—Según tengo entendido en Perú es muy significativa la presencia de movimientos sociales de relevancia, en particular de mujeres organizadas, ¿es así?
—Diría que desde los años setenta el fenómeno social organizativo más importante es la constitución de los movimientos de mujeres. Destacan el Vaso de Leche, un programa de asistencia alimentaria a los niños de 0 a 13 años a quienes se los provee de una ración de alimentos con proteínas. Son 30 mil comités de mujeres organizadas que atienden diariamente a cinco millones y medio de niños. También hay un importante movimiento feminista. En Perú tienes organizadas masivamente a las trabajadoras del hogar, se habla de 600 mil personas. El 98 por ciento es personal femenino y el otro 2 por ciento son niños o adolescentes, básicamente varones. El movimiento campesino tiene dos grandes centrales y ambas tienen secretarías nacionales de organización de la mujer, que han conquistado una cuota de representación de 50 por ciento de los cargos de dirección. Esto permitió un liderazgo a nivel de la cúpula, con presencia importante de mujeres que han sido campesinas venidas del mundo quechua y aymara, que han logrado luego ser parlamentarias, o regidoras o alcaldesas.
No basta con tener una secretaría de la mujer en las centrales sindicales de trabajadores, en 1990 se dio un salto cualitativo importante y las mujeres pasaron a asumir secretarías generales, presidencias de las centrales principales y otros cargos, como organización y defensa. La presidencia de la Confederación General de Trabajadores de Perú está a cargo de una mujer, situación que no existe en ningún otro lugar del continente en las principales centrales sindicales.
—Sin embargo, en el imaginario, el mundo andino se manifiesta como una cultura machista y patriarcal. ¿Cómo se gestó ese proceso?
—He acompañado ese proceso en los últimos 40 años de mi vida, trabajando con un imaginario de género vinculado al mundo andino. La historia de Perú, la historia del Tahuantinsuyo se funda con una imagen de Manco Capac y Mama Ocllo emergiendo del lago (Titicaca). Es diferente a la idea judeocristiana de nacimiento, donde la mujer sale de la costilla de un varón. El mito fundante que tiene Perú es un mito paritario. Así como existe el mito de los hermanos Caín y Abel en la construcción judeocristiana, nosotros tenemos el mito fundante de los cuatro hermanos con sus cuatro esposas: la Pachamama es la madre tierra, Mama Coya es la madre agua… El uso de ese rico imaginario y el remitirnos a la memoria histórica nos permite trabajar de otra manera en un mundo que, indudablemente, no está fuera del sistema patriarcal. Muchas veces se nos enseña la historia como la continuidad de sucesos bélicos donde el paradigma ha sido el hombre, el militar. Eso ha generado el fortalecimiento de una cultura patriarcal y belicista que buscamos deconstruir con mitos fundantes culturales. Vincularlo a la idiosincrasia andina, campesina, indígena, amazónica, nos saca de una mirada de género tan occidental y de una concepción de género tan diferente a nuestras raíces culturales.
—¿En esas zonas fuera de lo urbano las mujeres logran un rol protagónico?
—Es protagónico. Primero porque se ha producido una feminización del campo. La pobreza produjo un fenómeno migratorio y los primeros en migrar de manera autónoma son los varones. La mujer se ha quedado como jefa de familia y eso significó un cambio de roles. Asimismo, hubo programas especiales de titulación de tierras. Sólo el 1 por ciento de las mujeres poseía tierras, ahora creció hasta el 10 por ciento y eso también empodera de diferente manera a las mujeres. Han ingresado a las rondas de defensa, de lucha contra el abigeato; ingresaron a proyectos productivos, a proyectos de desarrollo, a manejo de créditos, a emprendimientos económicos. Existe una experiencia crediticia, empresarial, de microproyectos productivos que ha ayudado a modificar los roles, a que la mujer tenga autonomía económica. Y eso ha sido determinante para modificar las relaciones de poder dentro de la pareja. El proceso migratorio también ha hecho que la mujer, al ser cabeza de familia, efectivamente se haya tenido que empoderar de otra manera. El 29 por ciento de los hogares está dirigido por una mujer en Perú.
—¿Cómo se explica que ese progresismo de los movimientos sociales no se refleje electoralmente? Los partidos de la izquierda peruana aparecen débiles y fragmentados.
