La fuerza
que encadena los 11 cuentos de este conjunto a la
Tierra es un fatalismo forjado a partir de las particularidades de sus
personajes rotos, impotentes, consumidos en la noria de la neurosis obsesiva.
Acompañarlos en su devenir es, entonces, algo parecido a ocupar una trinchera
mientras la propia narración ejecuta un movimiento envolvente que va cerrando
todas las vías de escape. En ese sentido, el título del tercer relato (que le
da nombre al volumen) proyecta su augurio claustrofóbico a cada página. Ni
siquiera la frecuente ocurrencia del humor abre un espacio a la luz y el aire,
porque el humor es utilizado aquí apenas como un momento de modulación a veces
irónico, a veces absurdo: es sólo una pausa en el trayecto descendente.
Alejandra
Costamagna (Santiago de Chile, 1970) es un...
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