En una murga uno se puede encontrar con un carpintero que canta en la cuerda de primos, con un ortodoncista que canta “murga es la eterna sonrisa”, con un electricista que evita que se apaguen las bombitas amarillas y hasta con un filósofo que corea: “porque así, así es la vida”.
Aunque nadie tenga nada que ver con nadie, de la mezcla de todo eso sale una murga. Claro que hay maneras y maneras de mezclar las cosas, más allá de las artísticas; en este caso, me refiero a la manera en que las personas se vinculan, se relacionan. ¿Qué hace toda esa gente que no tiene nada que ver entre sí, sentada en un banco, frente a un tipo que les canta un arreglo, un miércoles de julio a las diez de la noche? Comparten el gusto por la murga. Si no fuera por eso, no se verían ni en figurita, ni en las fotos de Momodiario. La mezcolanza de personas intercambia visiones, momentos, gustos, asados, esperas en la parada de ómnibus. La cosa se va armando. En los conjuntos que funcionan como cooperativas, se le da todavía más valor a lo colectivo, desde decisiones como “¿pan tortuga o pan flauta?” hasta los temas de los que habla el cuplé.
La forma de cooperativa es la adoptada por varios conjuntos, sobre todo varias murgas jóvenes. Es importante desde el punto de vista político, porque son conjuntos que se suman como cooperativas a remar con un palo de redoblante en medio de ese mar de dueños llamado Daecpu. Es que el tema de los oficios en la murga no se da sólo del lado de los murguistas: también están los empresarios, que suelen ser los dueños de los conjuntos, y, al igual que el carpintero que hace la escenografía, aplican conocimientos de sus trabajos diarios en el mundo del Carnaval. Acá es donde empiezan a patear el tablero, pero para el otro lado; mientras el murguista piensa que por un mes escapa de su mundo laboral para vivir el frenesí de febrero, el dueño sale de su mundo de empresario para ser también empresario, pero en Carnaval. El murguista piensa que canta para liberarse de todas sus ataduras, pero debe responder al dueño de la murga, que, en definitiva, es su patrón. Tanto empresario como trabajador siguen cumpliendo su rol de todos los días.
Pero, además, los conjuntos de Carnaval son contratados por los dueños de los tablados; podríamos decir, entonces, que los murguistas son “subcontratados”. El empresario dueño del tablado contrata a la murga y el empresario dueño de la murga contrata murguistas, que terminan teniendo como mínimo tres patrones: el de su trabajo diario, el dueño de la murga y el dueño del tablado. En el caso de las cooperativas, los dueños de los tablados son los jefes directos, que determinan si trabajás o no. Cuando no te contratan de ningún tablado, ¿se le podrá llamar “despido indirecto”? ¿O, en este caso, “despedida indirecta”?
Pero la cosa no queda ahí, porque faltan los espónsores,que dan plata a los conjuntos y, a su vez, ponen avisos en los tablados, que se tienen que asegurar de que vaya mucha gente. La ley de la oferta y la demanda de los barrios se hizo dueña. Estuve sacando unas cuentas medio por arriba y me daba algo así: seis empresarios, tres dueños, dos amigotes, un whisky y un secretario arman los contratos. Cinco dueños de tablados, tres allegados y cuatro contadores se miran con satisfacción lograda. Tres comunicadores, seis expertos, dos concurseros y uno que consigue publicidad comentan los espectáculos. Un espacio publicitario, un préstamo de los uruguayos, una empresa de telecomunicaciones, un supermercado, una promoción, un banco país, una yerba de mi país, una red de cobranza, un mejor viaje de tu vida y una cerveza apuestan por el Carnaval (y ganan) –fin del espacio publicitario–. Un albañil, un carpintero, un fumigador, una trabajadora social, un ayudante de cocina, un jardinero, un fisioterapeuta, un diseñador, un docente de música, un tachero, una dentista, un mecánico, una vendedora, un terapeuta y un administrativo salen del trabajo directo para el club, porque tienen tablado a primera hora. En el camino van pensando un chiste para meter en el cuplé, porque ayer llegó el comentario de que al medio le falta risa.