—Los espacios no se reemplazan. No es que el movimiento social se convierta en organización política. Para participar de la política tienes que haberte formalizado como organización. El movimiento social es vigoroso. Tiene una presencia cultural enorme. Cuando hablo de 50 mil organizaciones femeninas con vigencia en Perú es una gran virtud, esta masividad de enfrentar la pobreza de manera solidaria, que tiene como antecedentes la comunidad campesina. Tiene como su gran defecto no ser un movimiento unificado. Hay gran dispersión, tanto en el movimiento político popular de izquierda como en el gremial. Perú tiene varias centrales sindicales, y varias centrales campesinas, de indígenas y de mujeres. Es un reto la unificación. Estos movimientos han apoyado los triunfos de esta última década. Tanto a (Alejandro) Toledo como a (Ollanta) Humala. Políticamente se han expresado en partidos nacionales. No han militado en Perú Posible ni en el Partido Nacionalista Peruano, pero han respaldado esos proyectos políticos. Sí ha habido una vocación política de esos sectores sociales de expresarse en esos canales políticos.
—Al poco tiempo de asumir su rol de embajadora en Uruguay comenzó a trabajar junto a las trabajadoras domésticas migrantes, un grupo muy vulnerable aquí y en todo el mundo. ¿Con qué se encontró? ¿Cuál es la situación de la colonia peruana aquí?
—Hay 3.600 peruanos residiendo en Uruguay. Son, mayoritariamente, mujeres que hacen trabajo doméstico. Yo venía de ser asesora de las trabajadoras del hogar en Perú, allí no hablamos de domésticas ni de servidumbre, que son conceptos superados, sino de trabajadoras del hogar. Diría que acá hay mucho aprecio por la peruana trabajadora, por un conjunto de virtudes que tienen que ver con la gastronomía, con la multiplicidad de cosas que puede hacer, porque muchas veces están sobrecalificadas (por ejemplo maestras que hacen tanto la tarea doméstica como la de apoyo en las tareas escolares), pero vienen a ejercer esa tarea porque no tiene mejores oportunidades. Hemos buscado en alianza con Cotidiano Mujer y la organización Marcosur implementar capacitación regular y mensual para ellas. Nuestro primer interés es integrar a la comunidad peruana a estas trabajadoras, que conforman el grupo más importante que hay en Uruguay. Ellas no se conocen porque el trabajo doméstico en la migración es un rol invisibilizador. Un migrante busca estar dentro de una casa, que no lo identifiquen fuera de la casa, que no lo busque la policía, buscan hablar de la misma manera que el original. La idea es empoderarlo, que sepa que tiene derechos y que existe una ciudadanía universal basada en derechos humanos universales, y que conocieran las leyes uruguayas que las protegen. Hemos contado con el apoyo de (Ernesto) Murro, que tiene mucho interés en que todas tengan seguridad social. Tendría que agradecer a Uruguay de manera especial porque en general no tenemos una queja de desprotección de las trabajadoras. Un segundo grupo son los pescadores. Trabajan en alta mar, en embarcaciones coreanas y españolas. Muchas veces sus derechos no son respetados y son abandonados en alta mar a su suerte, en embarcaciones más pequeñas. Estamos buscando con el cónsul Óscar Roca hacer un pool de apoyo con abogados para asistirlos. Otro grupo son los artesanos. Es gente de origen campesino que produce y vende artesanías aquí. Hemos buscado que tengan un espacio protagónico en la feria del Prado. Es muy gratificante que sean productos peruanos los que tengan acogida masiva en la feria, que es agropecuaria y artesanal, la más importante del país.
—Usted ha combinado sus dos líneas principales de estudio: mujeres y migrantes, y habla de la feminización que se ha producido en las migraciones, ¿qué significa?
—Muchas veces se lo concibe como un tema sólo cuantitativo, es decir: hay más trabajadores migrantes mujeres. Pero la feminización de las migraciones es sobre todo un fenómeno cualitativo, donde si uno aplica las herramientas del análisis de género puede ver cómo las migrantes finalmente regresan a un rol doméstico. Antes habían estado en un rol de ciudadanía, luchando por representación en el Parlamento, por cuota de género, por ley de igualdad de oportunidades. Al migrar van a tener como ocupación principal el trabajo doméstico, el trabajo de servicio, el de salud. Eso hace que salgan de la esfera pública, pasan al rol privado. Y si bien se satisfacen los intereses primarios (alimentación, techo, salario), quedan relegados los intereses estratégicos de género (el poder, la representación pública, el liderazgo político o el liderazgo social). Este mes estuve apoyando un curso virtual organizado por el Parlamento Andino, en donde se busca entender la feminización de las migraciones como un fenómeno holístico integral donde se modifican relaciones de género. Eso en algunos casos tiene un carácter dual. Es positivo en algunos aspectos: uno puede mirar aspectos que son retrocesos y otros positivos. Ser proveedoras, tener salario, enviar remesas, les da un poder diferente de negociación y pueden alterar el sistema patriarcal en sus negociaciones internas del hogar. Su patrón de migración es diferente. No va acompañando al esposo. Su rol es de autónoma y no de asociada. Sin embargo va al rol reproductivo en el ámbito doméstico en tanto trabaja en actividades de servicio y no de liderazgo público.
