Oficiales de alto rango dejaron el servicio y decidieron ingresar a otra trinchera. La mayoría se vinculó con los partidos fundacionales, con los que las Fuerzas Armadas mantienen “una amistad cívica”. Otros salieron a la intemperie. De momento, el éxito de estas corrientes es relativo.
“En la vida todo es posible.” Dentro de las Fuerzas Armadas (Ffaa), el comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos, es considerado un líder nato. Un hombre con vasta experiencia militar y con un nivel intelectual superior al de la media de la oficialidad, que, pese a ostentar el mayor rango, aún salta en paracaídas junto con el alférez que acaba de ingresar a la fuerza. Su enfrentamiento público con el Poder Ejecutivo por la reforma de la caja militar lo consolidó en la interna y lo catapultó hacia el afuera. Incluso, como referente del Movimiento Social Artiguista (Msa), novel partido político que se presenta como un movimiento con amplio contenido social, inspirado en el ideario de José Gervasio Artigas, y que postula recuperar “valores éticos, morales, culturales, educativos, sociales, de honradez, de seguridad” que la sociedad uruguaya ha ido perdiendo. Para el Msa, la familia es la base de la sociedad y la encargada de formar en valores (El Observador, 27-XII-18).
En este contexto, representantes del sector –cuyo presidente es Guillermo Domenech, ex director de la Escribanía de Gobierno y Hacienda de Presidencia– le plantearon, cara a cara, ingresar a la actividad política. La respuesta del funcionario fue la misma que dio días atrás: “No es mi plan hoy, (pero) no lo descarto. Habría que ver cuál es el escenario” (Galería, 7-II-19). La idea de Manini Ríos es esperar hasta febrero de 2020, cuando culmine su gestión y pase a retiro. Después se verá.
El posible ingreso de Manini Ríos a la actividad política, empero, no pasó desapercibido y es motivo de comentarios en ámbitos políticos, pero también castrenses. Algunos aguardan que se decida para tentarlo con una propuesta o sumarse a sus filas; otros apuntan que el oficial “juega al límite” de la Constitución y le atribuyen un mesianismo desproporcionado. Mientras tanto, militares de las tres armas, todos en situación de retiro, irrumpieron en la campaña electoral.
CORPORACIÓN. Los militares en actividad, cualquiera sea su grado, “deberán abstenerse (…) de formar parte de comisiones o clubes políticos, de suscribir manifiestos de partido, autorizar el uso de su nombre y, en general, ejecutar cualquier otro acto público o privado de carácter político, salvo el voto”. La disposición está en el artículo 77 inciso 4 de la Constitución. Pero esto no impide que en los cuarteles se hable de política.
La reciente irrupción de militares en la actividad política es una muestra de ello. Este proceso incluyó la creación de un partido propio. El Partido Orden Republicano, cuyo referente es el coronel Héctor Grossi, se inscribió en la Corte Electoral y participará en la próxima campaña electoral. Se trata de un partido conformado por varios militares, que tiene una plataforma electoral básica: desbancar al Frente Amplio (FA) del gobierno. En él confluyen militares de varias armas, como el coronel Arquímedes Cabrera y el oficial José Luis Vignoli. También hay varios integrantes de la logia Tenientes de Artigas, la misma que integra Manini Ríos. Se identifica como una opción política de “centroderecha”, con posturas conservadoras, que surgió del descontento de varios sectores castrenses con las reformas impulsadas por el gobierno (Brecha, 5-I-18). Un origen similar tuvo el Movimiento Unidos Podemos (Mup), también formado por varios integrantes de las Ffaa. La idea de este colectivo era conformar una especie de FA, pero desde la vereda opuesta. “La finalidad es unir a aquellos que estamos desunidos, crear una herramienta con la que la gente pudiera sentirse identificada (…). Es bueno que exista una izquierda y una derecha”, dijo a Brecha el coronel Héctor Rovira, referente del sector.Según Rovira, el problema más grave en la actualidad es ideológico: “El FA va en una dirección opuesta a lo que entendemos que debe ser el país”. La propuesta política implica un país más liberal desde lo económico (“hay que evitar concentrar el poder en el Estado”), pero “con cierto perfil conservador” en el área social.
