Existe un tiempo intermedio, entre el almuerzo y la cena, en el que podemos reprocharnos las cosas que pasaron hace meses, hace más de siete años, todo aquello que nuestras madres hubiesen querido enseñarnos, ellas que sólo han sido felices a condición de mentirse; ellas que lloran, encerradas en el baño, convencidas de que no estamos escuchando, pero nosotros, hijos, siempre lo hacemos, “hasta dormidos”, buscando escapar de los atardeceres porque “todas las luces/ de los edificios se terminan/ junto con tu cigarrillo”.
Ellas siguen tratando de escuchar cómo vibran los pozos de agua sedimentada, pero a veces es el aire el que tiembla por las cosas que dijimos, y nos quedamos “sentados sobre la tapa del inodoro/ desnudos/ y con las manos agarrándonos la cara,/ para que no se nos salga,/ para que por lo menos/ eso nos quede”.
Pero existen mil mundos dentro de cada una de las cosas que hicimos. Dentro de las computadoras apagadas y de las camas revueltas y de los ceniceros que partimos borrachos en alguna fiesta, bloqueando mil mundos en crisis y buscando remplazar el vicio con alguna acción vacía, mientras por la ventana tiembla alguna luz verde porque “hay en algún lugar un ex/ que no dejo descansar en paz como los muertos/ porque no nos perdonó”; sabiendo todo lo que nos van a decir y nunca aprendiendo, acostados con la espalda contra la ventana y pensando que, alguna vez, esas estrellas sirvieron para algo.
Que cuando éramos chicos sirvieron para decirnos que los muertos queridos estaban en alguna parte. Que la muerte no era eterna.
Saber por qué no podemos conciliar el sueño, saber qué ciudad es esta, porque estamos acá, todavía no durmiendo. Saber por qué ya no nos queremos como antes, si es la distancia, si es ése otro de los trayectos posibles, uno que no conocíamos hasta ahora. Y quedarnos sentados enfrente a la ventana abierta esperando que de una vez por todas entre algo, pero aceptar que no, “una noche en que me dije la verdad/ que la juventud que ya duele de lo amarilla”.
Daiana Henderson nació en 1988 en Paraná, Argentina. Publicó varios libros de poesía –Colectivo maquinario (2011), Verão (2012), El gran dorado (2012), A través del liso (2013), Un foquito en medio del campo (2013) y Humedal (2014), y es coautora de varias antologías de poesía. Codirige la editorial Ediciones Neutrinos y coordina el taller de poesía para jóvenes Corazón Cabeza. Colabora como periodista cultural freelance en medios gráficos electrónicos.