El cuerpo de la mujer, en varios puntos del planeta, fue la primera carne humana vendida y comprada. Primero, por entrega simple, por decisión del paterfamilias. Después, como parte de una dote que llegaba con el matrimonio. Textos como la Biblia, el Corán y la Torá tomaron a «las esposas puras» como el elemento unificador entre lo corpóreo y lo espiritual, justificando así la entrega física de las mujeres. Esta cosificación inicial fue transformando sus formas sin superarse, llegando hasta las lógicas capitalistas que, en muchos casos, continúan pensando –y organizando– los cuerpos de las mujeres–y especialmente, de las mujeres negras– en términos de costo-beneficio.
La conquista europea en África es vital para entender lo sucedido en América, porque nos muestra cómo actúa la intersección entre género, etnia o raza, y clase. Algunos documentos del año 1455 evidencian cómo la Iglesia católica en pleno período de expansión comienza a decidir, mediante textos con poder político, el destino de los cuerpos de las personas que habitaban el continente africano. El papa Nicolás V faculta a Alfonso I para realizar la apropiación: el siguiente texto es extraído de la traducción de la bula Romanus Pontifex, el 8 de enero de 1455; en él, el papa le otorga legitimidad al poder real. «Nicolás, obispo, siervo de los siervos de Dios… Queridísimo hijo en Cristo, Alfonso, Rey ilustre de Portugal y del Algarbe. Salud y bendición apostólica […], con la ayuda del Dios por quien luchan, venzan la obstinación de los malvados, y nos, apoyados por el amor divino, estimulados por el amor de los cristianos y obligados por el deber de nuestra función pastoral a velar por aquellas cosas que atañen a la integridad y al crecimiento de la fe por la que Cristo Nuestro Señor derramó su sangre, y a la vitalidad de las almas honradas de los fieles, y deseando que tu Regia Majestad fomente justamente este santísimo propósito, a ti y a tus sucesores los Reyes de Portugal, concedemos, por la autoridad apostólica y a tenor de las presentes la plena y libre facultad, que poseerás a perpetuidad y según tus usos y los de tus sucesores, de invadir, conquistar, apoderarte, subyugar y reducir a esclavitud perpetua a los sarracenos, paganos y otros infieles, y a los enemigos de Cristo cualquiera que sean sus reinos en cualquier parte que estén establecidos, sus ducados, condados, principados y otros dominios, tierras, lugares, villas, campamentos y cualquier posesión, bienes muebles e inmuebles, sea como sea la forma que presenten o sean dominados, que ocupen y posean los mismo [sic] sarracenos, infieles y enemigos de Cristo.»
Hoy, más de 500 años después, aún no se han superado las consecuencias que dejó la increíble voracidad de Europa sobre África. Las estrategias de depredación y sometimiento fueron heredadas de las conquistas de Roma, y esas tecnologías se aplicaron sin piedad sobre el continente africano. Se trató de un modelo de intervención de extrema violencia que perduró más de mil años; un modelo patriarcal que todavía perpetúa, de manera solapada, muchas de sus intervenciones.
EL FUTURO YA LLEGÓ
Estudiar este proceso histórico en pleno siglo XXI nos aproxima a conocer más sobre la importancia de los cuerpos libres, entender las particularidades que atraviesan las vidas de la población descendiente de africanos, comprender los efectos de la trata transatlántica en la historia de sus diversas corporalidades. Quienes salían de África de forma involuntaria fueron nomenclados por la Iglesia y los reinados como servidumbre perpetua, y luego se les quitó la condición humana. Esas personas pasaron a ser tratadas como cosas, con el aval de la Iglesia y también de la jurisprudencia. Si lo pensamos en tiempos históricos, la abolición de la esclavitud es algo muy reciente: hace solo 150 años que se empezó a cambiar el concepto de esclavo por el de ser humano. Solo dos o tres generaciones atrás, aún se inscribía a las personas negras como parte de las herencias, como si fueran perros o maquinaria que pertenecía a las grandes familias del Sur.