La idea inicial era crear una estructura distinta a los partidos tradicionales, pero que dialogara con ellos. Sin embargo, esta idea no cristalizó. El Mup decidió adherir al Partido Colorado (PC) y entabló un diálogo con distintos dirigentes, entre ellos, el senador José Amorín Batlle, el ex diputado Alberto Iglesias y el ex presidente de la Cámara de Industria Washington Corallo (impulsor del Movimiento Solidaridad, del PC). De momento, no existe acuerdo con ninguno de ellos. Argumentan: “No buscamos un líder político, no queremos seguir nombres ni caudillos; somos un movimiento”. El objetivo último del Mup es presentar una lista propia al Senado, acceder al Parlamento y desde allí reivindicar los cambios que necesitan el país y las Ffaa, dijo Rovira.
TRADICIONAL. El general Hebert Fígoli era el vocero del Mup. Pero desavenencias desde el punto de vista estratégico-político hicieron que abandonara la agrupación y emprendiera otro camino. En diciembre de 2018, adhirió al Partido Nacional (PN) –con el que siempre tuvo cierta “emocionalidad”–, por medio del Espacio 40. Esto se produjo a partir de la afinidad que se generó con su líder, el senador Javier García, durante sus comparecencias ante la Comisión de Defensa del Senado.
La idea ahora, según Fígoli, es crecer “desde el pie” dentro del PN. Uno de los temas que abordará, junto con otros militares retirados, es el impulso de medidas concretas para mejorar la defensa nacional y tratará de rever todas las medidas aprobadas durante los gobiernos del FA que resultaron perjudiciales para las Ffaa y sus integrantes. Afirmó que los militares se sienten “más atendidos y escuchados” por los partidos tradicionales que por la izquierda. “Hay una natural amistad cívica con los partidos tradicionales. Más allá del período de facto o de excepción constitucional, siempre ha existido un relacionamiento con los partidos fundacionales”, subrayó. Esto se traslució, por ejemplo, en el debate sobre la reforma de la caja militar, pero también en la propuesta para reformar la ley orgánica militar: “Hay que tener en cuenta los roles que cumplen las Ffaa”, objetó (véase nota de Rosario Touriño).
Otro alto integrante de las Ffaa que ingresa a la actividad política es el general del
aire José Bonilla. Ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea y ex jefe del
Estado Mayor de la Defensa durante los gobiernos del FA, Bonilla decidió lanzar
un sector político dentro del PC. “Hay una situación-país, y queremos
aportar ideas y soluciones a los problemas”, dijo a Brecha. Bonilla
tuvo una activa participación durante el debate por la reforma de la caja
militar, con una postura contraria. En ese proceso, dice, intentó aportar para
mejorar el proyecto y adaptarlo a la realidad de las Ffaa, mantuvo contactos con dirigentes de todos los partidos
políticos y, finalmente, decidió incorporarse a la actividad política: “Me
jubilé de la vida militar, no de la vida, y quiero aportar todo lo que el
Estado me dio en
su momento”.
Bonilla dijo que su objetivo es aportar “trabajo, dedicación y lealtad” para que el partido “vuelva a ser un actor principal en la actividad política e intentar ser gobierno o ayudar al próximo gobernante en una futura coalición”. Dijo que, si llega a integrar el Parlamento, intentará colaborar con mejorar las leyes referidas al tema militar, pero con una mirada amplia en todos los temas, “sin corporativismo”. En los próximos días, el sector de Bonilla –que todavía no bautizó– anunciará su apoyo a la candidatura de Julio María Sanguinetti, de quien fue edecán entre 1995 y 2000.
La incursión de militares en política incluyó a un ex comandante en jefe del Ejército. En 2017, el general Pedro Aguerre también anunció su decisión de incorporarse al PC, con el que tenía cierta afinidad política. Ocho meses después, decidió retirarse. “Es muy diferente la profesión nuestra que entender la política”, dijo a Brecha.Por ahora, se limitará a ejercer el derecho que le otorgaba el artículo 77 cuando era un militar en actividad: votar.