la Utu, y en la convocatoria a este cabildo se agregó “especializado en ingeniería social”. El 19 de mayo pasado se realizó el primer “cabildo” de esta organización con la presencia del doctor Gustavo Salle. Fue en un domicilio particular y había que escribir al correo electrónico de Sosa del Puerto para participar. En el “cabildo” del sábado fue aplaudido recurrentemente. Primero cuando confesó que había votado al Frente Amplio hasta 2004, y que desde entonces anulaba el voto “en manifestación de rechazo a la oferta política, con la esperanza de poder votar algún día al Psr Oriental”.
Su exposición constituyó una singular versión del destino histórico de la dialéctica hegeliana. “La que trata del conflicto entre los opuestos”, aclaró. Partió de una presunta frase de Lenin (“La mejor forma de controlar la oposición es liderarla nosotros mismos”) para proponer que la teoría hegeliana había sido utilizada por ciertos agentes para generar oposiciones aparentes que terminaban retroalimentando al sistema. Los mismos bolcheviques habrían cumplido el “rol de antítesis controlada del capitalismo”.
Pero todo había empezado 70 años antes, aseguró Sosa del Puerto, cuando la familia Rostchild “se había adelantado a esta ocurrencia de Lenin financiando a la liga de los doce hombres justos,2 un movimiento socialista, y a Carlos Marx para que escribiera El capital”. “La idea de aquellos banqueros”, precisó el expositor, “se fundó en los estudios de Hegel, quien en 1823 postuló su teorema sobre el proceso dialéctico”; fecha curiosa, pues no corresponde a la de ninguna de las obras fundamentales del filósofo, detalle menor, por cierto, cuando se viene de afirmar tales disparates.
Lo importante es que, para Sosa del Puerto, esta interpretación del origen del marxismo le permitía pasar a decir que “venimos siendo manipulados mediante el manejo de la tesis y la antítesis en una construcción controlada por la elite que promueve la alternancia de ellas en el poder mientras su agenda avanza incontenible en cada cambio”.
Para Sosa del Puerto “toda expresión política derivada de síntesis entre liberales y marxistas resultará inocua para las elites y tóxica para el superior interés de la nación”, y así “bajo el término oposición hoy se encuentra nucleada la disidencia controlada por la misma elite. Hablo de blancos, de colorados, socialdemócratas, independientes y aun ecologistas. Consecuentemente, en el Psr decimos: no somos la oposición, somos la resistencia”.
Haber descubierto esta impostura habría sido, según el orador, lo que condujo al Che a su muerte. “En Argelia se la mandó guardar. Denunció la coalición Londres-Moscú en la cotización de las materias primas del Tercer Mundo. Fue su último discurso, y quizás el menos estudiado. El que finalmente le costó la vida por acercarse a denunciar el manejo real del mundo”, pronunció Sosa del Puerto ante el silencio sorprendido del auditorio.
Al cabo, sostuvo el orador, frente a tales manipulaciones, “la democracia es un juego de niños tontos” que deja a los pueblos inermes ante “los dueños del oro que ya sabemos quienes son”. ¿Y quiénes son? No necesitaba nombrarlos. El público le respondía con risitas cómplices. Probablemente allí estuvieran sentados algunos de los autores de los post que Sosa del Puerto divulga en su Facebook denunciando a Pepe Mujica como “fiel lacayo de los intereses judíos”, o de los que comparten los que él mismo postea, como el de este 14 de agosto: una fotografía de varios rabinos rodeando a George Bush padre, acompañada de la leyenda atribuida a Amschel Rostchild: “No importa a quién vote el pueblo, siempre nos estará votando a nosotros”.
Para los que recién se aproximaban a este movimiento, Sosa del Puerto reservaba aún otra revelación reconociendo como inspirador al vicecomodoro (retirado) Horacio Ricciardelli, quien desarrolló una brillante carrera militar durante la dictadura argentina, participó del alzamiento “carapintada” de 1987 y fue indultado por Menem, para dedicarse desde entonces a fundar sucesivos movimientos políticos, a uno de los cuales bautizó Condor (Comunidad Nativa de Organizaciones Regionales).
“NO NOS HABLEN DE DEMOCRACIA.” Escasa sustancia tuvo en cambio el discurso de Juan Manuel Soaje, director del canal de Youtube TLV1, el arma de esta gente en la “guerra psicológica” que imaginan estar librando y desde cuyo sitio puede accederse al de la Unión de Promociones pulsando el botón llamado “Presos políticos fallecidos”, categoría en la que tal unión comprende, claro está, al almirante Jorge Rafael Videla.
Adrián Salbuchi, cuya intervención cerró la rueda, y que durante unos cuantos años fue “analista” de Russia Today, lo llamaría a éste “el canal más importante de habla hispana”. No agregó datos para comprobarlo, pero tal vez la fundamentación no importe porque los integrantes del proyecto Segunda República “somos pragmáticos a rajatabla”. Por eso el argentino pidió: “Por favor, no nos hablen de democracia, no nos hablen de derechos humanos, no nos hablen de paz, no nos hablen de la ley internacional y de la justicia porque eso es para los giles”.