—¿Y la crisis europea cómo los afecta?
—El 52 por ciento de la migración peruana está en Estados Unidos. Un 25 por ciento en Europa, básicamente en España e Italia. Se han producido retornos, aunque no hay una estadística muy clara. Se habla de 60 mil en 2011. Pero yo soy de la tesis de que no será fácil ese retorno salvo por normas coercitivas que obliguen. Para los migrantes no es más fácil vivir su crisis en el Sur que en el Norte desarrollado. Siempre pugnarán por vivir su crisis allí, porque entienden que de todas formas les brinda un mayor nivel de oportunidades.
Perfil
Feminista. Magíster en ciencia política y gobierno. Secretaria general del Partido Socialista peruano hasta su asunción como ministra de la Mujer y Desarrollo Social, en el actual gobierno de Ollanta Humala. Dice que llegó a la política a través de la cultura: egresada del Conservatorio Nacional de Música donde estudió piano y canto clásico, derivó luego a la canción de protesta, cuando los conflictos políticos del continente hicieron fuertes a la canción popular latinoamericana y la nueva trova. Llevando esa música recorrió el mundo con el reconocido grupo Tiempo Nuevo, uno de los más populares de su país. Ha concentrado sus estudios académicos en los temas sobre la mujer y las migraciones, sobre los que publicó diversos libros. En 1973 fundó el comité de solidaridad con Uruguay. Desde marzo de este año es la embajadora peruana en nuestro país.
Minería socialmente aceptable
—En Perú hay en estas semanas un fuerte debate en torno a un megaproyecto minero en el departamento de Cajamarca, que se presenta como la solución para la zona, una de las más pobres del país, pero que los pobladores rechazan por sus impactos ambientales, en particular sobre el agua. ¿El modelo del presidente Humala es extractivista?
—No creo que sea un problema del modelo del presidente Humala. Creo que nuestro continente tan rico ha tenido una mirada programática de solución de la economía nacional en base a un modelo extractivo. No atañe sólo a Perú. Eso indudablemente está afectando en este momento la gestión y evidencia el conflicto social. Sin embargo, Perú no puede dejar de ser un país minero. Tiene una riqueza minera muy significativa para enfrentar hambre, pobreza y desempleo. Lo que Perú requiere, y en ese proceso se está, es una zonificación adecuada. Dónde haces minería y dónde haces agricultura. Dónde defiendes el agua y dónde haces extracción minera. Este modelo extractivo que se viene implementando hace décadas y décadas necesita trabajar un proyecto alternativo de desarrollo industrial, de incremento de valor agregado y de inversión en la agricultura y de zonificación minera, agrícola y arqueológica. Un instrumento de gestión importantísimo tiene que ver con la zonificación. Es difícil que en nuestros países se evite el extractivismo. Se va a mantener, es una posibilidad que dan los recursos. Lo que se necesita es una minería socialmente aceptable y sostenible ambientalmente.
—¿Eso existe?
—Humala llegó al gobierno heredando 250 conflictos sociales, de los cuales más del 50 por ciento eran conflictos mineros, campesinos con contrato de concesión minera indudablemente realizados en la gestión anterior. O respetabas el Estado de derecho o violabas los contratos. Se requiere un ordenamiento territorial y una minería responsable. Creo que existen posibilidades de negociación con el sector minero para una gestión responsable. Se ha avanzado en la última década. Eso lo evidencia un conjunto de proyectos. Otro conjunto no.
“En contra de disminuir las penas al grupo Colina”
—¿Qué opinión le merece la decisión tomada días atrás por la Corte Suprema de su país de disminuir las penas a Montesinos y sus cómplices? Ciertos sectores de la izquierda hablan de que sería la antesala para un indulto a Fujimori, y las aguas en el gobierno aparecen muy divididas.
—Claro que sí. Estoy en contra de la decisión de disminuir las penas al grupo Colina. El Perú ha luchado de manera significativa por acabar con una dictadura perversa, que dejó un gran saldo de muertos y un sistema organizado de violación de los derechos humanos, y que tiene en el grupo Colina un símbolo de lo que no puede volver a suceder. Si eso abrirá las puertas a una libertad de Fujimori, no lo creo, y estaría en contra, por supuesto. Pero se dice que en política es mejor ser historiador que adivino. Así que ojalá que el movimiento social esté en condiciones de rechazar la disminución de las penas al grupo Colina.