En una época lo normal era que, a medida que la gente entraba en la edad adulta, abandonara paulatinamente sus aficiones juveniles, las relegara a un segundo plano o las despuntara como un lujo ocasional al que se le dedicaba una parte del tiempo libre. Necesidades más acuciantes reclamaban las horas y la atención de los jóvenes que se preparaban para afrontar “la vida”: carreras profesionales, esposas o esposos, hijos, la búsqueda de la independencia económica, el techo y el sustento diario. Pero ya no más. Hoy, con toda naturalidad, los adultos cazan Pokemones y los abuelos se disfrazan de Dumbledore, mientras ocupan una ingente cantidad de tiempo atrapados en el universo de Game of Thrones o jugando al Fortnite. ¿Está mal? Seguramente sí, pero, vamos, la vida es corta. Eso no quita que ...
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