Apenas comencé a
leer El fondo del quilombo, de Martín Bentancor, recordé La carreta
(1932), de Enrique Amorim, y su cuento “Las quitanderas” –nombre que se daba a
las prostitutas que recorrían en carreta el norte del país–. La genealogía era
cruda y actuaba sobre el imaginario popular. Pedro Figari pintó ese burdel
itinerante.
El
fondo… cuenta la
historia de un prostíbulo a lo largo de cien años: a partir del arribo de una
carreta con prostitutas a la Tercera Sección, el lugarliterario donde
transcurre buena parte de la ficción del autor, un territorio menor y
descentrado del que los personajes se ausentan para poder regresar.
No son
pocas las novelas en las que el burdel funciona como centro del universo.
Pensemos en el prostíbulo ambulante de Pantaleón Pantoja, que cruza el Amazonas
con...
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