La vida intrusa, de Leonardo de León, es un libro que sorprende
 desde el principio, porque, pese a ser de formato pequeño, incluye nueve
 epígrafes. El acopio puede parecer excesivo, pero resulta convincente a la hora
 de establecer zonas de contacto con un texto que, si bien confirma el impulso
 alcanzado por el giro autobiográfico en los últimos años, existe en los
 márgenes de las modalidades dominantes en la actual narrativa uruguaya.
 “Los trenes sólo empiezan a existir
 cuando descarrilan”, de Georges Perec, o “La literatura es una forma de hablar
 de muchas cosas a la vez”, de Alejandro Zambra, son dos de los epígrafes que
 anticipan La vida intrusa, un texto narrativo que acontece en un párrafo
 único, en el que brillan, de modo intermitente, los versos de “un poema roto e
 inconcluso”, seña...
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