A medida que se recorren los cientos de metros que separan la casa familiar del tambo, se hace más fuerte el penetrante olor de las 200 vacas que se alimentan y reposan a la distancia. En una hora, la mitad pasará lentamente por la sala de ordeñe, mientras que el resto quedará en reserva hasta el invierno. La labor se repetirá nuevamente en la noche. Se realizará dos veces en el día, todos los días, todo el año; no habrá excepciones, no importará que haga frío, llueva o caigan piedras. El tambo tiene un olor particular que es difícil de explicar: es una mezcla de bosta fresca, leche recién ordeñada y distintos granos en forraje para alimentación, entre otra variedad de fragancias no identificadas. De todos modos, estos olores son cada vez menos frecuentes en el mosaico del campo uruguayo p...
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