La intervención de la civilización cristiana en América trae una nueva configuración, perfecciona el perfil extractivista de los territorios y acumula utilidades que son fruto de las ganancias derivadas de la esclavitud. Se crean las empresas de seguros, crecen los bancos y poco a poco se instaura la llamada frenología: una antigua teoría pseudocientífica que vinculaba las características de los cuerpos con las funciones cerebrales y los rasgos de personalidad, y que servía como excusa para definir cuáles eran los cuerpos de mayor valía. Para fines del siglo XVIII, en los datos oficiales, el 35 por ciento de las personas que ingresaban al virreinato del Río de la Plata eran esclavos. Si tomamos en cuenta el contrabando de personas de forma terrestre, podemos deducir que, en realidad, ese porcentaje era mucho mayor.
Haciendo frente a todo este proceso de opresión, se sucedieron las luchas, revoluciones y cimarronadas que la población negra llevó adelante estimulada por la necesidad de huir de la violencia extrema y buscar la libertad. Así, a los traumas de la esclavitud se sumaron los de la guerra, el dolor y la muerte. Las tatarabuelas y bisabuelas de las poblaciones afro de la actualidad fueron quienes triunfaron en esa fase tan dura que hoy llamamos «independencia», y quienes pelearon cada derecho. Ellas fueron sobrevivientes de esa opresión interseccional.
LA RESISTENCIA: ESENCIA DEL CANDOMBE
Hombres y mujeres de origen bantú, sudanés y dahomeyano fueron, principalmente, los gestantes de gran parte de las danzas del Sur. En el territorio uruguayo, el candombe fue la forma elegida para unificar música, danza, canto y coreografías de base espiritual. Se trata de configuraciones artísticas complejas que nacieron de una persistencia rebelde y se llevaron adelante tocando instrumentos, palmeando, gritando y bailando ritmos muy antiguos de África que, bajo el sol y la luna de América, fueron tomando nuevas características.
En las festividades del Corpus Christi que se sucedieron en Montevideo de 1750 a 1850, los candombes empezaron a ser una de las atracciones principales, y se fueron desarrollando códigos comunes entre las múltiples naciones de origen africano. Las participaciones en las fiestas cristianas se pagaban con aguardiente, tabaco y zapatos. Luego, la Iglesia empezó a obligar a los gremios de zapateros y sastres a financiar a los negros y pardos, creando el perfil de castas (negros africanos, pardos orientales). Sin embargo, el candombe fue prohibido entre 1807 y 1808. Los documentos del Cabildo de Montevideo certifican la presencia de los candombes, a los que se llama indistintamente «tambos» o «tangos», para prohibirlos en provecho de la moralidad pública.1 Hasta 1818, los toques de tambor sufrieron prohibiciones de este tipo en ambas márgenes del Río de la Plata. El clero describe el candombe como una «danza lasciva», caracterizando como peligrosas las coreografías de origen africano que se practicaban en América.
Los relatos de Isidoro de María sobre el recinto y los candombes de 1808 a 18292 generan fotografías narradas para entender el pasado del candombe, y evidencian el claro nacimiento de las comparsas, palabra que viene del italiano y se define como «grupo de personas que, ataviadas de forma similar, frecuentemente con intención jocosa o sarcástica, participan en una fiesta popular». Hacia 1867 nos encontramos con la primera comparsa que participa del Carnaval: se llamaba La raza africana. En 1874 se presentaron Los Negros Lubolos, hombres blancos de clase alta que los días de Carnaval se pintaban de negro para burlarse de la población afro, imitando su forma de hablar y de bailar. De la mezcla de ambas prácticas nacieron las Sociedades de Negros y Lubolos; en ellas, se solían realizar parodias para fetichizar a las mujeres negras, alimentando estereotipos de género que llegan hasta el día de hoy.
SIN MUJERES NO HAY CANDOMBE
Las revoluciones americanas también se hicieron con mujeres negras caminando y dando teta a la vez, pariendo en los caminos, encendiendo fogatas, calentando aguas y curando con plantas. Enseñaron la transmisión oral del tambor, cantaron en sus tareas en el campo o en la ciudad y buscaron la libertad cada día, pagando grandes costos por su rebeldía. Cuerpos diversos, con pelo afro, con ornamentos sagrados, que estaban obligados a esconder sus rituales espirituales. Sin embargo, estas herencias son difíciles de reconocer y visibilizar en la inmensidad de su valía. Aún hoy, muchas personas que practican religiones de matriz africana no consiguen participar libremente en la práctica del candombe y las comparsas. Los rituales místicos de origen afro continúan sufriendo discriminación y violencia; las mujeres continúan siendo acusadas de brujería y segregadas de diversas formas. Pero sin espiritualidad no habría candombe, y sin las mujeres no habría sobrevivido la transmisión oral de su toque, danza y poder gregario.
