Entiendo que las bases de ATEC de la DNC y CMEC están desde mediados de julio en preconflicto. ¿Cuál fue el resultado de la asamblea de hoy?
Enrique da Rosa —Nos declaramos en conflicto. Hay una primera realidad y es que no hay comunicación oficial hacia el sindicato y tampoco hacia los trabajadores, estén sindicalizados o no. En la última instancia que tuvimos con el ministro y los directores, ya hace más de un mes, no se respondió a un punteo importante de situaciones y no tuvimos ninguna otra comunicación oficial. Desde que ingresó la actual administración tuvimos varias instancias, algunas puntuales sobre cuestiones de protocolo. Pero sobre CMEC dimos plazo hasta el 31 de julio para que se diera respuesta a un montón de situaciones y no tuvimos ninguna. Hoy nos declaramos en conflicto y se van a tomar medidas de movilización y de visibilización de la situación de los trabajadores. La asamblea, además, se da en un contexto político y laboral muy complejo: la votación de la Ley de Urgente Consideración (LUC) tiene incidencias directas en la realidad de los trabajadores y trabajadoras del MEC. El decreto 90/20 ha sido y va a seguir siendo una herramienta de disuasión, desmovilización y cercenamiento de puestos de trabajo y de derechos. La situación de CMEC es una, pero suceden cosas parecidas con las Usinas Culturales y con los contratos de horas docentes del Centro Educativo de Capacitación y Producción (CECAP).
—Hay además una situación puntual de no renovación de cargos ¿no?
E. R. —Dentro de CMEC hay, por lo menos, tres formas de contrato: las horas docentes, que son la enorme mayoría, los compañeros que tienen contrato de trabajo, que se conoce como 2+2, y los presupuestados, que somos los menos. En el caso de los contratos de trabajo, a los dos años cumplidos el Ministerio tiene la posibilidad de renovar por dos más o cesar. Las autoridades del Ministerio dicen que actuaron dentro de la ley y no dudamos que es así, pero lo cierto es que hubo una comunicación por parte de las autoridades, en muchos casos en entrevistas personales con esos compañeros que estaban a la expectativa de que al 3 de agosto se los recontratara, en las que se les decía «no te preocupes, queremos contar contigo».
Carla González —Hay que ponerle nombre y apellido a esos contactos, que son Mariana Wainstein y Juan Carlos Barreto. Se nos plantea mucho que tengamos actitud de diálogo y creo que, como trabajadores y trabajadoras, hemos intentado fomentar esa actitud, pero el diálogo también tiene que fortalecerse en la confianza.
—¿Y en estos días se les comunicó que los contratos no serían renovados?
E. R. —El 3 de agosto era el plazo final para que el MEC le solicitara a la Oficina Nacional de Servicio Civil (ONSC) la recontratación. Los compañeros tienen que laburar hasta el 3 de setiembre. El sindicato informó en abril que esto iba a suceder, que los contratos cesarían. El jueves anterior se les pidió a los compañeros, vía correo electrónico, que empezaran a mandar formulario de BPS y DGI, lo que les daba a entender que la recontratación se efectuaría. Pero a las cuatro de la tarde del lunes empezaron a caer, en las casillas del MEC de los compañeros, correos que les comunicaban que no iban a ser recontratados. De los ocho, se recontrataron solamente dos.
—¿Y los motivos cuáles fueron?
C. G. —No se explicitan, no hay criterios ni siquiera territoriales. Tacuarembó, por ejemplo, quedó acéfalo; en Colonia no hay nadie. No hay un criterio claro. Nos preocupa mucho porque entendemos que los mecanismos de evaluación deben ser claros y que los trabajadores debemos ser partícipes de esa conversación. Pero quiero resaltar mucho el tema de los contactos anteriores, que tienen que ver también con el relacionamiento a nivel humano de la nueva administración con los y las trabajadoras. No fue una vez, fue en reiteradas reuniones que desde la DNC se planteó «vamos a contar con ustedes». Es desolador y fue un golpe muy fuerte que esto se diera, cuando no se explica nada y directamente se decide no darles continuidad a esos vínculos.
