Pese a comenzar la charla negando su faceta de «conferenciante», Tomás Cacheiro tenía el don de la palabra. Aquella fría tarde de junio de 1999, un numeroso y apretado público constituido por alumnos y docentes de Bellas Artes quedó subyugado. Cacheiro acababa de presentar una exposición retrospectiva en el Subte Municipal, en la que desfilaban sus lunas, sus toritos, sus versos montaraces y las maderas tan pacientemente labradas por sus manos, como acariciadas por el agua del río. Hacia el final de su vida logró conjugar el saber artesanal, el bagaje teórico asentado por los años y y un profundo conocimiento de su entorno natural: las orillas del río Cebollatí en Paso Averías.
Formado en las charlas con José Cuneo en el Círculo de Bellas Artes primero, luego en las artes del fuego con los...
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