Es fácil obsesionarse con Édouard Levé, con una vida y una obra en las que todo parece cuidadosamente planeado, hasta su suicidio. Ese es uno de los asuntos con Levé: si uno escribe “hasta su Suicidio”, con mayúscula y negrita, está hablando de un libro sobre la muerte de otro; si lo hace en minúscula y redonda, estará hablando de su propia muerte por ahorcamiento en 2007. Y es que en la obra de Levé todo es y no es, a un tiempo, simultáneamente.
Su obra se retuerce, se enrosca sobre sí misma y sobre las cosas. Así, sus fotografías hiperrealistas se vuelven irreales. En la serie “América” retrataba pueblos estadounidenses que se llaman Roma, Bagdad, Calcuta, Lima, Estocolmo, Amsterdam y que son y no son los lugares que dicen ser; en su primera serie fotográfica, “Portraits d’homonymes”, fo...
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