«Sucede más o menos así. La ONDA hiende la noche suavemente y yo avanzo sobre la ruta 9 en un hueco de sombras […]. Hace media hora pasamos San Carlos, donde, un poco antes del puente, a la salida, vive y pinta el Lucho para el invierno, que es este tiempo. Él no sabe que le pasé tan cerca, apenas una pared y unas sombras de por medio, y tal vez en ese mismo momento me imaginaba a cuatrocientos quilómetros de oscuridad en línea recta hacia el oeste, que es de donde vengo, de donde partí en la mañana para otro ensayo de ese viaje que alguna vez emprenderé sin regreso…»1
El flaco Cristo crucificado en la playa de Los Botes, asistiendo la salida al mar de los sufridos pescadores artesanales; la virgen de La Paloma, con sus dorados rulos cayendo sobre los hombros como algas amarillas y caracol...
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