En la edición del programa de TV Ciudad La letra chica del jueves 6 de agosto el tema tratado fue el regreso del fútbol. Los periodistas deportivos Jorge Señorans y Patricia Pujol fueron consultados por su situación y la de sus colegas durante la ausencia de la práctica del fútbol en los últimos cinco meses, más específicamente sobre la idea de que los periodistas deportivos tuvieron que rebuscárselas para llenar sus espacios –principalmente en radio, donde más abundan– hablando sobre algo que, en definitiva, no estaba sucediendo: partidos, goles, fútbol. Vale aclarar que la consulta a los invitados no implicaba una aceptación (explícita o implícita); más bien lo contrario. Señorans aprovechó la bolada para cuestionar directamente a los periodistas que, desde algunos programas, «tiraban mensajes permanentemente para que volviera el fútbol», lo que desnudaba su apego incondicional al negocio en oposición a la problemática sanitaria y la visión de los científicos. A continuación, Pujol se paró firme en el desfasaje narrativo y su dilema: «Nunca pasa que no suceda nada. Los programas no tienen que rellenar, es vastísimo lo que hay para contar, pero, claro, depende de cómo cada uno ejerza el periodismo».
Ambas respuestas abren ventanas interesantes, pero detengámonos un poco en la segunda. Algunos oficios suelen ser actividades integrales: de la misma forma que un artista es artista siempre, no sólo cuando se sube a un escenario, los futbolistas no sólo son futbolistas cuando están adentro de la cancha. Esta integralidad genera información todo el tiempo, sin pausa, y está en quien pretenda dialogar con ella la posibilidad de elegir dónde pararse, qué seleccionar y cómo comunicarlo. Allí está, considero, la forma en que se ejerce el periodismo, esa condición cualitativa de la que hablaba Pujol. Ante un medio o un programa que crea que, en cuanto al fútbol, lo único valioso para narrar es lo que pasa en los 90 minutos que dura un partido –masculino, montevideano y de primera división–, se me ocurren dos cosas: una, que realmente exista un desinterés por lo que sucede afuera de esa cancha –masculina, montevideana y de primera división–; la otra, que se busque ir detrás de la máxima que dice que «hay que darle al público lo que el público quiere».
Sobre esto último, el músico y escritor argentino Luis Pescetti1 hacía algunas consideraciones interesantes. Cuando conducía un programa de radio sobre música para la infancia, cada tanto le escribían para recriminarle por la elección de tal o cual canción que «no era para niños y los podía aburrir». Pescetti respondía: «¿Y…? ¿Qué importa si un chico se aburre con una canción? ¿Cuál es el peligro del aburrimiento? ¿El zapping?». Consideraba que el riesgo a tomar por no querer complacer todo el tiempo a todo el mundo era honesto y benevolente. ¿Qué actitud hubiera sido la contraria? Que su programa dejara de ser una creación de autor y pasara a ser un producto de marketing. El argentino decía que es un gran vicio de los medios ir detrás del supuesto gusto del público, pero es mucho más interesante dialogar con ese gusto, anticiparlo y, principalmente, desafiarlo. Según Pescetti, el gusto del público es un invento de los medios para justificar lo que ofrecen, «no porque eso que ofrecen no le guste al público, sino porque al público no sólo le gusta eso; pero esto raramente es parte de la apuesta».
Estos razonamientos, si no quedan visibles con ejemplos claros, corren el riesgo de diluirse. El nuevo enfoque de las radios públicas para la cobertura y transmisión del fútbol parece ir bastante más en línea con complacer ese supuesto gusto del público que con la idea de desafiarlo y brindarle campos informativos diversos, distintos a los que resultan habituales en las transmisiones privadas. Hasta ahora, existía un espacio en el que el sentido nacional del fútbol estaba presente en un cruce entre la historia, el arte y el deporte. En ese programa, el valor social de los clubes quedaba de manifiesto y el fútbol femenino llegaba a la primera plana, por nombrar algunas áreas de interés. Ese espacio, el programa Deportivo Uruguay2 recibió, por redes sociales, una amarilla con pecas, como diría un afamado relator.3 Y para utilizar otra variable del verbo relatar, que hoy se encuentra tan sobre la mesa, me animo a afirmar que, dejando esos programas afuera del dial, también se está construyendo un relato.
1. Canciones de siete leguas, Luis Pescetti. Publicación del 7º Encuentro de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña (Uruguay, 2005).
2. Deportivo Uruguay, programa conducido por Rómulo Martínez Chenlo en Radio Uruguay los sábados y domingos de 14.00 a 19.00 horas.
3. Sin haber existido comunicación previa por parte de las autoridades de la radio, los integrantes de Deportivo Uruguay se enteraron –el 27 de julio, a través de Twitter– de que un nuevo programa transmitiría los partidos del campeonato uruguayo. Por lo tanto, tendría una función que ellos ya cumplían y ocuparía buena parte de su horario habitual. La publicación ni siquiera fue hecha por las cuentas oficiales de la radio, sino por el nuevo programa. No ha existido, hasta ahora, una pronunciación oficial sobre la situación laboral de quienes integran Deportivo Uruguay.