Susana Andrade, mae y política afro-uruguaya, dice: «Las madres ancianas del candombe, nuestras queridas Mamas Viejas, representan el mundo femenino de la espiritualidad africana y son vistas como entidades, mujeres sabias y poderosas, verdaderas reinas del axé o energía vital. Además de maternar, son dueñas de los secretos de los distintos mundos, capaces de seducir, encantar, dar consejos y proteger, todo a la vez. El poder de transmisión es suyo porque guardan el acervo ritual y la danza es su forma de ahuyentar malas energías, con sus leques y sus tocas, sus pano de cabeça para proteger el orí en el que guardan e irradian las fuerzas de la naturaleza y de su propio cuerpo etéreo. El leque o abanico es otra herramienta espiritual, símbolo de autoridad, coquetería y magia. Se usa para transmutar energía, en su batir el aire y llevar los vientos hacia donde sea necesario, además de que perfuma para purificar personas y ambientes. Las Mamas Viejas representan a nuestras Iansá, Naná, Oxum, Iemanjá y Obá en el panteón yoruba, y en otras familias llevan otros nombres con igual simbología ritual».
La coreografía del candombe se fue transformando a lo largo del tiempo, sufriendo cambios, transgresiones e incorporaciones. La vedette, figura que aparece en 1956, trajo su danza y su impronta a las dinámicas de los desfiles y escenarios. Los espectáculos de cabaret tuvieron un rol fundamental en esas nuevas modalidades, porque favorecieron la incorporación de algunos pasos y posturas provenientes de la danza clásica.3 Así, la tradición se fue mezclando con variadas expresiones de diversas procedencias, y en esos procesos las mujeres tuvieron un intenso protagonismo que, en la mayoría de los casos, continúa siendo invisibilizado y tomado como una evolución artística «menos importante» que las que se han producido en las maneras de tocar el tambor.
LA SITUACIÓN DE LAS BAILARINAS HOY EN DÍA
En el Uruguay del siglo XXI el candombe es un fenómeno social enorme, es una cultura, una forma de vida para mucha gente. Es un espacio de participación social que alberga a más de 6000 personas en todo el país; existen más de 70 comparsas, de las cuales el 60 por ciento están en zona metropolitana (Montevideo, Canelones y San José). Pero, además de ser una práctica de encuentro y expresión, el candombe también supone fuentes de trabajo para muchas personas de forma articulada, ya sea para los concursos oficiales de Carnaval y llamadas o para el trabajo comunitario en los barrios. En ese sentido, es importante pensar en la situación laboral de las mujeres dentro del candombe como un campo de investigación casi no inaugurado, pero que puede servirnos como ejemplo para comprender las formas en que diversos procedimientos de opresión y sumisión continúan encontrando canales para operar sobre las vidas racializadas.
Para las bailarinas de candombe, muchas veces las comparsas son espacios intimidantes, donde algunas prácticas machistas coartan la participación y la garantía de iguales oportunidades para hombres y mujeres. Muchas veces la complicidad, la competencia y el silencio impiden que el candombe se sienta como un espacio de liberación real. Al entrevistar a varias participantes del concurso oficial y de llamadas, se repiten relatos acerca de situaciones que delatan la supremacía de las mujeres blancas sobre las negras, dominación y colonialismo en la valorización de algunos cuerpos sobre otros, violencia en las relaciones interraciales y de género. Hay problemas de consumo de drogas, rivalidad y mucho dolor. También impera un profundo desconocimiento acerca de la cultura que se practica. Las problemáticas vinculadas con las relaciones jerárquicas y de poder son difíciles de verbalizar sin sentir que se traicionan lugares de pertenencia muy arraigados en lo afectivo y lo cultural.
