—Podría decirse que Ni siquiera las flores es una película de género, es decir, de ese grupo de filmes categorizados como «de pandemia», pero en este caso va muchísimo más allá, al punto de transformar la pandemia solamente en una condición de posibilidad.
—Fue un género que duró poco, afortunadamente. A veces nos cuesta recordar, pero en un momento se les pidió a los directores que se mandaran cartas entre sí y cosas por el estilo para salvar al cine o, incluso, nuestra humanidad, mientras estábamos aislados o como una manera de paliar la soledad y la separación, narrándonos. Así fue que los cineastas salieron a filmar sus ciudades vacías o realizaron crónicas del encierro y hubo un auge que luego empezó a aquietarse. Cuando empezamos a trabajar con el material que luego se transformó en ...
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