Cuatro policías perseguían a un hombre que había intentado robar una finca. La persecución se desarrolló por las azoteas y terminó dentro de una vivienda, cuando el hombre ingresó por una banderola e intentó esconderse debajo de una cama vacía. Uno de los policías, que lo seguía de cerca, logró detenerlo. Los otros estaban en la azotea y bajaron, raudos, cuando su compañero les informó que el trabajo estaba terminado:
—Lo tenemos. Ya está.
Cuando los policías se adentraban en la finca, se escucharon los llantos y los gritos de dolor del detenido. También golpes:
—¡Che, dejá algo para nosotros! ¡Vamo’ arriba! –le gritaron, entre risas, a su compañero.
Cuando ingresaron a la habitación, le entregaron la cámara al policía que detuvo al hombre. Ahí, por primera vez, se filmó la imagen del dete...
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