María José Hernández, parte de la Comisión de Género del Sindicato de Carnavaleros y Carnavaleras del Uruguay (SUCAU), expresó a Brecha que, en este último carnaval 2023, varias compañeras de las comparsas se han acercado a denunciar dos tipos de violencia: la que deriva de la precarización laboral en los ámbitos del carnaval y la violencia sexual sufrida dentro de los conjuntos.4
En cuanto a las condiciones de trabajo, aparecieron testimonios de bailarinas que fueron obligadas a pagar sus trajes y sus clases de candombe, aun cuando se trata de conjuntos que reciben dinero de DAECPU (Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay) para solventar muchos de sus costos, y que cobran por la realización de los tablados. Es sabido que sacar una comparsa a la calle sale mucho dinero, pero deberíamos preguntarnos, ¿por qué solo las bailarinas deben ayudar a cubrir esos costos si en las agrupaciones hay muchos más roles activos? Las mujeres afro son la población más pobre de la sociedad, y la necesidad de hacer un esfuerzo económico extra -además del que supone disponer de tiempo para ensayar, organizar los cuidados de la familia y un gran etcétera- termina derivando en una expulsión tácita de los espacios. Además, es necesario cuantificar cuánto del trabajo de las bailarinas termina por no pagarse, a pesar de que genera un rédito enorme para las grandes corporaciones que transmiten los desfiles y espectáculos. ¿Quién se enriquece gracias a los cuerpos de las mujeres negras? ¿Hasta cuándo las autoridades van a avalar ese extractivismo cultural?
En lo que respecta a la violencia sexual, las mujeres negras denuncian situaciones cotidianas de cosificación sexual y acoso sexual laboral. Si un varón que está en pareja con una mujer dentro de la comparsa es desvinculado de esta, en la mayoría de los casos los compañeros castigan socialmente a la mujer. Se refuerza la fraternidad machista, que activa el bullying y repliega al silencio a muchas personas violentadas, acallando sus problemas y necesidades socioafectivas.
Las mujeres afro, herederas de una historia de servidumbre, continúan manteniendo relaciones de subalternidad aun en espacios pensados y creados para su expresión y liberación. La lógica económica del carnaval no contempla su inmenso aporte cultural, a lo largo de la historia y en el presente. El racismo estructural también rige en un ámbito que debería honrar su carácter subversivo de resistencia.
No es posible hablar del hoy si no se comprende el pasado complejo que hemos tenido. Hay relaciones marcadas por los valores cristianos, en especial por la culpa. Las mujeres afro sobrevivimos a base de adoctrinamiento y violencia, y aún nos cuesta hablar de nuestras experiencias y tránsitos sin el peso de esa culpa. Y es que para hablar de candombe también hay que hablar del pasado de opresión, de la culpa cristiana y de la violencia históricamente sostenida sobre nuestros cuerpos.
La invitación última de este texto, y del impulso de investigar en el campo de la cultura afro, es que la reflexión sobre nuestras propias prácticas nos ayude a interpelar nuestros lugares y a respetar nuestros procesos. Tenemos que entender que un tambor, en esta coyuntura, no es solo un instrumento musical: es un vínculo sagrado con el pasado. Hay que bailar cómodas, con conocimiento de nuestra historia, de nuestra música y nuestra danza. Si queremos ser libres, debemos atravesar la revolución orgánica del libre albedrío sin tener que encontrarnos con una nueva opresión a la vuelta de la esquina. Podemos ser responsables de conocer nuestra historia para que nos ayude a sanar el presente en el que vivimos, y así, al fin, disfrutar del candombe en plena libertad.
Colaboraron con esta nota: Onnika Santos, Susana Andrade, Valeria Vega, Dahiana Chaves, Leticia Lonchar, María José Hernandez, Marcos Márquez, Rafael Martínez Crosa y Santiago Recalde.
- Documentos del Cabildo de Montevideo, 1807/ 1808.
- Isidoro de María. Montevideo Antiguo (selección). Ediciones de la Banda Oriental, 2001.
- Un ejemplo es cuando se les pide el paso de la madera a las bailarinas, y podemos notar que se trata del paso tendue, proveniente del ballet.
- Si sos una mujer afro dentro del candombe y necesitás hacer una denuncia, comunicate con SUCAU a sucaudenunciasgenero@gmail.com o a los centros Comuna Mujer de tu barrio.