E. R. —Ese golpe afecta la salud emocional de los trabajadores y trabajadoras. Hoy, en la asamblea, muchos compañeros nos dijeron que estaban desolados, y esto se viene sumando a un montón de incertidumbre que viven los coordinadores, pero que viven aun más los compañeros y compañeras que tienen horas docentes.
Paola Ferreira —En mi caso, fui contratada en marzo, se me renovó por la nueva administración y tenemos hasta diciembre, pero no hay garantías de que el trabajo se mantenga. El reclamo es que los contratos no se caigan antes, en el medio de la pandemia y con la crisis.
DESMANTELAMIENTO Y REESTRUCTURA
—¿Qué pasa con los CMEC?
E. R. —Es la situación más compleja dentro del Ministerio. En el Plan Nacional de Alfabetización Digital (PAD), compañeras y compañeros con asignación de horas docentes son cercanos a los 200, a quienes, según nos dijo el ministro, no se les puede asegurar continuidad. Estos compañeros y compañeras tienen una asignación de horas firmada en diciembre del año pasado, de la gestión anterior, por un año. En esa declaración de preconflicto exigíamos que por lo menos se respetara esa asignación de horas. Hablamos de un desmantelamiento de CMEC y hablamos de una reestructura de hecho. El ministro nos dice que formalmente no hay una reestructura y que, cuando la hubiera, eso se nos iba a comunicar. En un momento habla de convocarnos a las instancias multipartitas frente a la ONSC, donde discuten trabajadores y empleadores la reestructura, como marcan las leyes laborales. Pero lo que hubo, lo que hay, es una reestructura de hecho. La administración ya no existe más. Vos vas a donde estaba CMEC en el octavo piso de la sede central en la calle Reconquista y hay salones vacíos. Todos los compañeros con tareas administrativas pasaron, mayoritariamente, a la DNC.
C. G. —A eso hay que sumar que también se nos quitó la potestad a los coordinadores, sin previo aviso, de ingresar al seguimiento de los trámites. Antes teníamos ingreso a la intranet del MEC, donde en comunicación con el equipo administrativo hacíamos seguimiento efectivo de pagos, compras, contratos y demás. Eso también tiene que ver con el desmantelamiento y el cambio que se está realizando de hecho en las tareas y los alcances de los roles.
—Las autoridades del MEC hablan de una reformulación o reorientación de la política. ¿Qué otros elementos los y las llevan a plantear que hay un desmantelamiento?
C. G. —No sabemos qué pasa con el presupuesto de CMEC. Si es que fue movido a otra unidad ejecutora o qué. En la reunión con la DNC de la que participamos los tres ya hace dos mes, hicimos varias preguntas que tenían que ver con cuándo vamos a volver, cuándo se va a generar un protocolo, por qué no estamos participando por ejemplo de Cultura en Línea o de otras iniciativas, cuando estamos desplegados en todo el territorio. ¿Por qué el MEC no está teniendo en cuenta a 300 trabajadores con formación en herramientas digitales en el marco de esta pandemia? Ninguna pregunta tuvo respuesta. Respecto al presupuesto, se nos contestó que los créditos no estaban habilitados. Entonces desconocemos qué pasa y se nos ha dado a entender que no se estarían habilitando nuevamente esos presupuestos para generar una planificación desde el territorio.
E. R. —Lo que sí hubo, ya más de una vez, no sé si públicamente, dicho por Barreto, Wainstein y Da Silveira, es que el Plan Nacional de Alfabetización Digital no va a continuar, se corta. El PAD nace en la misma época que el Plan Ceibal. Si Ceibal atendía a los gurises, el PAD atendía a adultos y adultos mayores de los núcleos familiares. Transformábamos la ceibalita en la computadora de la casa, pero además en los CMEC había un equipo de docentes, que más allá del conocimiento de la informática que tenían, lo más importante era su «don de gente». Porque vos tenés que tratar con personas que tienen 80 años, hacerlos encender la computadora, luego pasar a tener un mail, Facebook para comunicarse con su hijo que está en Montevideo o en otro país… Llega, hoy en día, a ser una política de educación a distancia muy potente. El Plan Ibirapitá llegó a todos los lugares donde llegó por CMEC, porque cuando te entregaban la tablet de Ibirapitá, al jubilado le daban una hora de taller y luego la continuidad la daban los compañeros de alfabetización.
