Últimamente han surgido muchas discusiones respecto a problemas de producción y suministro de alimentos en los mercados internacionales. Varios países intentan acusar a Rusia de la crisis alimentaria que se acerca y responsabilizan a nuestro país de todas las tendencias negativas en los mercados agrícolas y de las enormes pérdidas de los agricultores. La causa de esta crisis se atribuye ampliamente a las «acciones rusas en Ucrania». Sin embargo, se necesita un análisis profundo y sin emociones y prejuicios para entender que la situación real es completamente diferente y es importante comprenderla de manera adecuada.
La producción agrícola es uno de los sectores más perjudicados por la inestabilidad económica global. El punto clave es que los problemas de los mercados agrícolas mundiales tienen un origen multifacético y están profundamente arraigados en la inestabilidad económica a largo plazo. Están vinculados a una serie de factores, entre ellos, la pandemia de covid-19 y otras razones relacionadas con ella.
Según los datos de las bolsas internacionales, la situación actual del mercado alimentario no es el resultado de dos meses de este año, sino una tendencia continua de al menos los dos últimos años. La tasa de crecimiento anual de los precios del trigo en 2021 fue del 25 por ciento. En febrero de 2022, se superaron los precios medios de 2017-2021 en un 31-62 por ciento. El precio del maíz durante los años 2020 y 2021 aumentó 162 por ciento y el de la colza 175 por ciento. En febrero y marzo de este año, las cotizaciones de los principales productos agroindustriales sufrieron fuertes fluctuaciones ante el temor de que se redujera la oferta. No obstante, en la actualidad se está registrando un retroceso gradual de sus valores máximos, un proceso normal del mercado, que no es único en la historia reciente de los mercados mundiales de cereales.
Las manifestaciones de crisis de los últimos años, en especial en el mercado agrícola, están vinculadas, en primer lugar, a los errores sistémicos en las políticas macroeconómica (incluso la esfera financiera y comercial), energética (incluso el sector climático) y alimentaria de los países desarrollados. La pandemia de covid-19, seguida por la distorsión de las cadenas de suministro y distribución, así como el aumento de las tarifas de los fletes y los seguros también han contribuido a esta tendencia.
En los países desarrollados, en 2020 y 2021 el volumen de apoyo monetario a la economía ha aumentado considerablemente (5.000 millones de dólares en Estados Unidos, 1.000 millones en la Unión Europea, 2.000 millones en Japón). El crecimiento de los déficits presupuestarios, junto con una política monetaria ultrasuave, aceleró la demanda y provocó un aumento de la inflación (incluidos los precios de los alimentos). Esta tendencia fue agravada por el creciente proteccionismo, las guerras comerciales y el mantenimiento de agudas contradicciones en la regulación de los mercados agrícolas, entre ellos, cuestiones tales como la ayuda y las subvenciones gubernamentales a la producción agrícola. Como resultado, las reservas de alimentos han disminuido hasta alcanzar el nivel más bajo de los últimos cinco a diez años.
La transición acelerada de varios países occidentales hacia la «energía verde», el desarrollo de fuentes de energía renovables debido a la reducción del uso de los combustibles tradicionales, la disminución de las inversiones en el desarrollo del sector de petróleo y gas, así como el abandono de la energía nuclear influyeron mucho en el crecimiento de los precios de la energía. En particular, los precios del petróleo en 2020-2022 crecieron más del 22 por ciento. Los precios al contado del gas natural subieron en 2021, aumentando tres o cuatro veces su valor en el pico (1.000 dólares por 1.000 metros cúbicos a finales de febrero; durante el invierno boreal de 2021-2022, los precios saltaron a un récord de 2.500 dólares).
Como resultado, en diciembre de 2021 se registró un aumento sin precedentes en los precios de los fertilizantes minerales: para la urea y el salitre, entre tres y cuatro veces; para otros tipos, entre dos y tres veces, lo que a su vez encareció la producción agrícola.