Para Salbuchi la cuestión es “el poder” pues “el sistema global se basa sobre el poder y el poder tiene una regla de hierro, el que lo tiene lo usa para promover sus objetivos y sus intereses”. De esta suerte lo que el Proyecto Segunda República propone es “transformarse en una máquina de construir poder” para disputar el espacio “en este sistema de guerra en el que estamos todos los países inmersos”, aunque todavía sea “psicológica”.
Y “lo primero que uno debe hacer cuando está en guerra es identificar al enemigo”, descartando el “error catastrófico de aceptar como enemigos propios a los enemigos de mi enemigo”. Y en seguida ejemplificó: “Quienes ganaron la gran guerra del siglo XX, Estados Unidos, Gran Bretaña y la ex Unión Soviética (…), lucharon contra tres potencias, el famoso Eje: Alemania, Italia y Japón. (…) Que yo sepa, y creo que esto es muy aplicable también para la Banda Oriental, Alemania, Italia y Japón jamás agredieron a Argentina. Nunca, ni antes, ni durante, ni después de la guerra. (…) Sin embargo Estados Unidos, Gran Bretaña y la ex Unión Soviética agredieron a nuestros países permanentemente; la ex Unión Soviética a través de la guerrilla, tupamaros, montoneros”.
Por eso, pidió Salbuchi, “olvídense de ideologías, olvídense de si les gustan o no les gustan los símbolos, olvídense si les gusta o no les gusta el estilo que tenía cada uno de esos países”, lo que importa es si las potencias del Eje defendieron “la nación” del modo que el Psr pretende. “Y no perdamos de vista –agregó– que, aunque gracias a Dios, el desafío de la Segunda República no está en el plano militar todavía, de todos modos, conceptualmente, el último bastión de la soberanía de toda nación son sus fuerzas armadas.”
SI ME INVITAN… Hubo preguntas del público. Una para Sarthou pretendía que éste precisase si acompañaba la idea de que la “destrucción de la familia” que promovería la “ideología de género” era una nueva faz “de la vieja idea marxista-gramsciana de destruir, de alguna forma, el orden establecido”. El interrogado agradeció la pregunta porque le permitía aclarar. Pero lo que le interesaba aclarar no era lo que este cronista esperaba.
Sarthou fue parte del grupo de estudiantes universitarios que en 1982 creó Asceep, la “asociación civil” que serviría de vehículo legal para expresar el gremialismo estudiantil prohibido por la dictadura. Fue, durante décadas, frenteamplista. En 2009 apoyó la candidatura de José Mujica postulándola como un “giro a la izquierda” en la trayectoria progresista. En 2014, en cambio, apoyó a la Unidad Popular.
Para entonces ya hacía años que participaba en tertulias políticas radiales, y las columnas que bajo la denominación “Indisciplina partidaria” escribía en el semanario Voces tenían un buen número de lectores. “Como Unidad Popular llegó al Parlamento con mi voto, entre muchos otros, me siento obligado a decir que me equivoqué profundamente al votarla”, escribió en la del 2 de noviembre de 2016 a raíz de la negativa de esa bancada a apoyar la creación de una comisión investigadora sobre la intervención de la empresa Aire Fresco en los negocios con Venezuela.
“‘Izquierda’ y ‘derecha’ ya nada significan si una y otra no perciben que el gran tema de nuestra época es si, como sociedad, vamos a poder mantener cierto control sobre los intereses económicos globales que nos invaden económica, política y culturalmente”, había afirmado en esa página. “Este es un tema, para mí, políticamente medular, donde la división entre izquierda y derecha no nos ayuda mucho”, insistió el sábado en su primera intervención. Y dijo más: en ese aspecto, en esa apreciación de que el signo de los tiempos era la oposición entre “poderes económicos capaces de producir efectos globales” y los estados nacionales, Sarthou coincidía con el Psr. “Creo que este es un punto que, por lo que he podido leer y conocer de este movimiento, comparto”, había dicho.
En cambio, el orador no había sentido necesidad de referir también si, además de coincidencia, tenía discrepancias fundamentales con las cosas que después de su intervención se habían dicho: los ataques a la democracia o la reivindicación de las potencias del Eje, por ejemplo. Tampoco explicó por qué toleraba hablar desde la misma tribuna que más o menos notorios defensores del terrorismo de Estado.
“Porque me invitaron”, respondió simplemente cuando Brecha le preguntó por qué había estado ahí. ¿Y no necesita una fundamentación para estar al lado de esa gente?, insistimos. “Mirá, yo he sido invitado por el Partido Independiente, fui invitado el otro día por el Partido de los Trabajadores, y yo voy. No me pusieron ningún tipo de condicionamiento. Digo lo que opino sobre un tema y listo, ¿no? No significa ningún tipo de adhesión política”, se limitó a responder.
- “La ofensiva de los indagables”, Caras y Caretas, 4 de febrero de 2011.
- Probablemente se refiera a la Liga de los Justos, creada por emigrados alemanes en París, a la que a mediados de la década de 1840 se acercaron Marx y Engels, y bajo cuya influencia pasó a llamarse Liga de los Comunistas y adoptó como documento esencial el célebre manifiesto de 1848.