C. G. —El PAD fue también puerta de entrada al consumo y a la producción cultural en diferentes niveles, porque de repente una persona que se animaba en alfabetización empezaba teatro o cafés literarios, era un elemento dinamizador. Reducir el PAD a una introducción a la computación, como le dicen, es una mirada bastante recortada. La herramienta del PAD era una puerta para generar ciudadanía cultural. No es menor sacarlo, no es menor para lo que generó, y no es menor la falta de voluntad de hacer uso de esa herramienta durante este tiempo. Estoy segurísima de que los trabajadores y las trabajadoras de CMEC podríamos haber generado un insumo de apoyo gigante durante la pandemia y, sin embargo, se decidió que no lo hiciéramos.
E. R. —En un momento en el que el gobierno tiene un discurso de economizar, de recortar, no utilizar CMEC es un despilfarro enorme. Vos tenés recursos humanos muy capacitados, que el Estado invirtió en ellos, tenés infraestructura informática, tenés conexión a Internet en los lugares más inhóspitos del país, tenés 127 CMEC. El Estado no quiso utilizar eso, decidió no utilizar eso en el medio de una pandemia.
—¿Y qué pasa con la unidad ejecutora creada por ley en 2016?
P. F. —Desde que asumió el gobierno, no tuvimos nombramiento de un director, se nombró a Barreto como un referente y en junio asumió la DNC la encargatura del despacho de la Unidad 05, antes lo hizo Landoni desde la Dirección General de Secretaría.
C. G. —Ahí fue que quedamos acéfalos en muchas cosas, cuestiones diarias ¿no? Enrique, al formar parte de la directiva del gremio, tuvo un vínculo más rápido con Landoni o con los que estaban, pero el resto de los trabajadores quedamos como en la nada, que si no fuera porque ATEC fue generando ese flujo de información, no tenemos ni idea. Tampoco desde el MEC se comunicaron para hacer un estado de situación con relación a la salud y la pandemia de los trabajadores en el Interior. No hubo ningún tipo de contacto, de relevamiento, o sea, ¿tengo población de riesgo entre mis trabajadores?, ¿qué pasa? Nada.
—¿No hubo contacto con los trabajadores de ningún tipo?
E. R. —Cuando se decreta la emergencia sanitaria hay informes hacia el CECAP, hacia la DNC, recién se empezaba a hablar de protocolos, y en CMEC no sabíamos si teníamos que abrir o cerrar. Fuimos nosotros quienes dijimos que no había condiciones necesarias en muchos centros, algunos no tienen ni siquiera baño, es de ahí que se define el cierre de los CMEC por la situación sanitaria. Volvieron los CECAP, volvieron los teatros, los cines, los liceos, las escuelas, y no nos han informado nada, no hay un protocolo definido para CMEC, si es que volvemos. El silencio del MEC afecta a la salud de los trabajadores, vos no sabés si mañana te vas a quedar sin laburo o no. En algunas intendencias ya se comienzan a preguntar qué va a hacer el Ministerio con las oficinas. Hay comunicaciones entre las intendencias y la DNC o el MEC en las cuales los trabajadores no estamos involucrados. Están hablando del destino del lugar en el que trabajamos, de las tareas que desempeñamos. Las intendencias quizás tengan más información que nosotros.
