La colección Escritores del Cono Sur, de la Editorial Universidad de Sevilla, que ya lleva una decena de libros publicados, ha dedicado sus últimos cuatro títulos a figuras nacionales. Me refiero, en orden de aparición, a los libros Erotismo, transgresión y exilio: las voces de Cristina Peri Rossi (2017), La escritura de Armonía Somers. Pulsión y riesgo (2019), Mario Levrero. I(nte)rrupciones críticas (2020) y finalmente Ida Vitale. La escritura como morada (2021), coordinados respectivamente por Jesús Gómez-de-Tejada, Cristina Dalmagro, José Luis Nogales Baena y María José Bruña Bragado. Aunque los proyectos, como era de esperar, han tenido al frente a académicas y académicos extranjeros, en todas las oportunidades –y en el caso de Bruña Bragado especialmente, dada su mayor cercanía al campo intelectual de nuestro país– los trabajos críticos que integran cada volumen han contado con la colaboración de investigadores de Uruguay, una muestra más del sostenido interés internacional por nuestras letras, que desborda la visibilidad que siempre otorgan los principales premios literarios.2
En Ida Vitale. La escritura como morada, a la introducción, a cargo de Bruña Bragado, quien se dedica a la obra de esta poeta desde hace ya varios años, y a los 12 ensayos críticos la publicación suma dos conferencias, hasta el momento inéditas, que Vitale impartiera en 2008 en la Residencia de Estudiantes de Madrid, tituladas «Lo que me ofreció el mundo cuando empecé a escribir» y «Lo que traté de hacer con ello», y una entrevista de agosto de 2019, «Una mujer sin reloj. Conversación con Ida Vitale», a cargo de Margarita Muñiz y Néstor Sanguinetti.3 Por último, en las páginas finales del libro, un conjunto de textos de distintas figuras de Hispanoamérica, entre las que se encuentran Tatiana Oroño y Luis Bravo, rinden homenaje a la obra de la premio Cervantes 2018 desde sus propios registros poéticos.
Más allá de la notoria especificidad del público al que se dirigen estas colecciones universitarias –algunas de ellas a disposición de investigadores, docentes y estudiantes en la web o, en este caso, en algunas bibliotecas de Uruguay, como la del Centro Cultural de España, la de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, la del Instituto de Profesores Artigas y la Biblioteca Nacional–, la propuesta invita al encuentro con diversos registros de escritura que se vuelven complementarios. Destaco la prosa de Vitale en las conferencias madrileñas, lúcida, precisa, tajante, a medio camino entre lo autobiográfico y el manifiesto poético. La etapa de la formación literaria como contracara del ejercicio temprano con la escritura, que tiene como marco la remembranza de aquel Uruguay de los años treinta o cuarenta del siglo pasado, dialoga en estas «conferencias-río», como las llama su autora, con afirmaciones sobre distintos temas de ayer y de hoy: el lugar de las mujeres en la literatura, el canon nacional y las preferencias locales y continentales –con las que, en reiteradas oportunidades, Vitale no parece sentirse afín–, incluso los procesos culturales del presente que, en boca de la poeta, por momentos corren el riesgo de valorarse según la conocida frase de que «todo tiempo pasado fue mejor». Cercana a una concepción formalista del lenguaje poético, para la cual este resulta de un desvío del «habla de todos» que es la prosa, Vitale utiliza al momento de caracterizar la poiesis el símbolo de un puente «dinamitado, riesgoso, lleno de fisuras, de agujeros, cubierto con los harapos de los fracasos, de las angustias invisibles». Los creadores han dado distintas respuestas al problema de la representación poética: mientras algunos se dejan llevar por la revelación y el misterio, otros le cantan al mundo. Vitale propone, conciliadora en este punto: «La acción poética debe cumplirse mediante la rigurosa aplicación precisa de medios afines, pero no puede lograr sus propósitos sin un sutil punto de partida, ocurrencia o centelleo misterioso».
