Un auténtico hombre del Renacimiento en las costas del Plata, con religioso atuendo y con escasa visión, inquieto por naturaleza, asombrado ante cada contingencia del mundo, detallista hasta la obsesión, ávido lector, acomodaticio a los gobiernos de turno, incomprendido por los brutos y reverenciado por los que ostentaban el poder. Dámaso Antonio Larrañaga (1771-1848) fue mucho más que un cura montevideano; la diplomacia, la política, la botánica y la zoología fueron algunos de sus centros de interés, pero no los únicos, más allá de los etéreos y sacros asuntos propios de su Iglesia.
La reciente edición del Diario de Historia Natural 1813-1824, que acaba de publicar la indetenible Biblioteca Artigas, con un cuidado (y en honor al autor, detallado) prólogo de Ariadna Islas, vuelve a acerca...
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