La palabra poética es un señuelo, nos plantea Regina Ramos en su segundo libro. Y, como tal, es capaz de trasuntarse en artefacto doble: trampa o escape. «El pico o el silbato pueden ser la misma frontera», leemos en la afirmación capitular que propone a la actividad poética como una práctica de cacería en la que se juegan la vida o la muerte a expensas de una aparente trivialidad. ¿Qué carga la palabra recibida en el seno de la comunidad? La autora nos contesta con acecho vigilante, de verso afilado y certero. El lenguaje es una herencia incontestable, un mandato con el cual nos construimos como identidades y seres sociales, una red transparente que nos forma como cuerpos y sujetos, de la que difícilmente nos sustraeremos una vez investidos en su textura. Aquí es donde la poesía, capaz de...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate