Pulsión estelar
Esther M García (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1987) es licenciada en letras españolas. Publicó Sicarii (El Quirófano Ediciones, 2013), Las tijeras de Átropos (Editorial UA de C, 2011) y La doncella negra (La Regia Cartonera, 2010).
Dicen que su madre se volvió loca al nacer ella, y que su padre se esfumó detrás de alguna caja de cigarrillos. Y ella espera en el reflejo de la desesperación matriarcal, vestida de niña, oculta entre las faldas bordadas de la amargura.
Dicen que muere poquito a poquito, entre tragos de mezcal, de cerveza, de ajenjo, desnuda y con el maquillaje corrido, dicen que muere, imperceptible, que abandona su cuerpo en el afán de volverse otra.
Borracha, “mira arriba la pulsión estelar/ pensando que ella es nada/ sólo un trozo de carne rellena de puro dolor”.
Dicen que la locura de su madre embrutece los ojos de sus vecinos, que la observan temblar bella en la ventana; todas las noches se vuelven la misma noche, la misma tonada, el mismo santiguarse frente al desprecio átono, invocando las manchas de la memoria, los borrones imprecisos.
“Una aúlla con locura y otra se casa con la almohada/ entre el sudor del ‘¿y si se enteran los vecinos y los tíos?’.”
Pero, ¿qué puede pensar la locura sobre la tristeza? La madre es el abismo de otra cosa, que, al final del día, terminará consumiéndola. Y sobre su piel no circula nunca la mano de algún amor, sino sólo el aliento alcohólico que le silba por entre los dientes, hasta que la fiesta se vuelve por fin sólo resumidero de “sonrisas estúpidas de borrachos iguales a ella./ No siente a la soledad que la chupa/ como a un hueso jugoso/ ni los lirios muertos que lentamente/ le van creciendo en el corazón”.
La que muere de poquito a poquito, alomorfa entre los cuerpos de los otros, ansiosa de alguna caricia que nunca jamás tendrá su nombre y, vuelta sombría, se vuelve un arma cargada dispuesta a defender cualquier resabio del pasado. Por defender un amor que nunca estuvo, o por obligación, dejando pasar la vida atada a una sola cuerda.
“La locura es un arma silenciosa./ Juega a no herir a nadie/ más que al enfermo/ pero es mentira.”
La locura es un arma silenciosa que se dispara sola, un árbol enfermo en el medio del jardín que lento contagia a sus vecinos, con las raíces negras chamuscando la tierra que las ampara. Es una bala que entra en la carne, dejando restos imperceptibles en la sangre, abriendo diminutas heridas. La locura es alergia reptando por las manos, medallones ardientes en las palmas; imposible prenderse de nada cuando las garras están prendidas fuego.
Esther M García (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1987) es licenciada en letras españolas. Publicó Sicarii (El Quirófano Ediciones, 2013), Las tijeras de Átropos (Editorial UA de C, 2011) y La doncella negra (La Regia Cartonera, 2010).
Dicen que muere de a poco, entre tragos de mezcal, de cerveza, de ajenjo, desnuda y con el maquillaje corrido, dicen que muere, imperceptible, que abandona su cuerpo en el afán de volverse otra.