Con una notoria capacidad para llevar a cabo un decir poético de gran condensación y un peculiar sentido de la ironía, Irene Gruss se volvió una de las máximas referencias de la poesía argentina de fines del siglo XX.
Como indica la investigadora Alicia Genovese,1 su nombre se encuentra ligado en un principio a otros autores que, sin constituir un grupo homogéneo, sin tener una revista o medio frecuente que haya identificado sus ideas, han sido constantemente asociados a la llamada “Generación del 70”. Gruss, junto a Jorge Aulicino, Guillermo Boido, Santiago Kovadloff, Daniel Freidemberg, entre otros, integró la antología Lugar común (1981), en la cual, desde el prólogo, Kovadloff perfilaba entre los participantes puntos de coincidencia en los modos de concebir la poesía. Como característi...
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