En su octavo año como director de la Escuela de Cine del Uruguay y curador del festival,1 el realizador uruguayo conversó con Brecha sobre esta actividad que sucede desde hace casi 20 años, pero que tendrá lugar, por primera vez, en las nuevas salas de la Cinemateca Uruguaya, lo que supone una mejora sustancial en la calidad de las proyecciones.
—¿En qué consiste el Festival de Escuelas de Cine?
—La idea es poner a disposición de los alumnos y del público una muestra de lo que están produciendo las escuelas en todo el mundo. Nos permite reunir, mediante una rigurosa selección, los cortos estudiantiles más destacados, entendiendo que presentar todos esos materiales juntos genera nuevos diálogos y significados posibles.
—¿De qué países son los cortos?
—La convocatoria es internacional, la hacemos a través de Cilect, la Asociación Internacional de Escuelas de Cine y Televisión –de la que formamos parte– y de Feisal, la Federación de Escuelas de la Imagen y el Sonido de América Latina. Pero la convocatoria es abierta a todas las escuelas del mundo. Mostraremos cortos de cuatro continentes: Latinoamérica, Europa, Asia, y este año, por primera vez, tenemos un material de África. Este año, además, hicimos el trabajo pormenorizado de escribir a algunas escuelas que nos parecen muy importantes para que pudieran estar presentes.
—¿Participan otras escuelas de cine de Uruguay?
—Sí, claro, participan todas las que mandan material. Hay cortos de la Universidad Ort, de la Universidad de Montevideo, de la Facultad de Comunicación, de la Escuela de Cine Dodecá, además de los cortos de la Ecu. La idea del festival es que se puedan generar vínculos entre todos los estudiantes del país, que después se van a cruzar en el mundo profesional.
—¿Cuántos cortos recibieron mediante la convocatoria?
—Este año, fueron 400 cortos. Tenemos un comité de preselección, que armamos con alumnos de la escuela, y luego definimos qué es lo que va a entrar en esos cuatro días de exhibición que tenemos. Siempre hay cosas buenísimas que quedan por fuera, pero creemos que lo que logramos seleccionar es representativo y respetuoso de lo que recibimos.
—¿Cuál es la potencia de ver cortometrajes de todo el mundo?
—La fortaleza de la selección es su gran diversidad de propuestas, de estilos, de temáticas, de miradas. Es una selección muy rica, una muestra muy interesante de las preocupaciones –éticas y estéticas– de una generación. Visionando los cortos, se puede pensar en qué temas les preocupan, en qué se fijan, qué historias quieren contar.
—¿Hay cuestiones comunes, líneas temáticas que dialoguen?
—Sí, claro. Incluso es posible ver, con el paso de los años, tipos de abordajes que van cambiando con el tiempo, según los diversos contextos políticos y sociales que vamos atravesando. Pero siempre hay temas que se repiten en todo el mundo. Este año hay una fuerza muy grande de la cuestión de género, de cortos relacionados con la identidad de género, que inevitablemente está presente en la selección. Sobre todo desde Argentina, es impresionante, creo que tiene que ver también con todo el debate que ha habido sobre la ley del aborto y el avance del movimiento feminista. Pero no sólo: desde Europa también llegaron cortos con esa temática. La identidad, en general, que a veces se refleja en la identidad cultural, sexual, de género, es un tema muy fuerte. Y después hay una cantidad de cortos –eso antes no pasaba– que son experimentales, que nos están obligando a pensar en abrir otra categoría o, por qué no, no tener ninguna categoría, borrar las fronteras entre los tipos de cine y las etiquetas, que es algo que ya se está asumiendo en muchos festivales.
—¿Cuáles son las categorías que hay hoy?
—Ficción, documental, no ficción y animación.
—En la ficción, ¿sigue habiendo un lenguaje hegemónico vinculado con el respeto por el eje, por la forma clásica, por el montaje en continuidad, esas cosas?
—Sí, creo que sí. Hay, claramente, un formato más o menos tradicional que se mantiene, sobre todo en la ficción. Donde se ven las experimentaciones más notorias es en el documental, en la no ficción, en la animación. Pero en lo narrativo tradicional hay un estándar que se mantiene y proviene claramente del cine hegemónico, industrial, que vemos todos los días.
También resulta muy evidente, si miramos los cortos de distintas partes del mundo, las diferencias en el grado de madurez que hay en algunas regiones en relación con otras. En algunos países de Europa se meten con temas muy densos, muy profundos, que son difíciles de ver en un corto de acá, por ejemplo.
—Y en términos de producción, ¿hay diferencias muy grandes entre lo que podemos llamar países de centro y de periferia con respecto al cine?
—No, no me refiero a una cuestión de producción. Es cierto que en algunos cortos es notorio que hay más presupuesto, es una cuestión de escalas. Pero la mayor diferencia tiene que ver con la decisión de embarrarse, de meter las manos en temas muy conflictivos, abordándolos de una manera profunda, aun dentro de lo que permite un cortometraje. Esos riesgos, está buenísimo que se corran, sobre todo cuando sos un realizador o una realizadora joven.
—¿Qué es lo que define un cortometraje?
—Sólo la duración. No hay una forma única para los cortos. He visto cortometrajes tan diversos, tan distintos, que nunca podría definir cuál es su forma. Lo que está claro es que el corto permite un tipo de narrativa diferente a la del largo, posibilita una cierta variedad de encares teniendo en cuenta que tenés muy poco tiempo. Exige un trabajo de síntesis muy importante. Captar la atención del espectador y decir algo significativo en ese poco tiempo: eso es lo definitivo.
—¿Cómo programan los cortos?
—Tratamos de que cada bloque de programación sea representativo de la selección global; que tenga cortos de diversos géneros, procedencias y temáticas. No hay bloques separados por temas; sólo hay algunos bloques más pensados para adolescentes a la primera hora de la tarde.
—Además de las proyecciones, ¿habrá actividades paralelas?
—Sí, habrá charlas y actividades magistrales no sólo para estudiantes, sino para el público en general. Todos los años elegimos un tema para trabajar: este año es la producción, que nos parece que es un área fundamental a la que los estudiantes le escapan mucho y, sin embargo, es muy importante abordarla desde la parte creativa, porque el divorcio entre productor y artista no debería existir.
Sandino Saravia, que es un productor uruguayo radicado en México, va a abordar la etapa de distribución y el aspecto más internacional del tema; después van a estar Mariano Llinás y Laura Citarella, que hablarán de cómo hacen cine ellos, de su experiencia tan fuera de lo común, y también viene Gema Juárez –una productora argentina, joven, que ya tiene muchos largos encima–, que se va a enfocar en la parte de desarrollo, en el inicio de la trayectoria de un proyecto o de una carrera de productor.
1. 19º Festival de Escuelas de Cine. Del miércoles 14 al sábado 17 de agosto en Cinemateca Uruguaya. Toda la programación puede consultarse en ecu.edu.uy/festival-2019/