A fines del 2020, Anagrama editó en español Yo soy el monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas, libro en el que se recoge la versión completa de la conferencia citada. En la introducción, Preciado recuerda que fue interrumpido con abucheos, silbidos y risas en varias ocasiones, subraya que no pudo exponer la totalidad de su discurso y aclara que los fragmentos que se hicieron públicos deben ser comprendidos en la argumentación general de su intervención.
Yo soy el monstruo que os habla… es una pieza breve y compleja que expone una crítica radical del psicoanálisis: «Es desde esa posición de enfermo mental en la que ustedes me colocan desde donde me dirijo a ustedes, señores académicos». En este informe testimonial, político, teórico y programático, Preciado expone por qué la práctica psicoanalítica es un dispositivo que produce y reproduce el régimen binario de la diferencia sexual, y lo hace a través de una argumentación epistemológica y biográfica. La edición completa del texto permite comprender las repercusiones que suscitó la conferencia y pone en perspectiva el pensamiento del autor.
Con un gesto literario que recuerda a los escritos de Derrida, el texto comienza con una referencia a Informe para una academia, de Franz Kafka. El narrador simio Pedro el Rojo explica a los científicos cómo ha sido su devenir humano: luego de ser capturado en una expedición, de haber sido herido, trasladado a Europa y forzado a olvidar su vida de mono, aprendió a escupir, a beber, a fumar, a convertirse en hombre. Así, cambió una jaula por otra. Preciado destaca que el texto escrito por Kafka en 1917 es una crítica al humanismo europeo y traza una analogía entre el protagonista del relato y su situación: «Yo, como cuerpo trans, como cuerpo de género no binario, al que ni la medicina, ni la ley, ni el psicoanálisis reconocen el derecho a la palabra, ni la posibilidad de producir discurso […] he aprendido, como Pedro el Rojo, el lenguaje del patriarcado colonial, he aprendido a hablar su lenguaje, el lenguaje de Freud y de Lacan, y estoy aquí para dirigirme a ustedes».
Paul B. Preciado (Burgos, 1970) se dirige a la academia usando el lenguaje que aprendió en ella. Se graduó en Filosofía en España, se especializó mediante una beca Fullbright en Filosofía Contemporánea y Teoría de Género durante la década del noventa en Estados Unidos y obtuvo el doctorado en Teoría de la Arquitectura en la Universidad de Princeton. Al igual que Pedro el Rojo, para informarle a la academia sobre su devenir hombre trans, relata fragmentos de su infancia en una pequeña ciudad católica y lo que significó su asignación al género femenino. Se detiene en el momento en el que se encontró por primera vez con un libro de Monique Wittig, expone su aprendizaje en Nueva York y las posteriores prácticas de abandono de la feminidad y la experimentación con testosterona: gestos que buscaban romper la «jaula binaria» que le había sido impuesta. Luego de dar cuenta de las derivas que tuvo que atravesar cuando se le hizo necesario modificar su estatuto administrativo de género, explica que su existencia está en la frontera y que, si bien ahora es diagnosticado como un sujeto patológico, su jaula de hombre trans, al menos, reconoce su estatuto de tal. Preciado se presenta como un «cuerpo vivo no binario». Su posición actual de mutante no es –contrariamente a lo que se dice y se espera– la de un hombre: «Repito, yo no quería ser un hombre. Yo buscaba una salida […]. Intencionadamente no digo libertad, sino que me refiero a «salir» del régimen de la diferencia sexual, lo que no significa convertirse inmediatamente en libre». El filósofo insiste en demostrar que las categorías con las que cuenta la disciplina psicoanalítica para nombrarlo, diagnosticarlo y normalizarlo no son sino dispositivos contra las vidas disruptivas. Es en este punto que aparecen dos de las nociones más relevantes de su argumentación teórica posterior: la libertad como constante fabricación y la identidad como ruptura radical del universalismo sexual.
Mientras articula las diferentes experiencias de su vida actual, desde el tránsito legal de cambio de género administrativo hasta la aceptación de ser considerado un sujeto patologizado, Preciado se pregunta por los poderes y los saberes que han operado como mecanismos de subjetivación binaria sobre los seres humanos. Se refiere al libro de Thomas Laqueur Making Sex: Body and Gender from the Greeks to Freud, que historiza la manera en la que se asientan, entre los siglos XVIII y XIX, la diferencia entre el cuerpo femenino y el masculino y la heteronormatividad. Finalmente, sitúa el marco conceptual y clínico psicoanalítico dentro del paradigma de las tecnologías del sexo; un paradigma que se sostiene menos en la evidencia científica que en los discursos que ha sostenido la sociedad heterocapitalista.
En claro diálogo con Donna Haraway y Anne Fausto-Sterling, desmonta el supuesto metafísico del cuerpo biológico como cuerpo dado, da cuenta del amplio espectro que caracteriza al conocimiento disidente y evidencia que los discursos esencialistas han sostenido la cultura binaria, blanca, colonial, heterosexual y capitalista dominante, es decir, la que legitima y perpetúa la violencia, la jerarquía y el control. Entiende que es necesario pensar las genealogías –en oposición al determinismo– para comprender el carácter necropolítico de la fase biopolítica del capitalismo actual. Sin una crítica epistémica y sin una impugnación radical a las taxonomías de jerarquización racial, étnica y sexual, el psicoanálisis seguirá formando parte, según el autor, del conjunto de dipositivos que fijan la dominación normalizante y que diagnostican como «enfermos» a los cuerpos mutantes, abyectos, monstruosos. «He dedicado toda mi vida a estudiar los distintos tipos de jaulas en las que los humanos se encierran a sí mismos», afirma. «Quiero decirles que el régimen de la diferencia sexual con el que trabaja el psicoanálisis no es ni una naturaleza ni un orden simbólico, sino una epistemología política del cuerpo y, como tal, es histórica y cambiante.»
Yo soy el monstruo que os habla… apela a la abolición epistemológica de los binarismos naturaleza-artificio, sexo-género, tecnología-cuerpo e incluso falo-pene, tema que suscitó la mayor polémica luego de su intervención. A través del relato experiencial, la documentación, la cita y la ironía, despliega un conjunto de ideas sobre la sexualidad, la política, las tecnologías del cuerpo y la era farmacopornográfica. Los comentarios sobre su rol público y las alusiones a los debates actuales dan cuenta de la plena conciencia que tiene de su posición. Preciado enfatiza que decidió alejarse de la academia cuando notó que aquellos que lo aplaudían eran parte del amplio artefacto opresor: lo aplaudían siempre y cuando cumpliera con aquello que se esperaba de él.
Sostiene que, en el actual contexto de transición y mutación epistémica, el paradigma del régimen binario de la diferencia sexual está en crisis. El avance global de los discursos restauradores y las políticas conservadoras es, al mismo tiempo, una demostración de eso y una advertencia: «El psicoanálisis está frente a una decisión histórica sin precedentes: o continúa trabajando con su epistemología de la diferencia sexual y legitimando el régimen patriarcocolonial que lo sostiene, deviniendo así responsable de las violencias que esta produce o se abre a un proceso de crítica política de sus discursos y sus prácticas». Donna Haraway ha usado el término difracción como metáfora óptica para distanciarse de la reflexión, que produce ideas sobre lo mismo. La difracción es una tecnología narrativa, espiritual y política que construye significados poniendo atención en los procesos y no en la identidad. Podría decirse que este informe de Preciado para la academia psicoanalítica es una difracción monstruosa, una fabricación escritural de la libertad.