Alguno de los cinco jueces letrados de ejecución de sentencias y vigilancia de la capital deberá explicar cuáles fueron las razones (y las intenciones) que lo impulsaron a aceptar el pedido del coronel (r) Gilberto Vázquez de fijar su lugar de residencia en la ciudad de Rivera. El coronel Vázquez no tiene derecho a resolver por sí dónde quiere vivir, porque está condenado por diversos delitos de lesa humanidad (es decir, los más graves y aberrantes), entre otros, la desaparición de la ciudadana argentina María Claudia García de Gelman.
Pese a ese rosario de delitos, el coronel Vázquez obtuvo, en setiembre pasado, la autorización de un juez de ejecución de sentencias para completar en su domicilio el cumplimiento de su condena penal. Ese ya fue un paso arriesgado, porque el coronel Vázquez, antiguo oficial de la inteligencia militar, tenía dos antecedentes de fuga: el primero en 2006, cuando, trasladado al Hospital Militar por una supuesta dolencia, escapó disfrazado con una peluca; fue apresado y restituido a la cárcel de Punta Arenas días después. El otro intento ocurrió en abril de 2011, cuando la guardia policial de la cárcel incautó en la celda del preso una sierra con la que pretendía cortar los barrotes de una ventana, aplicando dulce de membrillo para acelerar la herrumbre del hierro.
Muy poco después de obtener el beneficio de la prisión domiciliaria, que le impedía salir de su casa sin autorización expresa (por lo cual portaba una tobillera conectada electrónicamente con la Jefatura de Policía), Vázquez fue autorizado a mudarse a Rivera. El 10 de octubre se instaló en un edificio de apartamentos ubicado sobre la avenida principal, a tres cuadras de la línea divisoria con Brasil. Trece días después, el martes 23, Vázquez confirmó que la tercera es la vencida. En la mañana del miércoles una patrulla policial que diariamente verifica la situación de unas 20 personas que gozan de prisión domiciliaria comprobó la ausencia del condenado. Gerardo Hernández, corresponsal en Rivera de Radio Uruguay, confirmó con el jefe de Policía del departamento, comisario mayor Ricardo Pereira, la ausencia de Vázquez. Se presume que el coronel, que utilizaba el código 307 en el Sid y era conocido por el alias de el “Judío”, cruzó a Santana de Livramento, una especie de territorio liberado para terroristas de Estado uruguayos, donde fracasan todos los intentos de Interpol. En ese lado de la frontera sigue viviendo Pedro Mato Narbondo, el “Burro”, requerido por la justicia uruguaya pero inubicable por más que periódicamente circulan fotos que registran la buena vida que lleva en la clandestinidad. Otro que permaneció en Santana hasta que la justicia argentina impuso su captura fue el coronel Manuel Cordero, alias “Manolo”.
Es posible que el Judío y el Burro estén brindando con cerveza en algún boliche de Livramento. En principio, ¿qué se le puede reprochar al Judío Vázquez, si le dejaron abierta la puerta?