Debido a las restricciones en la logística internacional, a los incumplimientos en las entregas de carga y a la reducción del peso del transporte de carga causada por las medidas tomadas contra la covid-19, el costo de transporte creció enormemente. Las tarifas de los fletes casi se duplicaron.
Durante el período de la pandemia de covid-19, los gobiernos occidentales «retiraron» los escasos flujos de productos básicos y empeoraron la difícil situación en los países en desarrollo dependientes de las importaciones de alimentos. La situación fue agravada por los bajos niveles de suministro de alimentos, las condiciones climáticas adversas (en particular, la prolongada sequía en América del Norte) y la escasa inversión general en el sector agroindustrial. En el contexto de aumento de los precios de los combustibles y los fertilizantes, los agricultores están reduciendo las superficies de cultivo en todas partes. La demanda, cada vez mayor, no permite satisfacer las necesidades en productos agrícolas.
Las sanciones económicas impuestas por los países occidentales contra Rusia agravaron las tendencias negativas ya existentes en el mercado alimentario mundial. Las restricciones de pago y las dificultades logísticas afectaron a todos los operadores económicos, incluidas las empresas agrícolas, que tuvieron que hacer frente a dificultades financieras y de transporte en el marco de los contratos de suministro de alimentos. Ante la incertidumbre actual, los agricultores dudan de que haya motivos para invertir en la expansión del negocio agrícola. La prolongación del problema podría causar una hambruna en el norte de África, Oriente Medio y Asia, lo que provocaría nuevos flujos migratorios descontrolados hacia Europa y otros países occidentales.
Las amenazas de detención masiva de buques de carga y la desconexión de Rusia de la Sociedad para las Comunicaciones Financieras Interbancarias Internacionales (SWIFT, por sus siglas en inglés) contribuyen a la interrupción de las cadenas logísticas y financieras con la participación de operadores económicos rusos. Las restricciones en el sector del transporte (incluso la prohibición de la entrada de buques rusos en algunos puertos) rompen el suministro de alimentos, imposibilitan la entrega de fertilizantes rusos y bielorrusos a los productores agrícolas y limitan la posibilidad de mantener una actividad comercial y económica normal, lo que aumenta tanto el coste del transporte como la «palanca logística». Como resultado, el mercado global está al borde de una inevitable y significativa caída de las cosechas en todo el mundo.
Las sanciones impuestas por varios países occidentales en relación con la operación militar especial de Rusia en Ucrania han puesto en grave peligro la situación de la seguridad alimentaria, sobre todo en África y América Latina.
La Federación de Rusia, como participante responsable del mercado alimentario mundial, tiene la intención de seguir cumpliendo sus obligaciones, en virtud de los compromisos internacionales en cuanto a las entregas de exportaciones de productos agrícolas, fertilizantes, energía y otras mercancías. Estamos abiertos a la cooperación con nuestros socios de los países amigos para mejorar los acuerdos existentes, teniendo en cuenta las condiciones actuales del mercado, y garantizar así un suministro estable. Estamos profundamente preocupados por una posible crisis alimentaria y somos conscientes de la importancia del suministro de productos esenciales para el desarrollo social y económico de los Estados de América Latina, Asia, África y Oriente Medio. Las entregas de alimentos también están vinculadas a la seguridad alimentaria y a la tarea de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas.
Algunas medidas económicas restrictivas de la Federación de Rusia, que afectan la exportación de materias primas y agrícolas, son temporales y están dirigidas únicamente a minimizar las consecuencias de la presión de las sanciones y a adaptar la economía nacional y sus empresas a las condiciones de las sanciones externas. El levantamiento de las medidas restrictivas unilaterales puede rebajar de manera significativa las tensiones en torno a los aspectos relacionados con el transporte, la logística y las finanzas, garantizar las transacciones y revertir la economía para buscar la estabilidad de los mercados agrícolas, energéticos y financieros mundiales. Se requiere un diálogo mutuamente respetuoso y constructivo sobre los problemas existentes. Si esto no se hace de forma urgente, las consecuencias pueden ser catastróficas para todos. #