De la sequía y los incendios a la inundación… del déficit hídrico al diluvio con apenas unos minutos de diferencia. Dicho así, exagerado pero dramáticamente cierto para muchas personas, el verano pasó de ser el tiempo de las vacaciones al escenario por antonomasia del cambio climático. Los museos no son ajenos a estos avatares y, en la medida en que sobrellevan sus propias dificultades (el cuidado de las colecciones y sus sedes edilicias), ofrecen una respuesta cultural a algunos de los problemas que nos aquejan como sociedad.
Por lo pronto, al calor extremo y a las lluvias contraponen sombra y reparo. No se debe subestimar el valor de la calma y la contemplación del arte, esas formas capaces de perdurar más allá de las pandemias y otras contingencias históricas. Si esto es cierto para algunos museos, quizás lo sea más para el coqueto –y ahora ampliado– espacio del Museo y Jardín Botánico de Montevideo. Desde diciembre pasado se puede contemplar en sus acogedoras salas, en un entorno realmente paradisíaco, la exposición Actos de pintura. Variaciones de Cracco.1 Se trata de un homenaje al arquitecto y dibujante botánico uruguayo Pedro Cracco (Valdagno, Italia, 1937), cuya labor ya conocimos con detalle en la exposición Anatomía artística de los vegetales (museo Blanes, museo Casa Vilamajó, Facultad de Arquitectura, 2014). El Taller de Pintura al Fresco dirigido por Federico Méndez, que funciona en el museo Torres García, se propuso «considerar la obra de Cracco como punto de partida y excusa de estudios y composiciones, ya sea con un dibujo analítico o con una insinuación extremadamente sintética de lo representado».
Los resultados son desparejos y promisorios a la vez. Poseen la honestidad de los ejercicios hechos a conciencia, en una técnica milenaria que ofrece sus dificultades, sus desafíos, sus recompensas. Y quizás no importe tanto lograr una exposición «redonda» en cuanto al nivel conjunto de las creaciones como atisbar las posibilidades plásticas de cada artista y las potencialidades expresivas en los diferentes abordajes. Por algo se titularon «actos de pintura»: es la acción lo que prevalece sobre el resultado definitivo, y las variaciones sobre el referente (los dibujos y las acuarelas de Cracco) importan más que las semejanzas.
En este marco, y con la carga de conocimiento previa que posea, cada espectador sacará sus conclusiones. Por mi parte, destaco la sutileza del trazo de María Casaravilla (Arrayán I), la mirada sintética y clásica de Esteban Arboleda (Composición n), la entonada paleta de Cecilia Pollio (Lantana), el registro oscuro de Marcelo Larrosa (Composición 1/57), que en su rusticidad recuerda ciertas pinturas de Georges Rouault, y el alto vuelo poético de Nino Fernández (Composición en verdes), estos dos últimos artistas invitados junto con Gustavo Serra. Hay otras variaciones valiosas, ciertamente, en tanto nos enseñan un momento de inflexión. Todas tienen de positivo el estudio sensato de la obra de Cracco, alguien que observó y comprendió los ejemplares botánicos como pocas personas en Uruguay, y los registró con talento y empatía hacia la naturaleza.
1. Museo y Jardín Botánico Profesor Atilio Lombardo, avenida 19 de Abril 1811.