C. G. —Además hay un montón de espacios de coordinación inter-institucional de los cuales formamos parte: comisiones de adolescencia, juntas departamentales de drogas, comisiones de lucha contra la violencia, comisiones de juventud. Y quedás frente a esa cuestión pensando: «¿Estoy en falta si dejo de participar o no estoy habilitada para participar?». También creemos que no tenemos por qué ser los trabajadores y las trabajadoras quienes nos hagamos cargo de decir: «El MEC se va a retirar de este espacio». Porque, por ejemplo, en las comisiones departamentales de lucha contra la violencia o la de educación, la integración del MEC es por ley, no es voluntaria. Esto tiene que ver con la complejidad del rol que esta política pública asumió. Porque cumplimos la presencia en territorio a través de una política pública cultural, pero de entrada a un montón de iniciativas en territorio. Acá no se trata de enamorarse de los proyectos, cualquier administración tiene derecho a generar su propia impronta, pero creo que se debe ser más justo y equitativo en el análisis y en la evaluación. Reitero lo del relato recortado, porque se nos dijo en reuniones: «Ustedes prácticamente no trabajaron y no tuvieron impacto en territorio» y eso, como trabajadores, nos parece que es una falta de respeto.
—¿No hubo ninguna evaluación de la política pública que los incluyera?
E. R. —Ese fue otro punto. El 30 de junio, el ministro salía del Ministerio y le preguntaron si iban a desaparecer los CMEC; lo que dijo fue que encontraron una cantidad importante de desprolijidades y que era un despilfarro. Eso nos molestó un montón, porque dejó una nube de dudas enorme. Y le preguntaron: «¿De qué tipo?», y dijo: «De todo tipo que se pueda hacer». Si vos no decís quién, eso genera una sombra de sospecha sobre todos los y las que trabajamos. Imaginate dentro del departamento, donde vamos como trabajadores sindicalizados a pedir cinco minutos a la televisión y le contamos que está pasando esto y sale a decir eso el ministro, que tiene una estatura política, jerárquica, administrativa… Entonces viene el canal y te preguntan: «¿Qué me decís vos de lo que dijo el ministro?».
C. G. —Y porque a nivel territorial CMEC no tiene el nombre de los directores anteriores, tiene la cara de los trabajadores. Vos podés preguntar en un montón de pueblos por la gente del MEC y no te van a nombrar ni a (Roberto) Elissalde ni a Glenda (Rondán), te van a nombrar a los del MEC y somos nosotros. Entonces las declaraciones del ministro fueron un ataque fuerte hacia el prestigio de nuestro trabajo. Si hay investigaciones administrativas, y son necesarias, que se hagan, pero que no se hagan declaraciones tan livianas que no aportan nada y sentimos que solamente generan una línea de desprestigio para justificar el desmantelamiento que se está llevando a cabo.
—¿Y qué piensan de esa opinión que se da en ciertos ámbitos de que los CMEC funcionaban como clubes políticos de los gobiernos de izquierda?
C. G. —Cuando entré a trabajar a CMEC, dos cosas me dieron gracia: una fue en Polanco, salí con un compañero del INJU a invitar vecinos y salió una doña con una escoba y me gritaba: «Váyase, comunista». Y después me pasó en Solís de Mataojo, una localidad culturalmente muy activa y yo no entendía porque no habíamos trabajado muchas cosas. Empecé a fortalecer la comunicación y después de hacer cuatro o cinco actividades me dicen: «Estamos tan felices de trabajar con ustedes, porque nos habían dicho: “Cuidado con los del MEC”». Siempre estuvo esa construcción por el miedo frente a las políticas públicas que descentralizan y le dan más participación a la gente. Esa es la mirada política, la política partidaria es otra cosa. Es un lugar fácil pegarle al trabajador público y tenemos derecho a dar lucha, a dignificar nuestra tarea, porque consideramos que somos un colectivo que ha trabajado mucho, más de lo que le correspondía a veces, porque somos trabajadores del Interior, crecimos en esos pueblos que carecían de muchas propuestas culturales. Eso tiene que ver con el nivel de compromiso que le pusimos. Entonces duele, porque amor por la cultura hay de sobra y ganas de seguir trabajando en el interior del país también hay de sobra.