El acercamiento al «espacio biográfico» de Vitale (el concepto es de Leonor Arfuch) se completa con la transcripción de una entrevista que Muñiz y Sanguinetti no se privan de transformar en un acercamiento a la reconocida poeta, que también ha sido niña, integrante de una familia y una época de infancia y juventud, estudiante, mujer, profesora, exiliada, partícipe de distintos ambientes literarios, esposa, amante no solo de la literatura, sino también de la música y la filosofía. La incorporación de las circunstancias específicas en las que la entrevista se llevó a cabo nos permite imaginar el entorno íntimo de la escritora en su presente nonagenario, su rol de anfitriona atenta, sus preferencias y los giros de una personalidad que vive el presente en diálogo con los pasados que lo habitan; personalidad que parece forjar en cada movimiento –el de la letra en el poema y el de servir animosamente la mesa con té y tarta de manzana para sus invitados– una ética y una estética que le son propias. Para Hebert Benítez Pezzolano, la ha acompañado desde sus inicios una ética concentrada, precisa, decantada, «intransigente con el confesionalismo y todas las formas del facilismo retórico».
Muchos de los ensayos que se publican tuvieron su origen en el Seminario Internacional Ida Vitale, que se desarrolló en el Centro Cultural de España en diciembre de 2019. La introducción, a cargo de Bruña Bragado, da cuenta de cómo las actividades de esta institución permitieron no solo el desarrollo de un espacio académico y de intercambio, sino también que un público amplio se acercara a la obra y a la persona de Vitale a través de la propuesta cultural multimedial Idamanía, una muestra que incluyó prácticas audiovisuales, escénicas, poéticas, plásticas.
Las colaboraciones nacionales están a cargo de Ana Inés Larre Borges, Luis Bravo, María del Carmen González de León, Benítez Pezzolano, Hugo Achugar y María de los Ángeles González. Se recorren en estos trabajos los motivos naturales en la poesía de Vitale (Larre Borges), su materialidad/espiritualidad a través del tema del canto (Bravo), una intertextualidad en la cual, iluminando zonas de la tradición, se enfatiza la originalidad de nuevas maneras de recorrerla (González de León), las distintas etapas de su poesía (Benítez, Achugar, González).
De estas propuestas de lectura, quisiera detenerme en una línea que recorre varios ensayos: el equilibrio en la poesía de Vitale entre una tradición aristotélica de la mimesis, que según Meyer Abrams propone una «naturaleza mejorada» del universo sensible –las plantas y los animales de sus poemas provienen, más que del mundo de la cultura, eligiéndose siempre lo genérico de la especie sobre las individualidades–, y otra tradición platónica (Plutarco mediante), según la cual la poesía logra ser construcción a partir de la idea, es decir, una forma de conocimiento superior al que se nos brinda en contacto con el mundo sensible. Materialidad y espiritualidad: es la transmutación alquímica de la poesía que Vitale ejerce recuperando distintas tradiciones culturales (el humanismo clásico, el conceptismo, el barroco, el simbolismo, el modernismo) y escribiendo sobre ellas. Al hacerlo, incorpora el cambio, nuevas formas de honrar la tradición. Como propuso Georg Gadamer, la hermenéutica de la literatura rompe los límites entre diacronía y sintonía, en tanto el poema presente resulta un encuentro de todas las épocas, una «conversación entre pares», según expresa el texto de Achugar.
Para Vitale, «la obra de arte nace siempre por cesárea», es decir, entre dos cortes que, de manera algo arbitraria, establecen los límites del comienzo y el fin de un proceso. Este libro insiste en celebrar ese nacimiento que siempre resulta un poco a contrapelo del mundo, el de la poesía.
1. María José Bruña Bragado (coord.) (2021), Ida Vitale. La escritura como morada, colección Escritores del Cono Sur n.º 10, Editorial Universidad de Sevilla, Sevilla, 255 págs.
2. La colección completa puede consultarse aquí.
3. Un adelanto de esta entrevista se publicó en Brecha el 13 de agosto de 2020.