Nunca me gustó Sandro, lo cual no tiene por qué importarle a nadie. Lo curioso es que a la periodista Graciela Guiñazú, autora del libro Sandro de América, tampoco le gustaba antes de conocerlo, entrevistarlo y editar en 2004 un primer libro sobre el cantante, llamado Sandro, el ídolo que volvió de la muerte.
No es fácil gustar de la propuesta de Sandro: su música está pasada de almíbar y el artista cultiva una sensualidad caricatural y trasnochada que no es más que una copia defectuosa de la del gran Elvis Presley. Para peor, su canto está pasado de un vibrato molesto, y sus autorías no se alejan demasiado de los lugares comunes y el kitsch más irredimible.
Sin embargo, es imposible negar su estatura de ídolo popular y hasta de figura a esta altura mitológica. Sus 52 álbumes, sus millones...
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