Una visión panorámica del estilo de vida adoptado por el principal escritor uruguayo del siglo pasado. Y, como corolario, los pormenores de un brindis que tuvo como partícipes a personas ubicadas en distintos continentes.
Hay destinos que
vienen claramente prefigurados desde la infancia. El niño Juan Carlos Onetti solía encerrarse en un ropero con un libro en la mano y su gato Miyunga en la falda, y allí dentro pasaba horas inmerso en la lectura, apenas
vinculado con el mundo exterior por la puerta entornada.
Unos años más tarde, si bien el
escenario es otro, la costumbre permanece. La nueva casa de Villa Colón tiene
un espacioso terreno y este, un aljibe sin agua al que aquel lector precoz y
empedernido le ha echado el ojo. Ha descubierto una forma más sofisticada de
aislamiento: hacerse ...
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